Recientemente, la Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU, por sus siglas en inglés) publicó el Índice de Democracia 2024, destacando que, a pesar de un año electoral récord con más de la mitad de la población mundial acudiendo a las urnas, el índice ha mostrado un descenso significativo.
Basado en datos exhaustivos, el Índice de Democracia ofrece un análisis detallado de las tendencias políticas a nivel nacional, regional y mundial, examinando cómo la creciente insatisfacción con los modelos democráticos impulsa la demanda de nuevas formas de representación política e influye en la gobernanza, la formulación de políticas y el entorno operativo en general. Así, el estudio clasifica a los países según más de 60 indicadores en cinco factores: procesos electorales y pluralismo, funcionamiento del gobierno, participación política, cultura política y libertades civiles.
En ese contexto, la EIU señala que en 2024 la puntuación media del índice de democracia cayó a 5.17, el nivel más bajo desde su creación en 2006, frente al 5.23 registrado en 2023. Además, destaca que actualmente solo el 45% de la población mundial vive en una democracia.
Resultados alarmantes, pues reflejan el promedio global más bajo en las últimas dos décadas, confirmando que la calidad de la democracia sigue deteriorándose y cediendo terreno frente al autoritarismo: de los 165 países y dos territorios evaluados, solo 25 son democracias plenas (6.6% de la población mundial), 46 tienen democracias defectuosas (38.4%), 36 son “regímenes híbridos” (15.7%) que combinan la democracia electoral con tendencias autoritarias, y 60 son regímenes autoritarios (39.2%).
Respecto a América Latina y el Caribe, el puntaje regional descendió en 0.07, pasando de 5.68 a 5.61. La región cuenta con dos democracias plenas (Costa Rica y Uruguay), 10 democracias defectuosas, ocho regímenes híbridos y tres regímenes autoritarios (Cuba, Nicaragua y Venezuela).
En el caso de México, ocupa el puesto 84 en el ranking del Índice de Democracia 2024, con una puntuación de 5.32, clasificándolo -otra vez- como un “régimen híbrido” debido al debilitamiento institucional bajo el gobierno de AMLO.
Según el informe, el mandato deterioró las bases democráticas del país, afectando la libertad de los medios, erosionando organismos electorales y judiciales, y fortaleciendo el papel de las Fuerzas Armadas. A pesar de los altos niveles de aprobación de AMLO debido a sus políticas sociales y económicas dirigidas a los sectores más vulnerables, el panorama institucional sigue siendo incierto.
En este contexto, el mandato de Claudia Sheinbaum representa una encrucijada para el futuro democrático del país porque, si bien prometió continuar con las políticas sociales y económicas, los riesgos de que persistan prácticas autoritarias o el debilitamiento de las instituciones democráticas son elevados. Y sin un adecuado equilibrio entre el poder ejecutivo, los órganos autónomos y la sociedad civil, el retroceso en la calidad democrática seguramente continuará.
Ante este escenario de incertidumbre, a medida que observamos el deterioro de nuestras instituciones democráticas, no solo debemos preguntarnos qué está pasando, sino también qué podemos hacer al respecto. Y es que la democracia no se defiende ni se construye sólo desde el poder, sino desde cada uno de nosotros, contribuyendo al fortalecimiento de nuestras instituciones y a la protección de los valores que sustentan nuestra libertad y derechos.
A modo de llamado a la acción, finalizo parafraseando lo dicho alguna vez por el abogado y político alemán, Frank-Walter Steinmeier: “Necesitamos democracia, ¡pero ahora mismo la democracia nos necesita a nosotros! Necesita ciudadanos seguros de sí mismos, con confianza y determinación, sentido común y decencia, y que muestren solidaridad con los demás”.
Aída María Holguín Baeza
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