No a la cultura de la muerte,
sí a la filosofía de vida y paz
Bloqueos de calles, protestas afuera de edificios públicos, pancartas y amparos fueron decisivos para que un grupo de ciudadanos tuvieran respuesta favorable a sus peticiones de suspender una corrida de toros, donde se presentarían el rejoneador más reconocido del mundo y dos toreros. El argumento principal fue por el maltrato a los toros de lidia y su muerte final con una espada.
Es de reconocer la postura de los demandantes y su preocupación por evitar el maltrato a los animales. Bien por la juez que tomó la decisión de suspender la corrida de toros y sobre todo por asegurar que su orden se respetara y con la fuerza pública, como debe de ser, evitó la trasgresión y que se cometieran agresiones violentas a las bravas miuras. Es dentro del respeto a vidas animales y al derecho que tienen de no ser maltratados o torturados.
Tal vez, los viejos argumentos de una cultura y tradición que data de varios siglos y que se siguen practicando en varios poblados no son ya suficientes. Se decía que el significado del toreo era la capacidad del hombre racional de enfrentarse y dominar una bestia irracional. Una persona de 50 kilos -torera o torero- contra una bestia de 500 kilos, donde la destreza y arrojo del torero de exponerse frente a un toro de lidia que embiste todo lo que ve. El hombre con un capote y una espada para lograr dominarlo y que lo “respete”. Luego agrediendo al toro con una lanza arriba de un caballo y luego ensartarle 3 pares de banderillas para “ablandarlo”. Por su parte, el astado con su medio tonelaje, una fuerza impresionante para embestir y dos pitones que buscan hundirse en el cuerpo del torero para destrozarle las entrañas.
Indudablemente que esta descripción suena violenta y cruda. Eso es parte de la sensibilidad que lastima y que en estos tiempos cambia la percepción de lo que se llama la fiesta brava.
Enhorabuena, ya era tiempo que empezara la reacción contra actos de violencia contra animales. Ojalá esto sea el inicio también de amparos y protestas ciudadanas para suspender también las peleas de gallos donde amarran filosas navajas a las patas para que se corten el cuello y morir en el redondel.
Ojalá que con esta nueva actitud, también se suspendan esas presentaciones masivas donde se entonan narcocorridos que promueven la violencia y sobre todo, con la consecuencia de muertes de jóvenes y adultos que cada día mueren por sobredosis o que son asesinados a plena luz del día.
No debemos perder de vista que la violencia y muerte de seres humanos sobrepasa de manera exagerada el lamentable maltrato y crimen de animales. México, como nuca, vive una orgia de sangre descontrolada, donde mueren a diario niños, mujeres y hombres, víctimas de saña enfermiza. Se descuartizan y degüellan, se acribillan y deshacen los cuerpos con potentes armas que ni elejército las usa.
El problema es que hemos perdido la sensibilidad para tolerar y permitir los excesos violentos contra humanos. Somos insensibles ante la violencia intrafamiliar, los feminicidios, los abortos, el tráfico humano, la tortura y maltrato a los niños. Pareciera que comparamos la vida animal con la vida humana y le damos mayor peso e importancia a la primera. Claro que todo es vida, la flora, fauna y el humano, pero se deben priorizar.
Es inconcebible que nos impulse más a protestar por un evento de sacrificio y violencia contra unos animales que a protestar y tramitar amparos antes miles de muertes -violentas y con saña- de humanos. La capacidad de asombro se ha desvanecido ante las cifras rojas diarias que más que un contador de muertes parece un cronómetro que no para de día y de noche.
¿Será una moda, ideología o cambio cultural de despreocuparnos de los humanos y sustituirlos por animales? Las mascotas son fabulosas, dan compañía, cariño y fidelidad, pero no dejan de ser animalitos que puedan ocupar el lugar de un ser humano.
Extrañamente las cifras de nacimientos se van desgajando y los números de asesinatos son cada vez imparables. Se tienen menos hijos, son menos los matrimonios y por lo tanto, las familias se van fulminando.
Pero fue una excelente lección esa protesta contra corridas de toros como acción contra la vida de un ser vivo. Ahora, sigue defender la vida de los niños. No podemos protestar para evitar la muerte de un toro y por otro lado, permanecer impávidos ante la muerte de niños.
El humanismo debe estar por encima del animalismo. No confundamos ni perdamos la brújula.
En un ambiente de respeto y pluralidad, debemos tolerar a los antitaurinos y a los taurinos, y ahora que se apela al respeto a la vida de los animales, aprovechemos la oportunidad de incorporar también el respeto a la vida humana.
No debemos seguir cultivando la cultura de la muerte. Ya hay muchas muertes por todos lados: de mujeres, niñas, jóvenes, hombres, niños y animales. La muerte le está ganando a la vida. Y hasta ha crecido peligrosamente el culto a una “santa muerte”.
Si ya se logró la suspensión de una corrida de toros por orden de un juez con el apoyo de elementos de la Guardia Nacional para poder evitar la comisión de tratar con violencia a animales lo que pareciera un circo romano, ahora se abre la esperanza de que, con ese mismo criterio, y aún superior por tratarse de seres humanos, se ordene también protestar para lograr la suspensión de asesinatos de humanos que en los últimos 6 años ya llegaron a 200 mil homicidios con extrema violencia y saña.
Sin caer en posiciones maniqueístas o polarizantes entre taurinos y antitaurinos o de abortistas o antiabortistas, el ser vivo y humano debe estar por encima de esas posiciones. Los humanos están dotados de alma y cuerpo, trascienden, generan virtudes, a pesar de ser ambiciosos, egoístas y soberbios. Los animales tienen instinto y fidelidad que a veces son ejemplo de compañía y lealtad. Pero un alma humana es un alma humana con los vicios y grandeza que se puedan tener.
Si se ha logrado parar la muerte de animales, ahora se debe seguir con evitar la muerte de las decenas de personas que mueren a diario en México. Se deben suspender también la muerte de niños en las calles, abandonados y desnutridos o que mueren en el vientre sin permitirles nacer.
¿Qué tanta diferencia hay entre una espada para dar estocada a un toro y una cánula de succión uterina? La espada acaba con la vida de un toro y la cánula extrae una vida de la matriz. La forma de esos instrumentos es parecida y logran el mismo fin.
¿Valdrá la pena salir a las calles a protestar contra el uso de esas cánulas u otros medicamentos en las vidas humanas que suprimen procesos fisiológicos en los humanos?
Los jueces ¿serán capaces de ordenar la suspensión de esas acciones que poco a poco se van legalizando en el mundo o en entidades de México, que independientemente de su legislación corre a contrapelo y amplia contradicción: se protesta para suspender corridas de toros, ¿pero no se protesta por la legalización de la violencia contra niños y la extracción del vientre materno?
Suspenden las corridas de toros por ilegales, se castigan el maltrato a los animales y se cuidan escenarios naturales para preservar el paisaje y la flora, lo que es excelente y debe continuar, pero, por otro lado, absurdamente, se promueven “legalmente” las corridas de niños.
No son plazas de toros, sino clínicas dotadas de instrumentales punzocortantes, tijeras, fórceps, cánulas donde placenta y fetos van a parar a colectores donde se combinan acido amniótico, sangre y partes fetales.
A los mismos médicos les obligan contra su conciencia evadir el juramento del filósofo médico Hipócrates que juraron cumplir en su encomienda de “Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi arte de forma santa y pura”
Años después hubo una modificación de ese juramento de “velar con el máximo respeto por la vida humana desde su comienzo, aun bajo amenaza, y no emplear mis conocimientos médicos para contravenir las leyes humanas”.
¿Nos estamos deshumanizado o nos estamos animalizando…?