“Nosotros ayudamos a poner
la cabeza donde la gente pone el corazón”:
Pascual Montañez/ Inteligencia politica
Del supuesto grito ¡muera la inteligencia! pronunciado en la década de los treinta en España a la actual llamada inteligencia artificial casi 100 años después, hay un largo trecho donde la principal característica del humano se pone en tela de juicio. Somos los primeros en sospechar de nuestra capacidad y cedemos a la duda o incertidumbre sobre el futuro.
En pleno siglo XXI hay mandatarios que menosprecian instituciones educativas, desacreditan la ciencia, vapulean a investigadores, se burlan de niveles académicos o desprecian la importancia del conocimiento por etiquetarlo de elitista o clasista, y con esas actitudes se asoma el fantasma de condenar estudios especializados.
Hay varios enfoques de lo que está sucediendo con la inteligencia humana, los cuales se puede plantear como dilema entre desarrollar exponencialmente nuestra capacidad racional o considerarnos una especie en extinción.
Cuando a algo dejamos de darle valor por sí solo, iniciamos un carrusel de ideas, apodos o nombres para rebautizar lo que ya sabemos de qué se trata, pero jugamos a autoengañarnos en que es una innovación o transformación.
Es el caso de la inteligencia que es la principal característica que nos distingue entre otros seres vivos en la naturaleza. En muchos siglos no hubo la menor duda de que al hablar de inteligencia, se diera por entendido que nos referíamos a la humana, a la racional y la que nos permite discurrir y tomar decisiones.
Por ejemplo, ¿con cuál tipo de inteligencia actúa usted?
Se habla de diferentes tipos, como la inteligencia instintiva cuando llegamos a determinadas conclusiones confiando en un olfato sensorial alimentado por experiencias o “corazonadas”. Es parte de nuestro interior o cerebro salvaje que sale al paso cuando estamos en peligro y reacciona con una fuerza desconocida e inusitada para sobrevivir.
Mencionan la inteligencia emocional que para algunos es una paradoja porque acomodan las emociones por debajo de la razón, pero aquí le dan relevancia a los sentimientos que son más tibios y flexibles que la razón fría y calculadora. Por cierto, en la politica y en muchas actividades la emoción le ha ganado a la razón y por supuesto en muchas de nuestras decisiones cotidianas. El ejemplo es que en las campañas políticas el mensaje ya no se dirige a la cabeza del elector, sino a su emoción y hasta la pasión. Se le habla al estómago y al bolsillo, sin mayor argumento o plataforma de gobierno.
Tenemos la inteligencia espiritual que en “contextos de anemia espiritual como en el que nuestro tiempo se encuentra, el desarrollo de la inteligencia espiritual abre horizontes nuevos e insospechados en el corazón mismo de la rutina diaria, de la inmediatez y del interés a corto plazo”[1]. Sin que se confunda con una cuestión religiosa, esta inteligencia pretende ser una alternativa al desierto espiritual que vivimos.
Para ejercer el poder desde los gobiernos u organizaciones se recurre a la inteligencia política desde la cual se analizan las variables para las decisiones de conducción de sociedades y está muy relacionada con la distribución del poder en las sectores públicos y privados[2].
Se habla también de la inteligencia intuitiva, llamada sexto sentido que sin saber la causa se toman decisiones acertadas. No tiene una estructura ni aparente lógica, pero si una aplicación muy concreta.
Muchos líderes militares y civiles han demostrado en victorias de campañas políticas o bélicas una inteligencia estratégica para derrotar a los contrincantes o enemigos con acciones geniales en avanzar en campos de batalla por la retaguardia o vanguardia y sus formas de ataques. No cualquiera posee ese tipo de inteligencia.
Sin embargo, la más común y extendida es el sentido común que es una inteligencia básica y lógica, que no significa tener grandes estudios o ser intelectuales para discernir y decidir lo más conveniente. Incorpora vivencias, experiencias, malicia, esperanzas y por eso se dice que el sentido común es el menos común de los sentidos. Hay personas mayores que no tuvieron la oportunidad de estudiar o asistir a una escuela, pero han desarrollado una sabiduría que muchas veces tiene igual o mayor relevancia que una persona estudiada. El estudio o no da totalmente sabiduría sino las experiencias de vida que desarrolla un sentido simple, lógica, honesto y directo.
Desde un inicio de la humanidad el ser humano creó la tecnología como herramienta de uso y extensión de las propias funciones del organismo. La tecnología es herramienta, aunque pareciera ser que estamos ante una tecnología que aspira a adquirir inteligencia, y si asi la concebimos, el siguiente paso sería que esa tecnología o máquinas tomaran decisiones por nosotros.
Y mientras, los humanos cada día y a toda hora, estamos más pegados, adictos y dependientes de pantallas, lo que representa un gran riesgo de perder las capacidades de conocer a través de la razón o inteligencia.
A la inteligencia humana, le hemos cambiado de apellido, y ahora queremos rebautizarla como inteligencia artificial, que significa falso, no natural, pero hecha por la mano del hombre, por lo tanto, parece absurdo crear tanta confusión con el término de inteligencia artificial que es producto del ser humano. Una máquina no tiene alma, ni sentimientos, ni genera afectos. Solo es eso, una máquina.
Entonces, no debemos confundirnos: detrás de la inteligencia artificial está la inteligencia humana. Esto ha planteado la necesidad de ahora analizar las inteligencias humanas que hay detrás de las artificiales[3], y según la expresión de Ramón López de Mántaras (TELOS 123) “la inteligencia artificial no es ni tan inteligente ni tan artificial” y considera que uno de los desafíos éticos que se le han presentado como profesor investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas en España es que un sistema de inteligencia artificial sea una caja negra y que no se sepa cómo funciona y que no tenga capacidad explicativa.
Artificial es lo fabricado por el ser humano como las máquinas, aunque la máquina no sabe lo que dice ni que habla con un humano. Es una inteligencia estadística, que establece correlaciones, según Andrés Ortega (TELOS 123).
El periodista Iván Gómez[4] en un intento por lograr una descripción de la inteligencia artificial en la misma plataforma de IA, y en una “entrevista” con el ChatGPT, le preguntó que si tuviera cuerpo ¿cómo sería? La respuesta que el dio el “robot”: no tengo la capacidad de experimentar sensaciones físicas ni tengo una imagen de mi mismo.
La otra pregunta: La gente piensa en ti como robot, ¿la apreciación es correcta?
Le responde ChatGPT: “Soy un lenguaje de modelo basado en inteligencia artificial, lo que significa que no tengo una conciencia o personalidad propia como un ser humano. Puedo procesar o generar lenguaje en respuesta a entradas de texto, pero no tengo emociones, sentimientos o conciencia propia”.
Entonces lo que sigue es evitar que la anemia invada nuestra inteligencia. Es la era de la robótica, pero el humano está por encima de los robot. Hay muchas funciones invaluables con la tecnología y con las redes sociales, pero son creaciones del ser humano. No debemos doblar las manos en lo que continúa en la revolución digital, porque es para bien utilizar. Es para el dominio humano y no que seamos esclavos de los inventos nuestros.
[1] TORRALBA, Francisco, (2022) Inteligencia espiritual, editorial Plataforma, Barcelona, España
[2] MONTAÑEZ D. Pascual (2003) Inteligencia Política. El poder creador en las organizaciones, ed. Prentice Hall, España
[3] BLANCO, Marañón Nerea (2023) Qué diría Aristóteles de la inteligencia artificial, TELOS 123, España
[4] GOMEZ, Iván (2023) Entre la expectativa y la realidad, Fin de Semana, 15-16 de abril de 2023, México