Según la Organización Internacional del Trabajo, aunque actualmente hay más jóvenes que parecen preferir mantenerse estudiando (que empezar a trabajar a una edad temprana), más de 200 millones de jóvenes de uno u otro sexo están desempleados o tienen un empleo pero son pobres.
Dice la OIT que, pese al aumento de la cantidad de matrículas escolares, hay millones de jóvenes que se encuentran sin empleo y sin oportunidades educativas, refiriendo que, a nivel mundial, “uno de cada cinco jóvenes es NINI, es decir, no trabaja ni participa en ningún programa de enseñanza o de formación”.
Es por eso que las Naciones Unidas enfatizan que la enseñanza y formación técnica y profesional puede -entre otras cosas- dotar a los jóvenes con las competencias necesarias para acceder al mundo laboral, incluidas competencias para el empleo por cuenta propia. Es, pues, a través de la enseñanza y la formación técnica y profesional la que puede ofrecer oportunidades para desarrollar aptitudes a personas poco cualificadas que están subempleadas o desempleadas, a jóvenes que están fuera de las instituciones educativas y a personas que ni trabajan, ni estudian ni reciben formación.
Entonces, en vísperas del Día Mundial de las Habilidades de la Juventud, es necesario recordar que, desde el 2021, luego la pandemia, la UNICEF advirtió que era momento de reimaginar las habilidades necesarias para un futuro social y productivo; es decir, que era momento de trabajar de manera conjunta (gobiernos, organismos internacionales, el sector privado y sociedad civil) para equipar a las y los adolescentes y jóvenes con las competencias necesarias para navegar con éxito las circunstancias cambiantes del contexto y mejorar su situación de vida actual y perspectivas del futuro.
Y es que, como bien lo dice la ONU, el mundo se enfrenta hoy a multitud de desafíos, muchos de los cuales afectan a las generaciones jóvenes, como los conflictos violentos que perturban la educación y la estabilidad, el entorno polarizado en las redes sociales que propicia la negatividad, y la persistente desigualdad económica que restringe las oportunidades. Es decir, problemas que amenazan no solo el futuro individual, sino también la estabilidad general de las sociedades.
Por eso -y muchas cosas más- que, a propósito del Día Mundial de las Habilidades de la Juventud, me uno al llamado de las Naciones unidas para concienciar sobre la importancia en invertir en el desarrollo de las habilidades de la juventud; o sea, para reconocer a los jóvenes como agentes catalizadores del cambio y que, “nada más por eso”, es crucial dotar a los jóvenes de las habilidades necesarias para fomentar una cultura de paz, formar ciudadanos.
A modo de llamado a la corresponsabilidad, finalizo citando lo dicho por el secretario general de la ONU, António Guterres: Hoy, y todos los días, trabajemos para transformar la educación, y asegurémonos de que la juventud tiene lo que necesita para adquirir las habilidades necesarias para forjar un futuro más pacífico y sostenible para todos.
Aída María Holguín Baeza
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