De lo presencial a lo virtual
Todo fue tan rápido. De un día para otro, todo lo presencial se convirtió en virtual. Al menos así lo fue para varias instituciones de educación superior de México.
Sin saber que aquel -tan anhelado- fin de semana largo se convertiría en largas semanas de confinamiento y aislamiento social, la despedida fue alegre y placentera. Nadie imaginaba que la convivencia en torno al espacio educativo, al espacio escolar y al espacio docente pasaría -casi de manera instantánea- de lo presencial a lo virtual.
Ha pasado poco más de un mes desde aquel entonces, y lo presencial se extraña cada día más; no solo por lo que la cuarentena significa, sino porque la convivencia intramuros es esencial en el contexto escolar. No obstante, resulta imprescindible considerar lo expresado alguna vez por Howard Rheingold en el sentido de que “cualquier comunidad virtual que funciona, funciona porque las personas dedican algo de tiempo”.
Y es que aun y cuando de un día para otro pasamos de lo presencial a lo virtual, la comunidad universitaria sigue funcionando, ahora en un campus virtual, porque hay directivos, administrativos y docentes que no solo están dedicando “algo” de tiempo, sino mucho más tiempo de lo habitual para lograr que las cosas funcionen de la mejor manera y en pro de los estudiantes.
Sí, de un día para otro pasamos de lo presencial a lo virtual, pero la comunidad universitaria sigue funcionando, aunque sea de forma virtual, porque hay estudiantes que con toda la dedicación y actitud positiva han asumido que, sin su comprometida participación, cualquier esfuerzo de sus respectivas almas máter no tiene ningún sentido.
No se niega que aún existen brechas tecnológicas, digitales o generacionales que han evidenciado que pasar de lo presencial a lo virtual no es cosa sencilla (al menos no en el caso de México). Tampoco se niega que en el corto camino de esa rápida y repentina transición ha habido obstáculos técnicos operativos que, hasta cierto punto, dificultan el proceso educativo (enseñanza, aprendizaje y evaluación); sin embargo, se trata de inconvenientes a los que, en su mayoría y en su debido momento, se les ha encontrado una solución adecuada.
En definitiva, pasar de lo presencial a lo virtual ha significado un cambio que, a pesar de ser vertiginoso y un tanto abrumador, implica un interesante y enriquecedor desafío que supone el mejoramiento de la comunidad educativa, pero sin que eso signifique que el mundo virtual es sustituto del mundo real; es decir, de un mundo que no puede ni debe prescindir de nuestra activa y responsable participación presencial.
En esta ocasión, concluyo citando lo dicho por la escritora, ilustradora y artista conceptual canadiense, Keri Smith: “El mundo virtual nunca puede ser un sustituto de la experiencia del mundo real. Cuanto más se apodera de nuestras vidas, más nos olvidamos de sentir el sol en nuestra piel, más nos olvidamos de que hay un universo entero por descubrir incluso durante una caminata de 10 minutos al trabajo”.
Aída María Holguín Baeza
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