El próximo 30 de enero se cumplen tres años desde que la OMS declaró el brote de coronavirus tipo 2 como una emergencia de salud pública de importancia internacional.
Según la OMS, en aquel momento había apenas 100 casos y ninguna muerte fuera de China; pero, como ya lo sabemos, en cuestión de semanas el virus se propagó de forma rápida, agresiva y global, desencadenando, hasta ahora, seis fuertes oleajes de COVID-19.
Y si bien a partir de la tercera ola, gracias las vacunas contra la COVID-19 y la continuidad en las medidas de prevención y protección frente a la infección por SARS-CoV-2, las oleadas han sido cada vez menos severas y letales, el coronavirus de tipo 2 no da tregua, sigue circulando, mutando y produciendo “variantes preocupantes” que han logrado eludir al sistema inmunológico y disminuir la eficacia las vacunas y los tratamientos disponibles para la prevención y el control de la enfermedad.
Actualmente, y desde hace un año, la variante ómicron (incluyendo la BA.1, BA.2, BA.3, BA.4, BA.5 y sus linajes descendientes, y las formas recombinantes BA.1/BA.2) es la que sigue poniendo en riesgo el tan esperado fin de la pandemia. Final que aún se ve lejano debido a la relajación de las medidas de salud pública como, por ejemplo, el uso obligatorio de cubrebocas; medida que, indiscutiblemente, ha sido elemento clave para frenar la propagación del virus.
Y he ahí el meollo del asunto; o sea, del por qué en el caso de México la sexta ola de COVID-19 es especialmente riesgosa. No es por su letalidad o por la cantidad de personas que necesiten hospitalización o cuidados intensivos, sino por el acelerado aumento exponencial de contagios debido a la relajación de las medidas preventivas y de protección y, peor aún, haberlo hecho a la par del inicio de la temporada celebraciones y actos conmemorativos masivos y, además, en vísperas de la temporada de enfermedades respiratorias, omitiendo las recomendaciones de la OPS.
“Los países deben estar atentos a la triple amenaza de COVID-19, la influenza y el VRS […] El aumento de una infección respiratoria es motivo de preocupación. Cuando dos o tres empiezan a afectar a una población de forma simultánea, debería ponernos a todos en alerta”, dijo la directora de la OPS (y seguramente lo dijo sin saber que en México la temporada festiva comenzó desde el 15 de septiembre y concluye hasta que termina el maratón Guadalupe-Reyes), llamando a los países a implementar medidas que han probado ser eficaces para mantener la seguridad de las comunidades, como el uso de cubrebocas y el distanciamiento social; pero claro, como ha sucedido en México desde que inició la pandemia, no hemos atendido el llamado de los verdaderos expertos y por eso nos ha ido como nos ha ido.
A modo de reflexión introspectiva, retrospectiva y prospectiva, en esta ocasión finalizo parafraseando lo dicho por el neurocientífico y escritor indio, Abhijit Naskar: Yo estoy viva, bien y completamente vacunada. Escuchar a los expertos no es complacencia, es solo un acto de humanidad con sentido común.
Aída María Holguín Baeza
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