Destruimos, pero no construimos,
derribamos y no reparamos,
destrozamos, pero no reparamos.
Llegó el niño corriendo a su casa a decirle a su mamá que en la escuela le pidieron un disfraz de castor para participar en un evento escolar y la madre, esa misma tarde hizo un recorrido por los establecimientos de renta de disfraces buscando el de un castor.
Por fin lo encontró y lo rentó. Al día siguiente cuando iban a la escuela, la sorpresa de la madre fue mayúscula cuando su hijo iba feliz, en el asiento de atrás, cantando a todo pulmón: “vamos castores vamos, vamos a Belén…”
En ese momento la madre dio una frenada y se percató que su hijo oyó mal en los ensayos del villancico navideño, y en lugar de pastores, repetía y repetía castores…
La fuerza de la palabra está en el concepto y el significado, la intención y el uso.
Cambiar las palabras es cambiar el sentido y sobre todo dar otro giro, a veces, totalmente diferente, aunque rimen como castores y pastores, pero son cosas totalmente diferentes.
Si la verdad ha pasado a ser posverdad, o sea, la libre interpretación de manera caprichosa y arbitraria a cambiar la realidad a nuestro antojo, también las palabras y los conceptos se han ido acomodando a lo que nos conviene.
En eso han incidido como nunca los populismos que van imponiendo neologismos -palabras nuevas- o cambian el sentido del término a su conveniencia. Crean su propio lenguaje, sus palabras, sus propios datos como decía López Obrador o Donald Trump creando “otras alternativas de realidad”. Creen tener la capacidad y poder de cambiar lo que no les gusta o darle otro sentido.
Eso, por un lado. Luego, desde hace tiempo, la era de la tecnología nos ha enseñado que la información representa la realidad, o al menos, es el valor que le hemos dado, haciendo a un lado la veracidad, tradición e historia. Es afán de querer eliminar todo lo anterior, creando un vacío y confusión. Después viene la confusión o tentación de borrar -de buena o mala fe- los hechos, significados y símbolos.
Una sociedad sin el significado correcto de los eventos y con la precisión de las palabras, es un barco a la deriva, que no sabe dónde puede atracar, si es que antes no naufraga. Destruimos, pero no construimos, derribamos y no reparamos, destrozamos y no reparamos.
En el reciente libro Nexus[1], el autor dice que “la desinformación es una mentira deliberada que se produce cuando alguien pretende distorsionar conscientemente nuestra visión de la realidad”.
Hace años, desde el inicio del mes de diciembre se desatan reuniones y festejos en oficinas, grupos de amigos y familias que con agrado se reencuentran para convivir con motivo de la Natividad o Navidad. La palabra natividad es tomado del latín nativus, que significa “que nace o nacido”. Y obvio, las celebraciones en temporada navideña son por el símbolo de un nacimiento del fundador del cristianismo.
Los nacimientos que se instalan en la época navideña fueron creados por San Francisco de Asís en 1223, en un esfuerzo por escenificar y promover el verdadero sentido de la Navidad y ser parte de la tradición para recordar en todo el mundo, o al menos, a quienes profesan el cristianismo.
Y la tradición popular que encierra ese símbolo es que los padres de Jesús anduvieron pidiendo posada en varias partes para tener un lugar de posada donde naciera el niño que venía en camino. De ahí las famosas “posadas” que son cánticos en torno a los padres de Jesús, de brindar hospitalidad a los peregrinos.
Una posada es un festejo tradicional que se realiza nueve días antes de la Navidad, es decir del 16 al 24 de diciembre. Cada uno de los nueve días representa un valor como humildad, fortaleza, desapego, caridad, confianza, justicia, pureza, alegría y generosidad. La tradición original es que salen a las calles a realizar el “peregrinaje” que consiste en visitar nueve casas, una por día, hasta encontrar la casa donde se les dé posada y cobijo. Al ser una tradición católica, los peregrinos siguen una estatua que puede ser de la figura de María, José, un ángel o un burrito; además, se acompaña de cantos populares y rezos.
¿Acaso hemos visto esto en alguna de las “posadas” de estas fechas? ¿hay alguna relación entre las fiestas que llaman posada, pero no tienen nada de una verdadera posada?
Esa es una de las confusiones o mal uso del lenguaje. Una posada debe ser una posada y una fiesta navideña es una fiesta y punto. ¿Para qué tergiversar o cambiar el sentido y el nombre de los eventos?
Cada vez que nos inviten a una “posada” hay que preguntar primero quien va a llevar a San José o a la Virgen María. En qué casa se pedirá posada, quiénes estarán dentro o fuera de la casa.
Lamentablemente, solo se pregunta quién va a llevar el pisto, quien las botanas o quién las aguas minerales y el hielo.
Del catecismo didáctico a la formación de una fe, del respeto a una creencia, independientemente que no se esté de acuerdo o se tenga otra religión o que sea agnóstico, es importante recuperar el sentido del símbolo. Tantas cosas se han ido perdiendo al cambiar las palabras y por lo tanto la interpretación y sentido, que nos vamos quedando más vacíos.
Ahora que tantas instancias y grupos exigen tolerancia, también es momento de guardar respeto y tolerar a una fe y tradición que se ha ido pasando de generación en generación, porque la celebración y festejo de la Navidad ha cambiado radicalmente. Y más, la hemos cambiado.
La Navidad la hemos convertido, con claro interés consumista, de recuperar lo que no se logró vender durante el año. Ahora a cualquier evento de un antro en diciembre le llaman posada. Nos damos de topes en la cabeza y desaforados buscando regalos, como si solo eso fuera la festividad.
El cambio radical que se la ha dado a la palabra posada es de cena, pachanga y por supuesto, que esté presente el alcohol. El festejado de la fiesta no está presente porque ni siquiera es invitado.
Ya no es el motivo de reunión familiar donde el centro del festejo sea el que va a nacer. Ya ni siquiera en un bautizo, el niño deja de tener un punto de atención.
¿Alguien conoce una de esas llamadas posadas, donde nadie se apunte con bebidas alcohólicas?
Por todos lados hay reuniones familiares en fechas navideñas. Hay cenas y fiestas que con el motivo de la Navidad se hacen, pero no es correcto llamarles posadas porque no son posadas en el sentido original.
Por supuesto que quien no esté de acuerdo con usar los términos correctos, pues que no lo haga ni hay la obligación, pero mínimo que le digan pan al pan, y vino al vino.
Se habla de una noche de paz y amor y resulta que se disparan los accidentes y hechos violentos callejeros. La ingesta de bebidas alcohólicas se eleva a problemas de crisis de salud. A eso no se le puede estar llamando “posadas” o “posaditas”.
Que las llamadas posadas no se conviertan en sinónimo de borrachera. O si se toma, porque cada uno es libre de tomar lo que guste y sea su responsabilidad, pero no sea el pretexto de andar en una posada.
Si vamos a una posada, que sea una posada. Que si vamos a una fiesta con motivo de la Navidad para compartir con amigos y familiares, llamarle fiesta o festejo.
La palabra es la palabra y debemos devolverle el valor del significado. No jugar o acomodar a nuestra conveniencia a cosas que ni sentimos ni nos interesa. De no hacerlo, avanzaremos más a la posverdad, a querer acomodar la realidad a nuestro gusto o disgusto.
Para darnos una idea del abuso a esas festividades, es lo que hace poco decidió el dictador venezolano Nicolás Maduro, después de haber quedado en seria duda ante el escenario internacional de haber ganado limpia y transparentemente su enésima reelección y al negarse categóricamente a mostrar las actas electorales que comprobara su supuesto triunfo, se fue por la salida absurda de adelantar el festejo de la Navidad para el 1 de octubre, en lugar del 24 de diciembre, para distraer las protestas y repartir ayuda y comida en los barrios.
Maduro determinó como decreto: “Arranca la Navidad el 1 de octubre. Para todos y todas, llegó la Navidad, con paz, felicidad y seguridad”. Durante las semanas previas a las fiestas de diciembre, el Gobierno chavista suele intensificar el reparto de ayudas y bolsas de comida en los barrios, incluyendo los perniles o jamones, que durante los peores años de la crisis económica se convirtieron en el producto más esperado de las cajas de los llamados Comités Locales de Abastecimiento y Producción[2].
Que tengamos una Navidad alegre, congruente y en sintonía con el significado de esta festividad. Si queremos divertirnos, reunirnos con otro motivo, pues también digamos salud, pero no le llamemos posada a lo que no es.
Muy feliz Navidad para todos
[1] HARARI, Yuval Noah, (2024) Nexus, editorial Debate, México
[2] https://elpais.com/america/2024-09-03/maduro-decreta-el-adelanto-de-la-navidad-para-el-1-de-octubre.html