Encontré más agrio que dulce el mensaje de Claudia Sheinbaum, al protestar el cargo de presidenta. Nunca esperaba un posicionamiento distanciándose del antecesor; tampoco que dedicara tanto espacio a lisonjearlo. Siendo ya presidenta en funciones, con los resortes del poder en sus manos, era innecesario el alto grado de adulación, como excedidos los abrazos y despedidas con efusivos besos en un evento estrictamente republicano. Pudieron reservarlos para una comida en privado.
Quizás el grado de complicidad o subordinación sea mayor al que uno imagina desde la periferia, es difícil comprender como se obligó a mentir en el discurso más importante de su vida con el sofisma de que a López Obrador ya lo juzgó la historia. Falso, lo hemos juzgado sus críticos y sus devotos, cada uno con posiciones notablemente confrontadas. Quiero pensar en que al decirle “hasta siempre hermano, amigo, compañero” es un atisbo de “usted ya cumplió, sigo yo”. Incierto, también encontré ofensivo el estribillo del “honor con López Obrador” entonado por los duros, claramente confrontado con el de “presidenta, presidenta”. Debe calar en los ánimos de ella, la regla general es que muerto el rey, viva el rey y éste es un rey que se niega a “morir”.
Veo con tristeza que miente con el mismo cinismo y estridencia que su antecesor, defendiendo decisiones contrarias a la izquierda histórica y al humanismo que proclaman: “quien crea que la Guardia Nacional estando en manos de la Secretaría de la Defensa Nacional es militarización, está equivocado”. Negar la militarización por un acto de autoridad, por que lo digo yo, es ofender al sentido común de los mexicanos. La militarización está en puertos, aeropuertos, centrales camioneras, fronteras, carreteras nacionales, decenas de nuevos cuarteles a lo largo y ancho del territorio nacional, en la obra pública. Está en calles y callejones, plazas y plazuelas del país.
Mintió también con el tema del Poder Judicial, cuando dice que una reforma como la de Zedillo hubiese sido más fácil y garantizado el control del presidente sobre los ministros, argumentando con la demagogia de será el pueblo quien los elija. Ella sabe que es falso, en el mejor de los casos el pueblo elegirá entre candidatos propuestos por el Ejecutivo, Legislativo y Judicial, es decir propuestos por el régimen. Zedillo independizó la Corte, negándose a proponer candidatos a ministros, la reforma del Plan C subordina a jueces, magistrados y ministros al presidente en turno, es decir a ella en los próximos seis años.
Lamento también que, a doce años desde Felipe Calderón, sigan invocando su fantasma para justificar los desaciertos criminales en seguridad. En el gobierno que terminó ayer presumieron el combate a las causas y la presidente prometió que seguirían así en su gobierno, ¿en serio?. Privilegiando el combate a las causas llegaron casi a 200 mil muertes en el sexenio (más que los dos gobiernos del PAN), alrededor de cincuenta mil desaparecidos, aumentaron los feminicidios, perdimos control en un tercio del territorio nacional, aumentó la extorsión y los impuestos de sangre crecieron como nunca. ¿Con esa política de las causas piensa seguir el nuevo gobierno?. Ojalá sea sólo en declaraciones, mantener la cómplice inacción sería desastroso.
Termino la parte que no me gustó citando lo que a mi juicio fueron los tres grandes elefantes en el recinto del Congreso: inseguridad, Salud, encono social. Mencionó el primero en tan sólo tres líneas, con el absurdo de las causas y responsabilizando al pasado distante; al segundo junto con educación, para decir demagógicamente que no son mercancía sino derechos; y el tercero francamente decidió ignorarlo, cuando es una de las heridas más dolorosas que deja el anterior presidente. Sobre el encono social ni media palabra, con buena voluntad, a lo más, podemos decir que invocó el tema cuando ofreció, cerrando su discurso, “gobernar para todas y todos”, lo que no es gracia sino obligación de todo mandatario.
Entiendo y me parece correcto que pondere los mejores indicadores, justificando su apología por el país de los “otros datos”. Lo hizo en forma de preguntas: ¿Cómo es que 9.5 millones de mexicanos salieron de la pobreza en seis años?”, “¿cómo es que sin subir impuestos se redujeron las desigualdades?”, “¿cómo es que somos uno de los países con menos desempleo?”, “¿cómo es que hay más bienestar y al mismo tiempo ganaron más los empresarios y los bancos?”, “¿cómo es que aumentó el salario y no subió la inflación?”. Esta bien, hay que decirlo, pero el empleo viene desde gobiernos anteriores, la deuda creció al 6.5 por ciento del PIB, la más grande en 30 años, mientras que el crecimiento económico fue el menor desde Miguel de la Madrid. Esos indicadores neoliberales que presumió pudieron ser mucho mejores, pero las decisiones ideológicas los frenaron.
Me gustó mucho el énfasis que puso en materia económica. Ofreció certeza de que las inversiones de accionistas nacionales y extranjeros estarán seguras en nuestro país, garantizó independencia del Banco de México, prometió una política fiscal responsable, aseguró que mantendrá una proporción razonable entre deuda y PIB (quedó sin espacio para incrementarla), se comprometió a aprovechar la relación del TLC con Estados Unidos y Canadá para “seguir” (en los hechos lo han frenado) impulsando la relocalización. Son mensajes intentando tranquilizar a los nerviosos inversionistas extranjeros, dice lo que quieren escuchar, falta que cumpla. Lo que ofreció en economía es la esencia del “condenado neoliberalismo”, pero hay que cuidar esos indicadores o el país caería en brutal retroceso económico, con daños severos al bienestar de los que menos tienen. El otro tema alentador es la ecología y las energías limpias, donde Pemex ni Dos Bocas fueron mencionados.
Intentando ser optimista, quiero pensar en que su discurso en general causó buena impresión en los inversionistas e insinuó cierto deslinde del presidente que la trajo de su títere durante la transición. Confío en que progresivamente irá imponiendo su carácter y lo hará por el bien del país, pensar en contrario sería caer en desanimo prematuro por los apapachos, besos grotescos y las lisonjas con que abrió. Se ha ido el peor presidente en la historia y el país lo sobrevivió, Sheinbaum tiene la oportunidad de revertir sus locuras. Confío en que lo hará.