Existe una brecha cerebralpor una tecnología digitalque divide a las generaciones:
r. Gary Small
Vivimos una época muy especial que, definitivamente, incidirá en la forma de vivir, de reaccionar y sobre todo en la forma de pensar y conocer. El cerebro es una parte protagonista y víctima en esta era de intoxicación digital, debido a la acumulación y exceso de datos, aplicaciones, redes sociales e internet de las cosas que nos ha generado una saturación tóxica.La atención de nuestra mente ahora la tenemos depositada en lo que aparece en un teléfono. ¿Ha visto cómo nos vemos en las calles, reuniones, trabajo, escuelas? Parecemos zombies -¿o ya somos?-conectados a un aparato que nos da vida y respiración, que nos roba horas y horas al día, que le dedicamos más tiempo que a cualquier otra actividad, que nos entra angustia y desesperación si se nos olvida o extravía, que nos deprime si no tenemos la respuesta que esperamos de otra persona, robot o aplicación. Ciertamente que siempre existe la evolución, pero ahora estamos ante una revolución tecnológica que nos exprime y cambia todo.Nuestro cerebro ya no es el mismo de hace años. Funcionamos con otro tipo de cerebro porque está evolucionando a una velocidad sin precedentes. Nos sentimos felices y realizados por muchos avances tecnológicos, excelentes y útiles que no se deben negar, pero también, por mal uso o exceso, son como dulces envenenados, que su sabor agradable nos cautiva, aunque muchos de ellos, contienen ponzoña que, como el plomo en un alimento, gradualmente va intoxicando el organismo.
Dice el Dr. Gary Small que “la tecnología digital, además de influir en cómo pensamos, nos está cambiando la forma de sentir y comportarnos y el modo de funcionar de nuestro cerebro. Aunque no somos conscientes de las transformaciones que se están produciendo en nuestros circuitos neuronales o cableado cerebral, se trata de unas alteraciones que, con su repetición, se pueden convertir en algo permanente. Este proceso evolutivo del cerebro ha aparecido rápidamente en el transcurso de una sola generación, y es posible que constituya uno de los avances más inesperados y de mayor importancia de la historia del ser humano. Tal vez nuestro cerebro no se haya visto afectado con tanta rapidez y radicalidad desde que el hombre primitivo descubrió el uso de las herramientas”.Desde el cambio de medios de conocer se va reflejando en los efectos. Por ejemplo, internet ha ido sustituyendo a la televisión y la estimulación cerebral es otra. Al generar una dependencia o adicción a la tecnología digital, le asignamos otra tarea diferente al cerebro de entretenimiento y rutinas, que pueden terminar en una verdadera locura.Una adicción a sustancias, personas u objetos de manera repetitiva, conociendo de antemano sus resultados negativos y volver a hacerlo es una verdadera locura. Si sabemos qué nos sucederá con una conducta inapropiada o consumo y aún asi lo hacemos, es perder el control de la razón y por lo tanto, actuamos como irracionales, como locos.El cerebro digital registra otras formas nuevas de comunicarse. Lo hemos ido acondicionando para ver de manera diferente que es pensamiento visual, pensamos por lo que vemos no por lo que razonamos, haciendo a un lado la función lectoescritora; lo hemos ido ablandando en el área de memoria al dejarla de usar paulatinamente y sustituir la nemotecnia por aparatos electrónicos; nuevas generaciones practican menos la escritura, que es función cerebral y tienen dificultades para expresarse. Si preferimos ver a leer, entonces ya estamos subutilizando el cerebro.
El cerebro, ahora lo tenemos conectado o enchufado a un dispositivo, creando una dependencia a una máquina que se presume como nueva inteligencia que pareciera sustituir a la humana.Una evidencia es que las redes neuronales de una persona identificada como inmigrante digital, esto es, que nació antes de internet y se ha ido incorporando a la tecnología digital es muy diferente a las redes neuronales de los llamados nativos digitales, que nacieron cuando ya existía internet. De la era análoga a la era digital está de por medio un nuevo lenguaje, llamado binario, que se basa en dos principios: uno y cero con una combinación casi infinita lo que permite abarcar infinidad de productos, contenidos, plataformas, etc.Eso lleva a la conclusión de que existe una brecha cerebral por la tecnología digital que divide a las generaciones.El ejemplo del Dr. Small detalla que a medida que los maleables cerebros jóvenes crean atajos para acceder a la información, éstos quedan asentados como nuevos caminos neuronales. Dice que es como la memoria de una computadora, que conforme van entrando datos va creando atajos, como el correo electrónico, el procesador de textos o los buscadores de internet que aprenden las preferencias del usuario y ahí ya suplen nuestra memoria.
“En la actual era digital, llevamos el teléfono inteligente colgado de la cintura o en la mano y los auriculares en las orejas. Siempre tenemos a mano una conexión y para seguir siempre conectados está la wifi, Esa revolución de alta tecnología nos ha sumido en un estado de atención parcial continua que Linda Stone describe como estar permanentemente ocupados, siempre atentos a todo, pero sin centrarnos nunca de verdad en algo concreto. Al prestar una atención parcial continuada es posible que pongamos nuestro cerebro en un estado de mucho estrés. Ya no tenemos tiempo para reflexionar, considerar o tomar decisiones sensatas. En su lugar, vivimos con una sensación de crisis constante: atentos a la aparición, en cualquier momento, de un contacto nuevo o de alguna noticia o información apasionantes”.Si sumamos las horas de estar conectados al día en las diferentes redes sociales, eso representa una presión cerebral y ya se habla de una epidemia de ese estrés mental, que llaman “agotamiento tecnocerebral”.Para el psiquiatra Augusto Cury, la intoxicación digital es el mal del milenio basado en que “pensar en exceso, sin gestión, agota el cerebro y ahora es peor con la masificación de los celulares, las redes sociales y la inteligencia artificial. Nos estamos enfermando colectivamente y ya entramos en la era de los mendigos emocionales. El mundo digital atrajo beneficios innegables, como la comunicación y el acceso a la información, pero causó un desastre sin precedentes en el cerebro humano, alterando el ciclo de la dopamina y la serotonina y generando una dependencia similar a la que genera la cocina. Retire el celular a una persona por 24 horas y verá cómo la dependencia digital no es un trastorno casual, sino un síndrome psicológico grave.
Millones de niños, adolescentes y adultos presentan síntomas de insatisfacción, inquietud, intolerancia a la frustración, autoexigencia, déficit de empatía y autocontrol. Pero los síntomas más clásicos de este síndrome son la necesidad de urgencia (querer todo rápido) y la aversión al tedio y la soledad, sin saber que éstos son fundamentales para la interiorización y la creatividad”. A eso se les puede llamar mendigos emocionales.Y parece ser, que es lo más grave, que nuestro cerebro no ha identificado que ese nuevo dulce que le estamos dando y del que lo hemos hechos adicto, puede ser resultar envenenado.O tal vez estemos mendigando emociones en máquinas o recursos artificiales dejando a un lado nuestra humanidad. Nuestras emociones ya están en los celulares, en los llamados emoticones que nos dicen cómo nos sentimos.