No estaba anunciado en el programa previo, quizá porque no había certeza de que pudiera salir de Venezuela, donde pesa sobre él una prohibición expresa para salir del país. Juan Guaidó, sin embargo, burló la vigilancia y viajó primero a Colombia, donde se reunió con el secretario de Estado de la Unión Americana, Mike Pompeo, y posteriormente a Europa. Ayer pronunció un discurso en una sesión plenaria del Foro Económico Mundial. Dio después una conferencia de prensa ante reporteros de todo el mundo.
Se le presentó como presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, reconocido como “Presidente encargado” del país por más de 50 naciones. Él mismo sabe, empero, que el reconocimiento no le da el control. Nicolás Maduro “no está gobernando”, dijo, “pero sí está ejerciendo el poder”.
Guaidó es un personaje inusitado para el papel que le ha tocado desempeñar. No es un gran orador ni parece un político nato. Es delgado y moreno, con apenas 36 años. Proviene de una familia de escasos recursos de La Guaira, una ciudad muy pobre, pero logró un título como ingeniero de la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas. Fue electo diputado a la Asamblea Nacional en los comicios de 2015, los últimos democráticos en el país. En diciembre de 2018 los parlamentarios lo eligieron presidente de la Asamblea y en enero de 2019 asumió el cargo de “Presidente encargado”, con el respaldo de la Asamblea, ante la falta de elecciones democráticas presidenciales y sobre la base del Artículo 233 de la Constitución. Su propósito es organizar elecciones presidenciales libres y democráticas.
En Davos, Guaidó hizo un llamado para que “ninguno de ustedes deje a Venezuela fuera”. Recordó que en 28 años ningún presidente venezolano se había presentado en Davos y que la última vez, en 1992, el Mandatario regresó a su país para enfrentar un intento de golpe de Estado (el de Hugo Chávez contra Carlos Andrés Pérez).
La situación económica, social y política se ha deteriorado mucho en Venezuela desde entonces. Uno de los países más ricos de América Latina se ha convertido en uno de los más pobres. El Producto Interno Bruto se ha contraído 65% en los últimos años. El sueldo de una maestra o una enfermera es de 3.50 dólares al mes. Un país que recibía a cientos de miles de inmigrantes ha expulsado en los últimos años a 5.5 millones de venezolanos. La inflación ha alcanzado un porcentaje de 10 millones. Ha habido 18 mil ejecuciones extrajudiciales. La alta comisionada de las Naciones Unidas para Derechos Humanos, Michelle Bachelet, ha pedido al Gobierno de Venezuela que adopte “de inmediato medidas específicas para detener y remediar las graves vulneraciones de derechos económicos, sociales, civiles, políticos y culturales que se han documentado en el país”.
Guaidó pidió ayer a los países democráticos que mantengan las sanciones contra Venezuela y bloqueen “el oro de sangre” que el Gobierno de Nicolás Maduro está extrayendo de la Amazonia con grandes costos ambientales, sociales y económicos. “Si nos toca saltar muros, lo haremos”, dijo en referencia al intento de la Guardia Nacional para impedirle rendir protesta para un nuevo período como presidente de la Asamblea Nacional. Pero pidió también a los participantes en el Foro de Davos no olvidar a Venezuela. “Solos no podemos”.
Comercio mundial
“2019 fue un mal año”, comenta en Davos el brasileño Roberto Azevedo, director de la Organización Mundial de Comercio. El intercambio internacional creció en volumen solo 2.6%, menos que el 3% de 2018. La guerra comercial es parte del problema, pero Azevedo insiste que el comercio sigue siendo necesario. “No conozco a ningún país que haya prosperado cerrando sus puertas al comercio internacional”.