Hay un daltonismo ciudadano:
no distinguen y ni les
interesan los colores
¿Qué está pasado con los chihuahuenses que de pronto están en la izquierda y luego brincan a la derecha o de la derecha a la izquierda en fracción de segundos? ¿Lo harán inconscientemente, por desconocimiento, a propósito, o sólo para molestar a los demás?
Esto no pasaba hace años.
Suceden cosas como si se tratara de personas de otros lados, con otras reglas y costumbres. Vamos por la vida dando bandazos de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, tomamos decisiones sorpresivas sin avisar, ocupamos espacios reservados para otros, nos posesionamos de espacios ajenos, reaccionamos de manera violenta si alguien nos pregunta por qué cambiamos de una posición a otra. Y lo más grave es que ya nadie dice nada.
Hay confusión de la diestra con la siniestra, de la derecha con la izquierda y ni siquiera ubican el centro porque simplemente no pueden ver los límites de una u otra posición. Pensamos que lo único importante es ir hacia el frente ignorando a los otros.
De pronto surgió una enfermedad altamente contagiosa entre los ciudadanos que es daltonismo crónico y necio, incapaces de reconocerlo y mucho menos con la intención de remediarlo. Aunque estén bien marcados los colores se resisten a verlos o lo más grave ignoran qué significan y lo más lamentable es que los desprecian con arrogancia o prepotencia. Y si alguien les corrige de su daltonismo, se molestan o presumen otra deficiencia de otro sentido: una sordera selectiva. No ven, no oyen y no aceptan una recomendación.
Ven los colores amarillo, azul, verde y rojo y fingen no verlos, además de que nadie les llama la atención o les indica de su daltonismo. Otras veces, simplemente ignoran lo que significan esos colores.
Había tres características muy marcadas, entre otras, que distinguían ayer a Chihuahua: era reconocida como la ciudad de las rosas y en los camellones, parques y jardines de casas, lucían los rosales dando un sentido dual como en la vida que ofrece flores y espinas como equilibrio del placer y el dolor; era también la ciudad de los sicomoros, esos árboles de gran altura, que es árbol africano de procedencia egipcia y entre sus ventajas es dar mucha sombra en regiones soleadas donde sube mucho la temperatura como Chihuahua; y la tercera que dio prestigio a nivel nacional, fue la cultura vial y de respeto a los peatones.
Pues ahora, ni rosales, ni sicomoros y mucho menos la cultura vial.
Uno de los principios básicos para mantener una cultura de legalidad entre los ciudadanos es ser respetuosos de las reglas y señalamientos viales.
Circular por el carril correcto es elemental en una ciudad que ha perdido la proporción entre autos y ciudadanos. No vivimos en Inglaterra para querer conducir por la izquierda. En Japón hasta los peatones son respetuosos para caminar por su derecha e impedir que las personas que vengan del lado contrario se obstaculicen al avanzar.
La cortesía vial la hemos perdido. Las calles están convertidas en auténticas pistas libres para avanzar por donde se quiera, sin orden y en un caos vial. La regla es circular por el carril derecho y el izquierdo es para rebasar, pero muy pocos lo respetan, demasiado pocos. Y en Chihuahua, contra toda lógica se ha cambiado ese principio vial, donde casi el 90 por ciento circulan ya por el carril izquierdo impidiendo que otros puedan rebasar o los obligan hacerlo por la derecha y eso está contemplado en la ley de tránsito como una infracción por “circulación peligrosa”.
Las direccionales, esos foquitos para avisar dar vuelta o que le permitan rebasar por la izquierda, están deshabilitadas. Muchas personas ni saben que es el aviso o permiso para permitir que el auto de atrás pase: se molestan, les hacen una seña que pasen por arriba o lo ignoran.
Esa cortesía vial funcionaba perfectamente en las carreteras donde los choferes de autobuses o de carga conocen perfectamente las reglas, pero también ya se ha perdido el principio por la invasión de conductores de autos de la zona urbana que circulan permanentemente por el carril izquierdo como si fuera de ellos o el único y no permiten que otros avancen. Y lo increíble es que, hasta patrullas, antes de la Policía Federal de Caminos y ahora de la Guardia Nacional, hacen lo mismo.
Ese hecho implica un desajuste en la búsqueda de una convivencia, orden y legalidad. Una ciudadanía que respeta las reglas coadyuva a mantener respeto recíproco. Cuando no sucede esto las reacciones son violentas, hay riñas por motivos viales, pero en el fondo es la falta de tolerancia y saber convivir en una ciudad donde somos muchos automovilistas, donde las calles son para todos. Se nos ha olvidado el manejo a la defensiva, que es cuidar a los otros conductores como forma de cuidarse a si mismo, y no agredirlo.
Lo más común en estacionamientos de centros comerciales o de supermercados, es que muchos automovilistas llegan y a pesar de haber suficientes cajones vacíos, se estacionan en la puerta para caminar lo menos que se pueda. Si hubiera oportunidad de entrar hasta la tienda con el auto lo harían. Los pretextos son siempre los mismos: salgo rápido, no hay quien le indique que ahí no se puede estacionar o simplemente porque quiere pararse ahí y ninguna grúa lo moverá.
En las aceras pintadas de amarillo, ya no se respetan y tal vez un número importante de neoconductores que ni asistieron a clases de manejo o al brevísimo curso en las oficinas de tránsito ignoren que ahí no deben estacionarse. No diga los cajones de azul para discapacitados y aún más restringido el color rojo reservado para bomberos y autos de emergencia los respetan. Y los cajones pintados de verde para embarazadas.
Indudablemente que ser propietario de un auto permite desplazarse libremente, ser más autónomo, pero también implica la responsabilidad de conducirse vialmente conforme las reglas y señalamientos.
Tal vez puede pensarse que es intrascendente por dónde y cómo se circule por las calles, pero así no se puede aspirar a una convivencia en una comunidad. Una ciudad con orden en las calles, es una ciudad ordenada. Si bien, la demanda de autos superó a la infraestructura vial, con mayor razón, se debe asumir una actitud de respeto. Manejar un auto implica una responsabilidad porque se conduce una máquina de más de una tonelada de acero que arrasa a otros autos, que es un riesgo para nosotros y para los peatones, para vidas humanas.
Hay un Consejo Consultivo de Tránsito integrado por representantes de varias agrupaciones civiles y su tarea es buscar soluciones, alternativas y lograr una cultura vial. La cultura de legalidad se integra por dos factores: las leyes o reglas para los ciudadanos y la participación de la sociedad en respetar esas leyes. Durante años se ha insistido en que las calles de Chihuahua deben tener marcados los carriles como primer paso y luego exigir por las autoridades de tránsito que circulan como debe de ser: el derecho para avanzar y el izquierdo para rebasar. Hasta los letreros en calles y carreteras donde se hacía público ese principio de manejo han desparecido.
Decían: “carril izquierdo solo para rebasar”.
Debemos evitar que las calles se conviertan en selvas de pavimento, donde se avanza por el carril izquierdo y de pronto quieren dar vuelta a la derecha o van por la derecha y de pronto viran a la izquierda.
Existe la mentalidad de “fregarse” al otro, ganar de carril, atravesarse. Si hay una fila larga para dar vuelta a la derecha o a la izquierda en un semáforo, unos conductores se van por el centro y se meten por esa fila a la hora de dar vuelta. Eso es falta de urbanidad y cortesía, esenciales en el manejo de autos. Luego brota la violencia verbal que ya muchas veces desemboca en agresión física. Si un automovilista se mete, le recuerdan a su progenitora, tanto mujeres como hombres, pero si uno se mete su autocalifica con un “tranquilo, tranquilo…” no es para tanto.
Las calles son de todos y todos debemos de participar en que sean centro de convivencia donde cada uno conduce su auto. Todos tenemos prisa y un rumbo a donde llegar. En los supermercados deben de tener vigilantes para hacer que se respeten los cajones y no se estacionen donde se les ocurra. Los agentes de tránsito, en lugar de estar solo infraccionando a la entrada de la ciudad, deben ser promotores de la cultura vial y los señores del Consejo Consultivo de Tránsito a lograr que Chihuahua recupere la ciudad reconocida por el respeto al peatón y la cortesía vial de sus automovilistas.
Si no ¿qué caso es estar en esos asientos?
El sargente Tecolotín, personaje que hace años fue el elemento didáctico en escuelas, cruceros y clases de manejo y educación vial promovió esa cultura.
Hoy, quién sabe dónde estará….
AVISO: El próximo domingo 28 de abril no se publicará esta sección Entre Redes. Se reanuda el domingo 5 de mayo.