Una esposa atribulada ve con tristeza cómo
una pequeña pantalla le ha
ganado la batalla del amor y la atención
En una novela, que por ser producto de la imaginación no deja de tener una pizca de realidad, la mujer reclamó el divorcio a su marido por exceso del uso del teléfono celular. El juzgador en un principio no entendía la razón invocada para deshacer el contrato del matrimonio porque no encontraba las causales tradicional como adulterio, infidelidad, violencia intrafamiliar o abandono del hogar.
La mujer invocó que su marido la ignoraba por las noches, que sentía entre los dos un tercer “elemento” que se interponía en lo que había sido una relación amorosa y de atracción natural, pero que el atractivo físico y sexual que disfrutaba como pareja se había diluido, y lo que el famoso sex appel era suplantado por un aparato celular que su marido tenia en sus manos. A la hora de acostarse el marido no soltaba el teléfono viendo, escribiendo y contestando mensajitos. Mientras que la mujer, probando con diferentes atuendos llamativos y provocadores no lograba ni siquiera que el hombre volteara a verla.
Podría pasar media hora, dos horas o más, hasta que la mujer caía rendida de sueño, decepcionada de ser vencida por un pequeño aparato. O en ocasiones, el hombre caía primero, sin el menor ánimo de cumplir con las expectativas de su pareja. Las redes sociales lo dejaban exhausto, cansado y con un mundo lejano y ajeno a lo que tenía a un lado en su cama.
Definitivamente, el teléfono celular, aunque sea una máquina se ha convertido en una parte del organismo en lo físico, emocional y lúdico. Es el aparato que nos vuela la cabeza porque las neuronas que nos conectaban para diferentes actividades y pensamientos ahora están limitadas a las conexiones para estar en y con las redes sociales.
Dulce entretenimiento que nos une con otras personas a distancia, pero también marca distancia y nos aísla de la gente que nos rodea. Entre el saldo negativo de los años de encierro por la pandemia hay dos costos muy claros: se han desarrollado cuadros que afectan la salud mental por haber estado separados de amigos, oficina, escuela y familiares y aumentamos el promedio de uso del celular al día hasta en 6 horas diarias.
Ese promedio refleja claramente que hay un cambio sustancial en las relaciones humanas que ha llegado a trastocar las relaciones en las parejas. El celular es el gran irruptor en la mesa familiar, en la sala y cocina, en el trabajo y en la calle. El teléfono está matando el sex appel en las parejas, porque exige una gran atención en la pantalla y un descuido e indiferencia hasta con quienes dormimos.
En muchos matrimonios, uno de los dos, o a veces, los dos integrantes, están estrenando pareja, porque los contenidos los transporta a otros lugares y con otras personas. Y esa nueva pareja es posesiva y absorbente porque reclama dormir con ellos a un lado. No somos capaces de desprendernos del teléfono ni para dormir y todavía en la noche cuando despertamos lo revisamos para ver si esa pareja se le ofrece algo, Exige nuestra atención despertándonos mientras contamina el cerebro y el organismo con radiaciones que al poco tiempo nos cobrará en salud física y mental.
Esa nueva pareja, después de dormir juntos, nos hace llevarla a todas partes. La tenemos que llevar al baño, a hacer ejercicio, caminar o correr, al trabajar u oficina, fiestas y ahora es la nueva pareja en la cama.
El intruso al que se le da espacio en la cama, aparte de la distracción de la atención se ha convertido en un receptor y evaluador de emociones que nos acepta o rechaza conforme vemos los mensajes.
Si antes había decepciones amorosas ahora sufrimos porque nos bloquearon y cargamos todo el día con la angustia de que el mensaje que mandamos sigue apareciendo solo con “una palomita” que significa que no ha sido recibido y la primera esperanza es que tal vez el teléfono al que lo enviamos está apagado, pero después de varios días de seguir asi concluimos que hemos sido rechazados o que no interesa nuestra comunicación y viene la patética conclusión: “me han bloqueado…”, que en el mundo digital significaría “soy un fracasado”, “no me quieren”, “soy rechazado”.
La segunda esperanza es que, si se fue el mensaje, llegó al destinatario y se ponen dos palomitas, pero mientras no cambien de color, significa que no lo ha visto, no lo ha abierto. Y otro tanto de adrenalina, buscando explicación o al menos una justificación.
Entonces, nuestras emociones dependen de una pequeña máquina que nos va marcando con colores, “deditos”, dibujos, palomitas, caritas o sonidos cómo reaccionar anímicamente. El corazón palpita por una pantalla, ama y odia por ese medio. Acepta o rechaza, es aceptado o rechazado y encadena esos sentimientos desde las primeras horas del día hasta las últimas en que nos quedamos dormidos, a reserva de estar revisando esa pantalla esclavizadora en varias ocasiones en la noche y madrugada.
Triste y desafortunada condición que vivimos en estos tiempos sin contar de que las redes sociales son el nuevo escaparte de la pornografía, otro factor que ha dañado las relaciones en matrimonios.
Mientras la esposa atribulada se desgasta en suposiciones, sospechas o fantasías de lo que atrae poderosamente a su hombre en esa pequeña pantalla que le ha ganado la batalla del amor y la atención. Tampoco podía recurrir al hijo adolescente encerrado en su habitación entretenido con los dos grandes entretenimientos lúdicos que son reyes en las redes sociales de muchos jovencitos: sexo y tik tok.
Ante este panorama, la esposa ofendida y abandonada por el marido que prefirió el celular a su mujer logró que el juez declarara la disolución del matrimonio porque simplemente ya no había convivencia ni comunicación. El celular había ganado a la ropa cautivadora y seductora, a una supuesta cena romántica porque ahí también estaba presente en la mesa el celular y al momento que pudieran tener una relación íntima, porque el marido estaba prendido del teléfono.
El juez decretó el divorcio por distracción e ignorar a la pareja. Raro, pero cierto que una herramienta deshaga matrimonios, desbarate relaciones amorosas de años y, sobre todo, ofenda y atente contra la dignidad humana. Esta escena es peor que recibir insultos u ofensas pues va más allá del daño en el autoestima. Ser ignorado o inadvertido por una persona que tenemos a un lado es para pedir la anulación del matrimonio. Resulta triste que la pareja toque más veces al celular y lo cubra y proteja con sus manos que a su pareja, que el haga más caso a ese aparato frio, luminoso, pero altamente controlador y celoso.
Una de las causales de divorcio muy socorrida era la incompatibilidad de caracteres por no coincidir en muchos aspectos y tener diferentes enfoques de la vida. Hoy sería por incompatibilidad por el uso del teléfono a todas horas o falta de sincronía en los horarios y circunstancias de cuando estar prendidos al teléfono y asi ignorarse mutuamente.
También entre los tipos de divorcio que la ley establece está el llamado divorcio incausado, o sea que no existe una causa especifica y no se señala alguna razón en especial. Simplemente ya no quieren estar juntos. O también el de común acuerdo o divorcio voluntario y hasta el divorcio contencioso que es el más complicado porque uno de los dos no está de acuerdo con la disolución matrimonial y se opone a la disolución.
Por ejemplo, en México, según las últimas estadísticas de las principales causas de divorcio está el 66.5 por ciento por divorcio incausado y el 31.7 por ciento por mutuo consentimiento y las edades promedio para ese paso es del 40.6 años en las mujeres y de 43 años en los hombres, sin embargo, desde 1986 a la fecha, los divorcios en México han crecido 4 veces.
Conclusión: después de conocer la sentencia del divorcio, el idiota esposo ni siquiera se inmutó y levantando los brazos gritó que ahora sí tendría tiempo suficiente para ver “que llega por el celular”.