Lo primero que vi al llegar fue un humo desvaneciéndose, una camioneta totalmente calcinada con restos de cenizas dentro, sabía que en esa viajaban mi hija y nietos
Agencia Reforma
CDMX.– Lo primero que vi al llegar fue un humo desvaneciéndose, una camioneta totalmente calcinada con restos de cenizas dentro, sabía que en esa viajaban mi hija y nietos. Mi mecanismo de autodefensa fue no creer que lo que había, era lo que quedaba de mis seres más queridos.
Esperamos a las autoridades, pero no llegaban, después de un tiempo supimos que fue porque no tenían combustible para trasladarse; así que como pudimos, tomamos los restos de nuestros hijos y los resguardamos, no los íbamos a dejar solos nuevamente.
Estos hechos nos sacudieron como comunidad. Una vez más habíamos sido víctimas del crimen organizado. Padecíamos de nueva cuenta la demostración del salvajismo con la que actúan estos grupos, la incertidumbre nos invadía de nuevo, y no sabíamos qué seguiría.Después de su funeral, teníamos dos opciones, o nos escondíamos para sanar nuestras heridas o metíamos en la maleta nuestro duelo y emprendíamos un duro viaje para encontrar justicia; decidimos emprender la aventura sin saber cuántas puertas tendríamos que suplicar que se abrieran.
Lo demás es historia. En algún momento, la Comisión Nacional de Derechos Humanos nos dijo que no nos podía ayudar porque no éramos víctimas; de igual forma fuimos a los tribunales administrativos federales y es fecha que no nos quiere reconocer con esa calidad, por lo que no tenemos acceso a derechos como la reparación.
Pero en todo este camino, también hemos encontrado gente que lleva con total dignidad varios dolores, y que se han convertido en activistas sociales, que dieron el paso que se necesitaba para luchar por los demás, porque se dieron cuenta que no hay causas ajenas y dejar solo al hermano, tarde o temprano, te arrojaría a un profundo aislamiento.
Así que decidimos que la mejor forma de honrar la Memoria de Rhonita LeBarón y mis nietos era apoyar a otras víctimas, y conocí que en la desesperación también hay esperanza y eso nos dio un nuevo rumbo a la búsqueda de justicia, sabía que la mejor forma de no derrotarnos era acompañar a otras causas.
Esto no le gustó al anterior Presidente de la República, quien en una de sus mañaneras me calificó como “falsario” y la verdad me dolió, no por mí, sino que entendí que no dimensionaba la realidad que atravesaba el País, que sus promesas de justicia pasarían por el filtro de su percepción muy distorsionada de la realidad, y ahí todos perderíamos.
También por documentos oficiales supimos que el día de la masacre tenían el registro de 6 homicidios en Sonora, cuando de mi familia habían sido 9, y se sabía que se había dado un enfrentamiento en zonas cercanas, por lo que seguramente el número de muertos aumentaría, aun así sus “otros datos” estallaban la realidad, y de plumazo había borrado tres de nuestros muertos.
Al día de hoy, en el quinto aniversario de la masacre, no hay ningún sentenciado por la masacre. Las 4 sentencias que se han dado son por delincuencia organizada, 2 bajo procedimiento abreviado y 2 por juicio; pero por el homicidio, no existe ninguno.
Estamos pendientes de que se celebren audiencias intermedias, pero el Poder Judicial está en paro, entendemos su lucha y somos solidarios, porque actualmente este andamiaje del Estado está más que vulnerable.
Seguiremos caminando y manifestándonos, continuaremos ayudando a otras víctimas. Este 4 de noviembre para conmemorar la fecha de la masacre, caminaremos de Palacio Nacional hasta la Embajada de Estados Unidos a seguir buscando resquicios de justicia. A Dios hay que dejarlo sin excusas, y nosotros, estamos haciendo lo que nos toca, es por México.