Con la resolución de la Sala Superior del Trife, radicada en Guadalajara, quedó concluido el proceso de selección de aspirantes a jueces y magistrados, previo al paso final; las urnas. Ahorrémonos los detalles jurídicos, quedan para los nerds de litis y chicana, lo relevante de la sentencia es que deja fuera la lista que presentó la fracción parlamentaria de Morena en el Congreso local, creyendo que todo lo pueden. También me ahorro los nombres apuntados en la lista rechazada, son ampliamente conocidos en el gremio y además existe certeza de que muchos responden a intereses de un exgobernador marinado en viejos rencores y a un siniestro personaje avecindado en Barcelona.
Esos nombres ya no juegan, quedaron fuera despresurizando la tortuosa elección. Permanecen otros francamente incapaces para desempeñar el cargo o vinculados al régimen del populismo, inevitable. Pero las potenciales lenias o yazmines que aspiraban a quedarse con una sala y desde ahí asumir la justicia por consigna, fueron defenestradas por el órgano de justicia electoral. Su derrota legal es buena noticia para Chihuahua, nos permite advertir ciertos atisbos de profesionalismo en un escenario donde la Justicia quedó bajo ataque del régimen, ordenado desde el sexenio pasado por el expresidente de infeliz memoria.
Pongamos que la elección judicial en Chihuahua se aligeró, prevaleciendo mínimas garantías de sobriedad, gane quien gane. Sin embargo, una elección como la planeada es un entuerto peor que nudo gordiano, en este caso no hay espada de Alejandro que pueda desanudarlo ni de un tajo, ni de mil. Es un galimatías, un reborujo, una madeja de ixtle apretada bajo el agua, un enredo que terminó por atormentar lo mismo a participantes que a funcionarios electorales. Los candidatos no saben como hacer campaña, los del IEE siguen discutiendo las formas menos estresantes de organizar la votación.
No podrán, es la elección de los absurdos encadenados, desde la reforma hasta la votación, en eslabones retorcidos en orden progresivo de complejidad. No hay orilla, el formato es producto de un rencor nutrido en la vileza, lo diseñó López Obrador en su mente perversa, lo explicó a sus compinches garabateando sobre un papel arrugado y, en su megalomanía de resentido, exigió que sus instrucciones fuesen cumplidas sin cambios, ni de tiempo ni de forma. Estamos frente a la elección de la tómbola que ha sido el hazmereír del mundo.
Imposible que puedan organizala de manera mínimamente razonable, con cierta coherencia participativa. En cada boleta estarán inscritos decenas de nombres de jueces penales, civiles, mercantiles, familiares y cuanto juez tenga el Poder Judicial; magistrados de salas penales, civiles y siga contando especialidades. Votaremos (votarán, yo no iré a perder mi tiempo) también por lo que serán los nuevo órganos sensores, estatal y federal, por ministros de la Corte, magistrados de circuito y jueces federales. No es una boleta como las conocidas en elecciones partidistas, es un libro hecho boleta.
Los electores decidirán por número y colores sobre decenas de nombres que desconocen y que jamás han escuchado en su vida, haciendo de votos razonados misión imposible. Para votar en conciencia sería necesario un diplomado y disponer, por lo menos, de seis horas en casilla y la tenacidad ciudadana de cumplir por deber cívico. Hasta por razones de tiempo están limitados los electores, si el IFE calcula que cada voto tardará 20 minutos en ser emitido, es que será de por lo menos una hora. ¿Cuántas horas permanecerán las casillas abiertas?. Es un ridículo hasta para las mentes más optimistas o peor estructuradas.
Por supuesto, los agentes electorales del régimen soltarán su gato a retozar queriendo hacer ganar a sus favoritos, está en su ADN de vocación antidemocrática. No podrán, los conocidos operativos de acarreo son imprácticos en la elección judicial, su potencial clientela se confundiría hasta llevando acordeones digitales cuyo fin sería garantizar el voto por fulano o mengano. Es un desafío que ningún partido, incluso uno con toda la estructura electoral y el poder del gobierno, como el oficial, pueden resolver. Es material y humanamente imposible, por eso Cuauhtémoc Cárdenas ironizó, socarrón, diciendo que iría a votar si lograba entender como.
Tampoco es que pierdan el sueño o estén preocupados por inducir resultados, resolverán la votación de acuerdo a usos y costumbres de Morena; los funcionarios del INE, empezando por Taddei, todos adheridos al régimen, dirán quien ganó, con cuantos votos ganó y cual fue la participación ciudadana… sin ocuparse de los votos en casilla. Y si algún perdedor tiene la ingenuidad de apelar, el Tribunal Electoral desechará su recurso y la elección quedará sellada; el pueblo se pronunció, camaradas. El gobierno estatal debe hacer lo mismo, si acaso en acuerdo con Morena local. Repartirse sobre la mesa juzgados, salas y consejerías es la única solución a la sinrazón en que nos puso López Obrador. Sospecho que harán eso, empatar el cochupo federal como empataron la reforma. Quién, con autoridad moral, reclamaría.
El mítico laberinto del Minotauro tenía de solución la cuerda entregada al príncipe Teseo, vencedor del monstruo, por la hija de Minos, su enamorada; la elección urdida en la mente lagañosa del tlatoani es un acertijo irresoluble. Así la diseñó López Obrador porque no estaba pensando en la participación ciudadana, su propósito siempre fue cooptar al Poder Judicial, al que considera un estorbo a sus pretensiones absolutistas de poder. Como dije, no iré a votar, estaría prestándome a una farsa, una mentira, un vulgar y costoso engaño al pueblo mexicano. Pero celebremos desde ya, la Justicia mexicana está rodando en una tómbola.