El sillón para ver la televisión
es el trono del poder,
el control remoto es el cetro
Desde que, en 1997, el politólogo italiano Giovanni Sartori en su famoso libro con traducciones en varios idiomas “Homo Videns, La sociedad teledirigida”, lanzó una alerta para advertir del riesgo latente de perder la racionalidad por exceso de ver la televisión porque ha alterado lo visible por encima de lo inteligible. Nos ha desarrollado el gusto y rutina por el pensamiento visual -pensar por lo que vemos- en lugar del pensamiento racional (con disculpas de la redundancia).
La preocupación del politólogo italiano era que con la televisión se estaba dando el proceso de disminución gradual y paulatina del uso del cerebro que distingue al homo sapiens (hombre de sabiduría, que piensa y razona) para convertirse en homo videns (hombre que sólo ve, mira y “piensa” con la imagen).
Y efectivamente, para ver la televisión no se requiere razonar, solo ver. El imperio de la imagen representa el colorido, movimiento y pereza mental para sentarnos ante un aparato televisor, encenderlo a distancia, regular volumen y sobre todo, con una impresionante cantidad de canales que atrapan cualquier curiosidad y morbo. Muy divertido y entretenido, pero según Sartori se ha ido empobreciendo la capacidad de abstracción, al dejar de usar la razón ante las propuestas fáciles de imágenes. Esto representaría un retroceso por la anulación de las capacidades racionales de imaginar, evaluar y analizar. La imagen televisiva ha ido reblandeciendo el cerebro humano.
En la televisión se privilegia el lenguaje perceptivo sobre el lenguaje conceptual. Se prefieren diatribas, ataques y descalificaciones que a muchos seguidores del político en turno les despierta el morbo y el apetito para satisfacer el canibalismo político. No hay conceptos ni ideas o principios, sino frases repetitivas que durante años han martillado el cerebro de teleciudadanos.
Otro elemento que ha influido en esa “desconexión del pensar” es el aparato del control remoto que al tenerlo en las manos sentimos el poder de cambiar de canales y escenas de acción, suspenso o románticas que impactan en el estado emocional. Ese control puede dar vida a una historia o desaparecerla, al cambiar a otro canal y dentro de los hogares u oficinas representa un símbolo de poder: quien mantiene el control de la TV tiene el monopolio y ventaja sobre los demás, pero, sobre todo, el ejercicio de cambiar de escenas y ¿por qué no, de realidades?
Ese control a distancia degeneró en una rutina inacabada de estar saltando de canal en canal. A medida que fueron incorporando más canales abiertos o de paga con programas, películas, series y cientos de posibilidades de ver en la televisión, el control de mano impuso un ritmo vertiginoso de estar cambiando de canal en canal lo que degeneró en una inestabilidad.
El ir de canal en canal desde el cómodo sillón con el control en la mano, es lo que se le ha llamado zapping que es la obsesión de pasar uno tras otro los contenidos, pero sin estacionarnos en uno solo. El homo zapping es el hombre que carece de estabilidad, que quiere brincar como de flor en flor y sin quedarse en uno sola.
El zapping es la compulsión de estar cambiando de forma repetitiva de los canales de televisión utilizando el mando a distancia de control remoto.
Lo grave de esta conducta es que se puede reflejar en la inestabilidad emocional, en las relaciones personales. Se nos ha complicado mantener la atención y concentración por algunos minutos. Somos una sociedad líquida que queremos que todo corra como el agua, rápido, veloz, instantáneo o light sin mayor complicación o compromiso. Brincamos de canal en canal -homo zapping- y ante la gran cantidad de opciones, damos vuelta a todos y al final nos quedamos sin nada.
Al tener inestabilidad en la búsqueda frenética en la televisión, sin saber realmente que queremos ver o estamos imposibilitados para estacionarnos en un canal y apaciguarnos, algo similar a lo que hacemos con el celular que podemos estar frente a la pantalla por horas “dedeando” o impulsando con el dedo nuevas imágenes, memes, anuncios, lo que sea, pero si nos encontramos con un texto -para leer- lo rehuimos como se tratara de una virus que pudiera contagiarnos.
Nuestro cerebro ya lo hemos ido adaptando para imágenes, para ver y mirar, poniendo en serio riesgo el uso de la razón.
La “atrofia” para Sartori es el paso de la galaxia Gutenberg (invención de la imprenta e inicio de la cultura del libro y la lectura) a la galaxia McLuhan que es la cultura de la imagen. Ahora, con esta cultura zapping “consumimos imágenes antes que contenidos y respondemos a estímulos audiovisuales. No podemos concentrarnos por largos períodos de tiempo y buscamos sensaciones cortas y del alto impacto emotivo. Se promueve la pereza mental para hacer grandes esfuerzos por descifrar los mensajes; se carece de disciplina receptiva, evita el razonamiento exhaustivo y al análisis detallado y prefiere las impresiones veloces y fragmentadas”.
El sillón para ver la televisión es el trono del poder. El control remoto es el cetro. Podríamos afirmar que una importante cantidad de personas son “tevé-céntricos”, que para ellos el centro de todo es lo que aparece en la televisión y eso lo saben varios políticos que han hecho de la TV su principal tribuna como forma de gobernar. Hablan frente a la televisión, deciden en ese momento frente a su teleauditorio, descalifican a sus oponentes o personas que no piensan igual.
Esto también ha llevado a otra clasificación: la del homo zombie “que se han puesto de moda diversas series y películas o videojuegos, de sujetos carentes de voluntad propia que persiguen a los seres vivos. Se comen los cerebros de los humanos, mediante la dispersión de un virus o con una mordida que les propinen los convierten en uno de ellos”.
La disyuntiva que tenemos ahora es el hombre que piensa contra el hombre que ve, que equivale al homo sapiens contra el homo videns. Y como resultado de ser homo videns -hombre que solo ve TV- surgió el homo zapping, el hombre que ve imágenes fragmentadas, que brinca de un lado a otro, de una canal a otro como un hombre sapo, por lo tanto, no se puede concentrar en algo, pues sus ojos brincan de un lado a otro.
Si bien, la televisión empezó con el propósito de entretener, eso ya quedó en la prehistoria de ese medio de comunicación. Las cosas se conocen por sus frutos y ahora solo vemos y estamos dejando de pensar.
Sí, por supuesto que nos referimos a la caja idiota o caja tonta como se ha calificado a la televisión, que atrofia el cerebro porque la televisión privilegia la imagen por sobre la razón, lo que empobrece seriamente la capacidad de abstracción, que sigue siendo una de las cualidades fundamentales del cerebro humano.
¿Será una tonta que nos atrofia?
SARTORI, Giovanni (1997) Homo videns. La sociedad teledirigida, ed. Taurus, México
MARTINEZ Pandiani, Gustavo (2004) Homo Zapping. Política, mentiras y video, Ed. Ugerman, Buenos aires, Argentina.
SALAS, José Alonso (2019) Homo zombie u homo zapping: una disyuntiva de nuestro tiempo, Dikaiosyne No. 34, Universidad de los Andes, Venezuela