El enfoque correcto es la clave de éxito.
Los que pierden el enfoque se desvían y extravían.
1. La mujer de Lot se volvió estatua de sal por desviar su mirada hacia la casa y la ciudad que debía abandonar.
2. Los diez espías con informe negativo desalentaron al pueblo de Israel porque se enfocaron en la fuerza, la grandeza y la fiereza de los cananeos y no en el fruto de la tierra y en la bendición de Dios.
3. El rico no quiso seguir a Jesús porque su corazón amaba los tesoros terrenales, y en torno a ellos giraba su vida.
4. Judas concentró su estima en el dinero y dejó de admirar al Salvador. Andaba todavía con el Señor, pero ya no lo seguía.
5. Juan abandonó el ministerio en su primer intento, porque se concentró en las tribulaciones que sufrieron él, Bernabé y Saulo, en su misión de predicar el evangelio.
Los que mantienen el enfoque triunfan sobre las adversidades.
1. Moisés apartó su concentración de la ira del Faraón y se sostuvo como viendo al invisible. Por eso sacó a Israel de la esclavitud, cruzó el Mar Rojo y pastoreó por 40 años a la nueva nación en el desierto inhóspito.
2. Josué y Caleb vieron los mismos gigantes que los otros diez espías, pero su informe se concentró en las bondades de la tierra y en el poder y la fidelidad del Eterno que les daría la tierra.
3. Eliseo recibió una doble porción del espíritu de Elías, porque aunque un carro de fuego pasó entre ellos, nunca dejó de ver al profeta tisbita.
4. Pedro, enfocado en el Señor caminó sobre las aguas en la densa oscuridad, con el mar embravecido y con el viento tempestuoso que azotaba la barca. Luego, por un momento le robaron la atención los factores adversos, y las leyes de la naturaleza aplicaron para hundirlo. Pero la mano del Maestro lo trajo de nuevo a la dimensión de los sobrenatural, para que juntos caminaran hacia el resto del grupo.
5. Pablo se enfoca en la meta del premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús, y se concentra de tal modo que olvida lo que queda atrás. De ninguna cosa hace caso, ni siquiera estima preciosa su misma vida. Tiene la intención firme de terminar su carrera con gozo y cumplir el ministerio que el Señor le dio. Por eso cuando le profetizan peligros, cárceles y persecución, él pide a los que le ruegan que se abstenga de ir a Jerusalén que no lo quieran frenar, porque está dispuesto no sólo a sufrir, sino aun a dar su vida por Jesucristo.
Por eso, después de presentar la lista de los héroes y campeones que creyeron a Dios hasta el final, el escritor a los Hebreos nos da la clave para integrarnos a ella: Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe.
Los distractores abundan y son multifacéticos:
La curiosidad
La negatividad
El miedo
La avaricia
La gloria humana
Y un largo etcétera.
El diablo es experto en aplicación de distractores. Pensamientos, ideas y estrategias para llamar nuestra atención fuera de enfoque, le sobran.
El mundo está saturado de imágenes, tentaciones y vanidades que fungen como distractores. La invitación y la atracción son constantes para que desviemos la mirada del Señor.
La carne nuestra tiende a contrariar al Espíritu de Dios, y nos quiere arrastrar para que dirijamos la mirada al mundo.
Tenemos que mantener el enfoque en Cristo. Nada puede el mundo contra los creyentes y ministros determinados a seguir y servir al Señor. No negamos que la lucha es dura y cruda, que la carne es débil, y que las tentaciones a veces están pesadas. Pero hemos de caminar en este mundo por la fe, no por la vista, y nos sostendremos como si a cada paso estuviéramos viendo al invisible.