El deterioro intelectual
es una de las
grandes crisis que vivimos: ONU
¿Ha llegado a sospechar en alguna ocasión que su cerebro, memoria y funciones mentales han disminuido, y no por la edad, sino por nuevas formas de conocer la realidad, comunicarnos y, sobre todo, que tiene nuevos puntos de distracción que lo hacen traer la cabeza en otro lado o andar como perdidos sin saber para qué hacemos determinadas cosas, qué aprendemos con algunas tecnologías y cómo se nos va la vida en tantas horas al día que le dedicamos a las pantallas?
En un extraordinario libro, Pablo Muñoz hace la reflexión de que las redes sociales y el internet han irrumpido en nuestras vidas con una apariencia de libertad y espontaneidad, pero debajo de esas cualidades se esconde todo un mecanismo no visible, el algoritmo, que favorece una cierta visión del ser humano. Un algoritmo es cuando una máquina va tomando decisiones por nosotros, aparentemente al azar, pero tiene definido nuestro perfil con los datos que nosotros mismos proporcionamos.
Dice que “hoy estamos transitando un proceso de manipulación intelectual a gran escala efectuado mediante la imposición de ciertas mentiras que se presentan como verdades absolutas”. Y entre las recomendaciones de este autor fue que hay que apagar el televisor y prender el cerebro.
Fue claro al señalar que “la masa esclava y encadenada a su celular apaga su cerebro y enciende su dispositivo para cada día alimentar a la misma maquinaria inhumana de vigilancia y control con toda clase de datos posibles que a su vez retroalimentarán al algoritmo y la inteligencia artificial que dominarán su conducta, sus emociones, su consumo, su pensamiento y, en definitiva, su vida”.
Para cerrar 2024, la editorial Oxford University Press, tras una votación pública en donde más de 37 mil personas expresaron su opinión, declararon la palabra definitiva del año como ‘podredumbre cerebral’ quedando en la expresión inglesa “brain rot”.
La podredumbre cerebral se define, según el portal oficial de Oxford University Press, como el supuesto deterioro del estado mental o intelectual de una persona, especialmente visto como resultado del consumo excesivo de material (ahora en particular en línea) considerado trivial o poco estimulante.
El término podredumbre cerebral ganó prominencia este año como un término utilizado para expresar las preocupaciones sobre el impacto del consumo excesivo de contenido en línea de baja calidad, especialmente en las redes sociales y el incremento del 2023 al 2024 fue del 230 por ciento.
La ONU, a través de la secretaria general adjunta de Comunicación Global, Melissa Fleming señaló que en la era del infinito regateo por las pantallas y del sobreconsumo de contenidos de baja calidad y la desinformación, es urgente contar con una dieta informativa más saludable, periodismo preciso, publicaciones con ética e historias que nos eduquen e inspiren. Durante su ponencia magistral ‘El poder de la publicación: Restaurar la integridad de la información’, Flemming habló de esa palabra del año de Oxford brain rot, que se traduciría como ‘deterioro intelectual’, la cual refleja una de las grandes crisis de la realidad actual.
El término define el contenido de baja calidad y poco valor que corre por las redes sociales e internet, así como el impacto negativo y el deterioro o corrosión mental o intelectual de una persona como resultado del consumo excesivo de esos contenidos.
Si bien el término no es nuevo, pues en 1854 Henry David Thoreu, creador de la teoría y acción de la llamada resistencia pacífica, como estrategia de lucha política que primero inspiró a Mahatma Gandhi quien encabezó y logró la independencia de la India de Gran Bretaña y luego recorrió varios países y momentos, incluida la resistencia civil en Chihuahua en 1986, utilizó ese término para criticar la tendencia de la sociedad a devaluar las ideas complejas en favor de las simples como un indicador de un declive general en el esfuerzo mental e intelectual.
Ahora, en la era digital, el término podredumbre cerebral ha ganado fuerza por las plataformas de redes sociales que han ido disminuyendo el uso intenso del cerebro, para simplificar y facilitar todo.
Y esa tendencia se refleja claramente en varios síntomas.
Las redes sociales nos han llevado a ir disminuyendo el uso de palabras porque la inmediatez y rapidez exigen el ya, el ahora y aquí. Al ir eliminando palabras, se van creando apócopes o abreviaturas fáciles que no requieren esfuerzo ni explicación de su aplicación. Así usamos el “tqm” en lugar de decir te quiero mucho, lo que limita el decir por qué te quiero, cuánto te quiero, cómo te quiero y para qué te quiero. Alguien podría argumentar que es la rapidez de la vida, pero eso nos ha llevado a la incapacidad cada vez más preocupante de estar limitados de expresar emociones y sentimientos, porque simplemente ya no sabemos cómo decirlo. Nos quitamos el compromiso de expresarlo con palabras que compongan ideas y por lo tanto pensamientos. Pero, además no tenemos palabras en el cerebro ni en el corazón para expresar el amor a una persona.
Y no tenemos palabras porque hemos dejado de leer y al dejar de leer no podemos escribir porque no tenemos palabras, lo que se ha convertido en un círculo vicioso, que antes era virtuoso.
Al leer menos, escribir menos, usar menos palabras, limitar el lenguaje usando solo mantras, que son palabras o frases que se repiten constantemente, hemos ido dejando de requerir más del cerebro con las facultades como la memoria. Por ejemplo, las operaciones matemáticas están basadas en el aprendizaje y memorización de las tablas de sumar, restar, multiplicar y dividir para aplicarlas lo que desde niños nos generaba un destreza mental matemática. ¿Por qué en lugar de unas competencias en videojuegos no retamos a realizar mentalmente operaciones matemáticas?
La capacidad cerebral de la memoria está deteriorada, por falta de uso, y apenas sabemos nuestro número telefónico, pero no recordamos el de los hijos, padres, amigos y familiares cercanos “porque los tenemos grabados en el celular”. O sea, hemos transmitido nuestra memoria al teléfono.
Y si tenemos menos lenguaje por la eliminación de palabras, por lo tanto, tenemos menos cultura y menos conocimiento.
Según Jordi Pérez, un estudio de 300 millones de textos publicados en los últimos 30 años en internet muestra una simplificación del lenguaje que parece haber contribuido a la polarización social. Las pruebas son una disminución en el vocabulario y en el uso de formas verbales, menos respeto por reglas como la formación de plurales o la reducción de categorías sintácticas y gramaticales. El trabajo se ha hecho a partir de comentarios escritos a lo largo de tres décadas en ocho grandes redes sociales.
El problema de este empobrecimiento del lenguaje escrito no es sólo lingüístico, sino también social. Internet es hoy el principal espacio de debate público global. Si la complejidad y matices de las ideas que se expresan allí disminuye, es probable que la profundidad de las ideas también.
“Hay una relación entre la simplificación del lenguaje y la menor complejidad de argumentos e ideas”. Un vocabulario limitado puede llevar a discusiones más simples. “Afecta la riqueza de los debates, ya que las ideas suelen presentarse de forma que priorizan lo rápido y claro, pero no la profundidad. Es una tendencia que incluso se ve en los debates políticos, donde la principal consecuencia suele ser la polarización”
Pero internet ha acelerado y globalizado esta tendencia gracias a su velocidad, alcance y las limitaciones propias de las plataformas, como los límites de caracteres y los algoritmos: “Los algoritmos que buscan maximizar interacciones suelen dar prioridad a contenido sencillo, cargado de emociones y fácil de consumir”.
Esta tendencia plantea dudas sobre si tanta simplificación es positiva en un momento en que los retos y debates globales exigen más complejidad y profundidad. La polarización es uno de esos problemas. Según los autores, esta simplificación del lenguaje afecta al modo en que percibimos las ideas de otros.
De nuevo, Jordi Pérez, en la sección de Tecnología de El País volvió al tema y escribió que brain rot o cerebro frito, se podría también traducir como ‘atrofia cerebral’ o ‘cerebro podrido’, precisando que uno sabe que tiene ‘cerebro frito’ cuando su vida en internet no aporta nada a su vida real y al revés.
Si vamos reduciendo el uso del cerebro porque hay tecnologías que empiezan a suplir sus funciones, entonces ya debemos de pensar seriamente a lo que está sucediendo. Bravo porque la tecnología no ha permitido hacer menos esfuerzo físico y repetitivo que teníamos, excelente que la tecnología sea un apoyo fabuloso a muchos de nuestros trabajos, pero ojo, que no nos lleve a desconectar el cerebro.
¿Podríamos más seguido desconectar el celular y encender el cerebro o preferimos encender el celular y apagar el cerebro?