Poco antes de consumarse la Independencia de México, Agustín de Iturbide anunció la inminente extinción del virreinato de la Nueva España. “Ya no sufriréis el yugo de los opresores, cuyo lenguaje es el insulto, el artificio y la mentira, y cuya ley está cifrada en su ambición, venganzas y resentimientos”, decía el caudillo (al que la historia no le ha hecho justicia).
Así, con ese alentador augurio, Iturbide resumía los resultados victoriosos de la épica Guerra de Independencia que, en 1821, marcó el fin de la época colonial en México. Suceso que, por obvias razones, es considerado como la primera transformación radical del país.
Luego, entre 1858 y 1861, se desató otra intensa lucha civil que, ahora, representa la segunda transformación. Se trata de la Guerra de Reforma (o La Guerra de Tres Años); una batalla abierta entre los grupos opositores de la época: liberales y conservadores. El resultado, las “Leyes de Reforma”, promulgadas por el entonces presidente de México, Benito Pablo Juárez García.
Es en ese contexto que Benito Juárez, artífice de esa segunda transformación, decía -entre muchas otras cosas- que “los hombres que no pueden soportar el yugo suave de la ley, tampoco pueden conformarse con ese orden de cosas; y de aquí procede ese constante empeño de destruir el sistema federativo, sustituyéndolo con el poder absoluto”.
Décadas después, en 1910, inició la Revolución Mexicana; suceso histórico que no sólo logró terminar con un gobierno que -enfermo de poder y abusando del poder- se prolongó más de 30 años, sino que nos dejó una valiosa herencia: La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos de 1917 (aún vigente).
Sin duda alguna, los resultados obtenidos de aquel movimiento revolucionario transformaron radicalmente las estructuras del Estado mexicano; de ahí que la Revolución Mexicana sea considerada la tercera transformación. Y de aquellos tiempos, vale la pena rescatar lo dicho por Emiliano Zapata: “La ignorancia y el oscurantismo en todos los tiempos no han producido más que rebaños de esclavos para la tiranía”.
El asunto es que un día, hace no mucho tiempo, un falso mesías tomó como referencia estos tres importantes sucesos históricos para tratar de incluirse en la lista de los héroes patrios y nacionales que han transformado de manera radical la vida México. Y claro que si consideramos que “transformar” no se refiere específicamente a algo positivo, sino simplemente a “convertir algo en otra cosa”, no queda ninguna duda de que el “mesías” que lidera la cuatro-te ya transformó -en tan solo dos años- radicalmente a México; pero héroe no será, porque esa transformación ya es históricamente vergonzante (nada que ver con las otras tres).
Retomando las frases ya citadas (que se relacionan directamente con el actuar y desempeño del líder “moral” de la 4T), en esta ocasión concluyo agregando lo dicho por el líder revolucionario, Francisco I. Madero: “Con estos acontecimientos comprendo que los que deseábamos un cambio, nada debíamos esperar de arriba”.
Aída María Holguín Baeza
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