Adentrado el país en los albores de la epidemia, justamente cuando Europa decretó el cierre total de sus fronteras y el gobierno norteamericano emitió duras, muy duras, medidas para enfrentar a la pandemia, el gobierno mexicano enfrenta, además de la gravedad -en materia de salud y económica- de la epidemia, serias contradicciones de cuya resolución dependerá el desarrollo de la enfermedad en el país.
¿Debe el gobierno de la 4T endurecer las medidas en contra de la pandemia? ¿La administración de AMLO ha actuado correctamente?
Si nos atuviéramos al número de enfermos en el país y de fallecimientos, seguramente los seguidores acríticos del tabasqueño estarán de plácemes, México transita, hasta el momento, con un número verdaderamente sorprendente bajo en el número de casos, pero que pudiera esconder la posibilidad de una epidemia de proporciones mayores.
Enfrentarla con las mejores armas y recursos es obligatorio para cualquier gobierno y, además, con la suficiente autoridad política para hacerlo.
El de López Obrador la tiene sobradamente, su problema es que la puede perder estrepitosamente a causa de la epidemia, que puede potenciar lo que ha sido hasta ahora una tendencia constante a la baja, que le ha hecho perder entre 7 ú 10 puntos en las calificaciones otorgadas por la ciudadanía, de acuerdo con las distintas empresas encuestadoras.
Hay un asunto en el que se conjuntan los deseos de mantenerse en alto en las calificaciones ciudadanas y el correcto manejo de la epidemia, además del correcto comportamiento de los funcionarios, especialmente de aquellos que deben mantener, por las características y responsabilidades del cargo, una total independencia frente al titular del Ejecutivo.
Uno de ellos es el Subsecretario de Salud, Hugo López Gatell, designado por el presidente como el vocero gubernamental en la epidemia del Covid-19.
Puesto en el brete de actuar con el profesionalismo de su cargo y la subordinación frente al presidente, optó por lo segundo, hecho que le ha quitado, además de credibilidad, la necesaria independencia para afrontar lo que le depara al país en las siguientes semanas.
Para algunos el episodio no reviste mayor importancia, no pareciera ser así.
Cuando López Gatell diseñó -para gloria de la picaresca mexicana- la frase de que el presidente tiene fuerza moral y “no de contagio”, para justificarlo en los besos y abrazos que repartía López Obrador en las más recientes giras, en tanto que el gobierno federal, a instancias suyas, lanzaba una poderosa campaña mediática para hacer lo contrario que el presidente, lo que llevó a pensar que quien descalificaba las acciones gubernamentales era el mismísimo presidente.
Pero esa es la anécdota, lo sustancioso es el hecho de que el gobierno mexicano no ha parado mientes en un aspecto del Covid-19 aterrador: Que durante el periodo de incubación la persona es CONTAGIOSA y no mostrará fiebre, pero sí es, en ese período, un TRANSMISOR.
Por esa razón las personas NO SE DEBEN SALUDAR DE MANO NI BESO, porque pueden ser transmisores, sin saberlo, de la enfermedad pues aún no padecen de fiebre.
¿Y porqué el presidente sí puede saludar y abrazar? Desde el punto de vista epidemiológico no hay justificación para autorizarlo. López Gatell debió aprovechar el resquicio que le ofreció AMLO para decirle que ya no podía exponerlo al contagio, o al revés, que el presidente, siendo un portador asintomático, pudiera convertirse en un poderoso transmisor.
Por si fuera poco, López Gatell cometió otra falta, la de decirle que es una persona sana.
Puede serlo, pero pertenece al grupo de mayor riesgo. Es mayor de 60 años, con antecedentes coronarios, con episodios hipertensivos y algunos otros padecimientos de los que no ha dado cuenta pero de los que él mismo ha evidenciado al informarnos que “me tomo las pastillas como me dijeron los médicos”.
Lástima, López Gatell cayó en el lugar de los subordinados que le contestaban al presidente: “Las horas que usted diga…”.
Si a eso se circunscribiera el problema, podría ser menor, pero la importancia radica en que es el hombre que debiera proponer y concretar las cosas esenciales en el combate a la epidemia, no las que le gusten al presidente, sino las correctas, y en eso estriba la desconfianza hacia el autor de una de las frases de antología del actual sexenio.
En los tiempos del coronavirus…
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