Luego del descubrimiento y conquista de la Nueva España, la Corona Española ejerció su dominio dividiendo a la población en “castas”
Las peores atrocidades de la historia se han cometido en aras de una supuesta supremacía humana, social, económica o política, por quienes se consideran “especiales”, “puros” o de un linaje único, inigualable, intentando establecer así privilegios o canonjías distintas a las del resto de sus congéneres, y esa idea ha sido rechazada tajantemente por la sociedad en su conjunto a lo largo de la historia.
Luego del descubrimiento y conquista de la Nueva España, la Corona Española ejerció su dominio dividiendo a la población en “castas”, que no eran otra cosa más que grupos sociales que se clasificaban por la ascendencia directa, el color de la piel y la relación entre las distintas etnias. El objetivo de esta división en castas fue identificar y registrar la identidad de los linajes para censarlos en diferentes repúblicas, según sus servicios y privilegios. Las castas también fueron un método de control social y un intento de limitar el poder de los criollos.
Las principales castas de la Nueva España eran: Blancos, españoles peninsulares o nacidos en América; Indios, habitantes originarios de América; Negros, esclavos traídos de África; Mestizos, descendientes de blancos y de indios; Mulatos, descendientes de mulatos y de negros; Zambos, descendientes de negros e indígenas; Castizo, hijo de mestizo y española; Morisco, hijo de mulato con española; Coyote o Cholo, hijo de mestizo e indígena; Chino, hijo de mulato e indígena.
En el INAH existe una obra pictórica denominada cuadro “de castas” o “escenas de mestizaje”, cuya factura predominó a lo largo del siglo XVIII en México, probablemente a partir de la influencia de las ideas de los Ilustrados, y en un afán por clasificar y dar a conocer en Europa la naturaleza humana de los habitantes de las tierras americanas.
“Está formado por una serie de pequeños recuadros en los cuales se representa una pareja formada por un hombre y una mujer, y un hijo o hija, para ilustrar el mestizaje que se dio entre los variados grupos étnicos que conformaron la sociedad novohispana, fundamentalmente indígenas, españoles y africanos. Los personajes aparecen sobre un fondo neutro y visten trajes característicos de cada grupo social, de acuerdo con su posición económica y su categoría dentro de la jerarquía social de aquella época. Debajo de cada recuadro, como es costumbre en estos lienzos, puede observarse una leyenda con el nombre de la casta, que hace alusión al origen étnico de cada uno de los sujetos representados. Su formato corresponde a una variante en la acostumbrada representación, que casi siempre consistía en un cuadro de grandes dimensiones para cada escena de mestizaje”. (Cuadro de Castas, INAH, óleo sobre tela, anónimo, siglo XVIII, https://tinyurl.com/263cmlvp)
Mussolini, Hitler, Franco y hasta El Che Guevara han sido tan solo algunos de los nefastos personajes que, encabezando la bandera de una supuesta supremacía de clases sociales o de razas o castas, han cometido las más grandes barbaries que la historia registra. Definitivamente su paso por este mundo y sus conjeturadas luchas no nos trajeron nada bueno a la humanidad.
Viene a cuento esta reflexión porque hoy, en Morena, el partido hegemónico en el poder se gesta a nivel nacional todo un movimiento que tiene que ver con ese sentimiento o creencia de pureza, de originalidad o de prevalencia única, una especie de retroceso social en la mente y creencias de las personas, porque resulta que, al más puro estilo de las “castas” en la Nueva España, los morenistas que fundaron el partido creen que esa es razón suficiente, única y poderosa para obtener cargos partidistas o de gobierno, por encima incluso de capacidades o habilidades técnicas o académicas, lo que, por supuesto, es un sinsentido absoluto.
Y por supuesto que Chihuahua no es la excepción dentro de todo este movimiento nacional de Morena, es más, me atrevería a pensar que aquí fue una de las entidades en las que esta inquietud empezó a tomar forma y a replicarse en otras latitudes.
Se hacen llamar “Los de abajo”, y le han hecho la vida imposible a neomorenistas de reciente cuño, y a otros que de plano ni siquiera los han dejado entrar, exigiendo a su partido a sus dirigentes que volteen a verlos a ellos, a los fundadores, a los originales, a los cuasi dueños del partido. Es evidente la ironía y el sarcasmo.
Su argumentación es tan endeble como falaz, porque construir algo no te da ningún derecho a después apropiarte de eso que se construyó, eso cualquiera lo sabe. Es como si los trabajadores de la construcción, incluidos arquitecto e ingenieros, una vez terminado el edificio construido, pretendieran adueñarse del mismo, o tomar decisiones con respecto a su destino, uso o disposición, eso es completamente absurdo.
Todas las organizaciones en el mundo sean privadas, públicas, empresariales, sociales o del tipo que sean, están reclutando todo el tiempo a personas con capacidades, habilidades, conocimientos, experiencia y formación que contribuyan en forma determinante al logro de sus objetivos, todo el tiempo se hace eso.
Desde luego que los partidos políticos no deben ser la excepción a esa máxima del desarrollo de las organizaciones, incluso hay empresas u organismos mundiales que, cada determinado tiempo realizan un programa intensivo de reclutamiento de personas externas a la organización, precisamente como una estrategia que “inyecte” sangre nueva a la estructura.
Si bien es cierto que los programas internos de desarrollo en cualquier organización son importantes, para fortalecer la identidad de sus integrantes y colaboradores, también lo es que la inclusión de externos no acaba con eso, es decir, una cosa no excluye a la otra sino por el contrario, se complementan.
Por todo ello resulta inexplicable y hasta preocupante esa tendencia dentro del partido gobernante, en la que los fundadores pretenden asumirse como “puros”, “únicos” y “originales”, para exigir privilegios y prebendas que no han obtenido por méritos o capacidades que otros, externos, sí han mostrado o demostrado.
Por ejemplo, hoy todo mundo habla de la fuerza, penetración y arraigo que tiene Morena en Ciudad Juárez, único bastión en el estado, pero nadie habla de que fue el exalcalde independiente Armando Cabada Alvídrez quien, prácticamente al final de su segunda administración, se decantó por esta opción política renunciando así a su opción y derecho de postular otro candidato o candidata independiente, con lo literalmente abrió las puertas de la ciudad a ese partido, eso nadie lo dice.
Tampoco nadie dice que en 2016, el actual alcalde Cruz Pérez Cuéllar ganó para Morena la senaduría de tierra, la que se debe obtener por votos y no por ir en primer lugar de la fórmula, y que todo ese tiempo como senador de la República siempre estuvo al pie del cañón en apoyo a su partido, esas cosas no se dicen, es mejor descalificarlos y acusarlos de arribistas o chapulines pero no de lo que han hecho por Morena.
Las elecciones se ganan con votos, con votos constantes y sonantes en las urnas, con operación política efectiva, Cabada y Pérez Cuéllar le han asegurado a Morena votos para obtener importantes triunfos electorales en el estado, eso es así de sencillo, así de simple y así de verdadero. Nadie lo puede negar.
En cambio, otras opciones de las que se asumen como “los de abajo”, los fundadores, los puros, solo derrotas electorales le han dado a su partido ¿qué reclaman entonces? ¿El derecho a exterminar el partido que según ayudaron a construir? O sea, ¿se trata de destruir lo que ellos dicen que construyeron? Prefieren destruir su partido que aceptar a externos que llegan a sumar ¡Valientes fundadores!
Ese movimiento es a nivel nacional, en esta ocasión me ocupé solo de lo que compete a Chihuahua por obvias razones, pero de verdad que preocupa mucho, como sociedad, como ciudadano, como periodista, que justo dentro del partido en el poder se estén generando este tipo de movimientos, profundamente sectarios, profundamente racistas y discriminatorios, porque pronto, muy pronto, podrían caer en la tentación de llevarlos a la escena social y regresarnos a la época de las “castas” de la Nueva España, y eso, eso sería terrible. Inimaginable.