Una reflexión personal.
Como cualquier crisis que se respete, la del coronavirus viene a poner a prueba nuestras capacidades; ¿cuáles? Todas: de inteligencia, de paciencia, de sentido común, de disciplina, de organización, de política. El saldo es malo, muy malo.
Mientras que una porción de la sociedad se toma con seriedad el asunto partiendo de la premisa, indiscutible, de que se trata de no propagar el virus a partir de emprender una serie de acciones muy simples que empiezan por mantenerse recluido en casa y solo salir por razones de urgencia, para lo cual es preciso hace un acopio razonable (no desmedido ni rapaz) de cierto tipo de insumos, tales como alimentos, medicinas, desinfectantes, etc., a fin de no provocar desabasto; el resto de la población, con un sector del gobierno a la cabeza, actúa de manera irracional, por no decir estúpida.
Si usted piensa que puede sentirse orgulloso de la sociedad civil por su ejemplo de solidaridad a raíz de acontecimientos como el terremoto del 85, espérese a ver el índice de ocupación hotelera en Acapulco, que casi es del 100%,1 con un caso de coronavirus confirmado;2 o bien, siguiendo la costa, llegar hasta Sinaloa, a Mazatlán, donde autoridades municipales declararon que “no se usará la fuerza pública para retirar a los bañistas de las playas como medida precautoria”.
Sin embargo, esa no es la peor de las noticias; la peor es la actitud irresponsable del Gobierno de la República, cuyo titular, ridiculiza (ni AMLO puede ser tan imbécil como para no darse cuenta de lo que está ocurriendo) a diario la posibilidad de implementar una política pública necesaria para enfrentar la crisis.
Así es, mientras en derredor del orbe otros presidentes —Merkel (Alemania), Trudeau (Canadá), Macron (Francia) o incluso Trump (Estados Unidos)— alertan a sus connacionales sobre la necesidad de adoptar las medidas necesarias para afrontar la catástrofe, aquí, el Presidente, a diario, juega, se ríe y miente descaradamente sobre los efectos de la pandemia.
¿Juega? Juega. El otro día, sacó estampitas y amuletos para decir que eran un instrumento de combate: “Miren, aquí está otro detente: ´detente enemigo que el corazón de Jesús está conmigo´”.
¿Se ríe? Se ríe. Como política de prevención respecto del coronavirus, textualmente dijo “eso de que no se puede uno abrazar… hay que abrazarse; no pasa nada”; y agregó un chascarrillo relativo a un restaurante en Tampico, El Porvenir, que “está en frente del panteón”; y se soltó riendo a carcajadas de su chiste (minuto 3.45 del video).
¿Miente? Miente con todos los dientes; no conforme con sus gracejadas, el día de ayer presumió sobre la reducción en el precio de la gasolina; al respecto, sin empacho, haciendo alarde de un cinismo “explicó” que tomó la decisión de reducir su precio porque ahora está costando menos su importación;7 soslaya aclarar, el mequetrefe, que la guerra petrolera entre Rusia y Arabia Saudí mantendrán los precios del petróleo en niveles bajos volviendo más accesible el precio de la gasolina durante el corto plazo, en todo el mundo.
Como lo imbécil no se quita (no es gripe) lo que usted debe de hacer es muy simple: demuestre que no es tan animal como nuestro Presidente ¡y no salga de su casa a menos que el techo se le esté cayendo encima!
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Luis Villegas Montes.
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