Corría el mes de abril del 2010 cuando AMLO opositor se pronunció rotundamente en contra de la militarización del país. “No podemos aceptar a un gobierno militarista”, decía.
No es con el Ejército como se pueden resolver los problemas de inseguridad ni de violencia y, por eso, no se deberían dar facultades excesivas al Ejército. Que no se utilice para suplir las incapacidades de los gobiernos civiles, porfiaba y pugnaba AMLO opositor.
Y así, con ese discurso, Andrés Manuel López Obrador comenzó a ondear la bandera antimilitarista. Esa con la que navegó por varios años y que utilizó en múltiples ocasiones para manipular al “pueblo bueno y sabio” y, con ello, finalmente alcanzó su anhelado objetivo: ocupar la Presidencia de México.
Por supuesto que, apenas llegando a la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador comenzó a trazar y operar un plan militarista cuyo proceso de ejecución ya pasó por la fase I y la fase II, y ahora es la fase III la que está en marcha. Es decir, ahora el autoproclamado “Gobierno de la Cuarta Transformación” está edificando a toda prisa el tercer tramo del camino hacia el militarismo.
En esta fase III, que es probablemente la más grave y abominable, el presidente López Obrador, a través algunas reformas -a varias leyes- aprobadas por sus súbditos legisladores, decretó la inmediata incorporación de Guardia Nacional (GN) a la Secretaría de la Defensa Nacional y, con ello, la militarización de la GN y, por ende, la militarización de la seguridad pública.
Y ante esa situación, es imposible no recordar a AMLO opositor cuando, en el 2010, se indignaba porque se estaba discutiendo una ley para dar más facultades al Ejército en el combate al flagelo de la delincuencia. “Hay que ver estas cosas con cuidado […] Yo voy a hablar con los legisladores para que no se vayan a otorgar facultades excesivas al Ejército”, decía.
El asunto es que, por si no fuera poco que la Guardia Nacional y sus funciones se militaricen a petición del presidente López Obrador, todavía está pendiente la discusión del dictamen y la respectiva posible aprobación de la reforma que busca mantener la presencia de las Fuerzas Armadas en tareas de seguridad pública hasta 2028.
Claro que, como era de esperarse, el presidente Andrés Manuel López Obrador -junto con sus súbditos y sus siervos- niega que se trate de acciones militaristas. Negación que, indiscutiblemente, evidencia su arrogancia, su desfachatez, y su ignorancia (Militarismo: dícese la preponderancia de los militares, de la política militar o del espíritu militar en una nación); y, además, el modus operandi del Estado autoritario, despótico y arbitrario instaurado por la Cuarta Transformación.
En esta ocasión, concluyo citando lo dicho por Gabriel García Márquez en su libro “Cien años de soledad”: Lo que me preocupa es que de tanto odiar a los militares, de tanto combatirlos, de tanto pensar en ellos, ha terminado por ser igual a ellos. Y no hay un ideal en la vida que merezca tanta abyección.