Acepto que me sorprendió la cantidad personajes conocidos de la izquierda militante y sus adláteres paleros, llamándose indignados en las redes sociales por las vallas desplegadas en protección de Palacio estatal y otros edificios históricos del Centro. Se tiran de los pelos, maldicen y patalean por el atrevimiento de amurallar el centro y “secuestrar” el antimonumento Cruz de Clavos, exigiendo respeto a la memoria de las víctimas, criticando el ostentoso gasto, calificando al gobierno de represor y el habitual bla, bla, bla enteramente conocido.
Es el segundo año que las montan y en el primero no reaccionaron con la vehemente beligerancia de hoy, lo tomaron con cierta normalidad, como aceptando la razón gubernamental de proteger el histórico inmueble. Este ocho de marzo no, concentraron su furia en redes de manera tan profusa, organizada y concurrente que su coordinación sugiere una mente directriz cuyo fin supera las motivaciones feministas, dejando ver pretensiones de golpeteo contra el gobierno local, al que tienen por conservador.
Eso lo entiendo, los colectivos feministas empoderados por Javier Corral declararon a Maru Campos su enemiga número uno desde que ganó la candidatura al gobierno. Recuerdo que, durante la campaña, desde Barcelona exigía encarcelarla a cualquier precio y en Chihuahua desplegaron todos sus alcances justificando la persecución del entonces gobernador. Es la lucha por el poder, les quitó sus beneficios, obvio quieren recuperarlos. Lo que no entiendo es su incongruente cinismo y falta de honestidad intelectual; concentran su sevicia contra las vallas del gobierno estatal e ignoran las del Gobierno Federal, siendo que allá pusieron el ejemplo.
Ni la menor critica al vallado de Palacio Nacional, nuestros colectivos chihuahuitas no escucharon el “No, no llegamos todas” que sonó estruendoso frente a las murallas desplegadas en el Zócalo. Allá con un agravante: el secuestro, ese sí, de Palacio Nacional. Antes cualquier mexicano podía pasear por sus patios y pasillos, desde que pertenece al pueblo sólo ingresan los empoderados del régimen y los millonarios a quienes tenía por minoría rapaz. El pueblo no puede ni acercarse, las vallas son permanentes.
Olvidan también que hace dos años un grupo de mercenarios, mujeres y hombres profesionales de la agitación social, fueron traídos a Chihuahua con pretensiones de causar destrozos al al edificio. Intentaron quemarlo y estuvieron a punto de conseguir el objetivo. ¿No es una de las primeras obligaciónes de todo gobernador, proteger la sede de su poder, del Poder Ejecutivo del Estado?. Ninguna revindicó aquellos hechos vandálicos, tiraron la piedra y escondieron la mano, incapaces de reconocerse como intolerantes generadoras de violencia social.
En la narrativa de la jornada otro cinismo, postulan con arrogancia pendenciera que llegó el momento de sacar al gobierno represor de Chihuahua, para instalar aquí el gobierno del pueblo. ¿Cómo?, aparte de las vallas permanentes y el secuestro de Palacio Nacional hay datos que también deciden ignorar por conveniencia o razones ideológicas. El sexenio de López Obrador terminó con un promedio de diez mujeres asesinadas al día, como ninguno tuvo casi 22 mil feminicidios durante el sexenio, cincuenta violaciones diarias, la violencia denunciada creció 130 por ciento. Aumentaron secuestros a mujeres y abusos en general, ¿ese régimen quieren para Chihuahua las ideólogas del feminismo?.
¿Dónde está la congruencia, dónde el compromiso de lucha en favor las mujeres?, ¿Con qué cara se solazan criticando al gobierno local mientras son cómplices, guardando silencio por el aumento de feminicidios, de violaciones contra la mujer?, ¿como creerles cuando callaron, en vez de levantar la voz contra presuntos violadores como Salgado Macedonio y Cuauhtémoc Blanco?. Allá solapan, acá condenan. Perfectas hipócritas, sus hechos dicen que la indignación es una farsa, montaje de protestas inducidas con fines oscuros, la vulgar politiquería nutrida en amargos apetitos de venganza contra quien las sacó del poder que mal usaron, negadas a reconocer el legitimo triunfo de una mujer.
Por convicción propia y formación de familia, crecí entre mujeres, estoy a favor de la equidad de género, del respeto a la mujer. Admiro a las madres de familia luchonas y entregadas a sus hijos. Me solidarizo con los legítimos movimientos por la igualdad, contra el maltrato en general. Siento enorme respeto por las madres buscadoras, las que buscando a sus hijas e hijos acaban de encontrar crematorios clandestinos en Jalisco. Odio a los irresponsables que hacen lo imposible por negar la pensión y a los jefes acosadores que aprovechan su posición contra ellas. Repruebo la simulación oficial de narrativa feminista, mientras aumentan asesinatos, violaciones, acoso, maltratos.
Me inspiran las historias de mujeres valerosas de todos los tiempos: Marie Curie, Eleanor Roosevelt, las hermanas Mirabal, Sor Juana, Norma Piña, las sufragistas, Marisela Escobedo, Irma Campos, Isabel Miranda y junto a ellas cientos de miles que dejaron y siguen dejando testimonio de vida invaluable en las artes, la ciencia, el deporte, la política, la economía, los negocios. Pero no me pidan que respete a quienes son parciales y selectivas en la lucha eterna de la mujer por hacerse respetar en sociedades dominadas por varones. Esas mujeres son oportunistas del movimiento y con frecuencia traidoras, indignas trepadoras de la causa.
Son las modernas vestales, sacerdotisas romanas responsables de cuidar el fuego eterno de la Ciudad y mantenerse puras, a cambio de privilegios, estatus y poder. Eran respetadas, intocadas, con enormes ventajas en una sociedad de hombres y militarismo donde las mujeres no tenían derecho ni a la propiedad. Pero como todo en Roma hacia los largos años de su decadencia, corrompieron el culto descuidando sus deberes y abusando de su poder, hasta terminar proscritas.
El ser mujer no implica bondad en si mismo, ni virtud o decencia por definición. Decenas de mujeres han llegado a puestos altos de poder sólo para traicionar al género y servirse a sus anchas, como también las hay muy dignas, altamente eficientes y comprometidas. En una lucha de géneros pierde la humanidad; en el odio contra el gobierno, pierde la sociedad; en la politiquería trepadora, ganan pocas y son usadas muchas. El camino es la comprensión, el respeto mutuo, la empatía. Ahí ganamos todos, ¿que beneficios ha traído la conducta violenta de los últimos años? Ninguno, las violentas no quieren avanzar en la lucha, sus motivaciones son personales, políticas o económicas, pero sólo pensando en ellas. La causa, pos es la causa, motivos siempre habrá.