Entre redes
“Esto no es una revolución digital,
sino una civilización digital”:
Irina Bokova, directora de la UNESCO.
¿Seguimos siendo los mismos seres humanos que hace 20 o 30 años?, ¿pensamos y razonamos igual desde que empezamos a utilizar las computadoras?, ¿somos más prácticos, pragmáticos y ligeros desde que portamos el celular?, ¿con la tecnología de la inteligencia artificial somos menos humanos, más robot o mezcla de ambos?
El ser humano está en un proceso de redefinición, si partimos de lo que la dos veces directora de la UNESCO, la búlgara Irina Bokova, expresó de que estamos ante el fenómeno de una nueva civilización que es más amplia que una revolución. Esta puede ser un cambio drástico y rápido, a veces violento, pero una conformación de una civilización implica cambios culturales profundos que marcan formas diferentes, lenguajes, religión y sobre todo comportamientos.
No podemos negar que estamos inmersos en una cultura digital debido a que “gran parte de las relaciones humanas estarían vinculadas a las tecnologías digitales, asi como todas sus prácticas, estilos de vida, valores, creencias y conocimientos constitutivos de una cultura digital, por lo tanto, con lo digital, se habría formado una nueva manera común de ser, de pensar, de actuar y de comunicar”[i].
Vinck considera que la civilización digital establece que esta cultura digital que se habla no corresponde a un determinado grupo social, sino que caracteriza el estado técnico, intelectual, político y moral de toda una sociedad y el término “civilización” implica hablar de cambios importantes como la transición de la barbarie al estado civilizado o de las civilizaciones agrarias a las civilizaciones urbanas.
El invento de la imprenta hace más de 5 siglos impulsó de manera definitiva la civilización de la lectura. En ese entonces el invento de los llamados caracteres móviles para ir formando, letra por letra, palabras y luego frases e ideas y luego reproducirlo en papel con tinta, nos parece al paso de los siglos algo muy simple y sencillo, pero representó un enorme salto despegando la cultura del libro, de la lectura y escritura, del conocimiento a través de la función lecto-escritora. Esa fue la gran aportación de Gutenberg, inventor de la imprenta.
De algo similar somos testigos ahora: un nuevo lenguaje, que es el digital y una nueva civilización que marca comportamientos diferentes, nuevas formas de conocer y entender, nuevas formas de comunicarnos e informarnos.
Tal vez seremos testigos del cambio total de la civilización análoga a la civilización digital, que en este momento no tenemos la capacidad de ver ese cambio, porque vamos montados sobre la ola. Solo los que están en la playa pueden observar la cima y sima, el alto y el bajo.
De la ciencia ficción hemos pasado a la real ficción y lo que parecía imposible o lejano ya lo tenemos dentro de las casas como son los robot caseros. Muchas de nuestras actividades ya están reguladas y nosotros mismos hemos programado a robot para que hagan acciones, piensen o decidan por nosotros.
Hay un meme, de tantos que circulan en las redes sociales, donde apareció la frase dando la orden e instrucción a la robot Alexa, que nos halaga con varias peticiones de canciones, consultas y dudas con tan solo mencionarla por su nombre. Algo similar con Siri, que son asistentes virtuales programadas con algoritmos y varias funciones y reconocen el lenguaje humano para ejecutar varias tareas.
Se trata de altavoces inteligentes que ofrecen información solicitada conforme la programan y alimentan las empresas que los comercializan. Son robots que responden según el diseño de rastrear información del clima, de resultados de partidos deportivos, últimos y antiguas canciones que además se acompasan con luces o sonidos. Es lo que se llama internet de las cosas o inteligencia artificial.
Las funciones de Alexa o Siri se han popularizado tanto que se ha pasado de utilidad a entretenimiento para fomentar la pereza física y mental, pues ya no es necesario ni siquiera acudir a consulta en una computadora o el celular. Solo basta preguntar y escuchar de una lista de 137 comandos que son una guía para saber qué tipo de preguntas se le puede hacer asi como las manera de preguntar.
Ante la comodidad y maravilla de la tecnología, que cada vez nos hace más inútiles y desmemoriados, debemos de mantenernos alertas para evitar que la memoria se empiece a entorpecer, porque en la medida en que la usamos menos, en esa medida la desactivamos.
Al existir dispositivos electrónicos que gradualmente van tomando nuestro lugar, se reduce nuestra función de lectura, estudio e investigación porque con una simple orden y la identificación de nuestra voz consultamos, preguntamos y recibimos respuestas sin ningún esfuerzo nuestro. Si bien, la ciencia y la tecnología son para beneficio del ser humano, eso no significa la suplantación.
La filosofía no pierde actualidad porque radica en la esencia del humano de satisfacer la curiosidad innata que se nos desarrolla desde pequeños. La edad de los porqués por la que pasa todo infante corresponde a la búsqueda de las causas de las cosas o las cosas por sus causas que siempre han estado en el alma de la filosofía. El amor al conocimiento, la cercanía y búsqueda de la sabiduría se da por el esfuerzo de buscar, indagar, rastrear o investigar. Con un dispositivo electrónico, diseñado por empresas privadas para hablarnos, pero también escucharnos, espiarnos y ubicar nuestros gustos para elaborar perfiles y venderlos, se ha ido desgastando el ánimo y ejercicio lector-escritor que nos fortalece la racionalidad.
Muy contentos con Alexa, con Siri u otros robots que nos reducen el esfuerzo mental, pero estamos en riesgo de salir perdiendo. Nos recuerdan citas, horarios, lugares, operaciones matemáticas, canciones, artistas e infinidad de información, mientras vamos vaciando el cerebro de la capacidad de retener y memorizar datos.
Hay personas que sostienen que, si estuvieran solos en una isla, lo único que pedirían es tener a un lado a Alexa… y Alexa les entretendría…hasta que se perdiera la señal de internet.
Pero, aunque Alexa tenga nombre y voz de mujer, no deja de ser un robot, una bocina que nos habla y nos escucha.
Lo que se sabe sobre el origen de Alexa[ii] es que es griego y deriva de Alex. Alexa significa “la que es protectora” o “la mujer que protegerá”.
“Alexa es el servicio de voz ubicado en la nube de Amazon disponible en los dispositivos de Amazon y dispositivos tercios con Alexa integrada. Entre algunas de las hipótesis iniciales a cerca de por qué el asistente de Amazon se llama Alexa, estuvieron relacionadas con la Biblioteca de Alejandría: la mayor biblioteca que ha existido se remonta al viejo Egipto. Fundada en el siglo III antes de Cristo, llegó a albergar 900.000 manuscritos. Seis siglos más tarde y tras un incendio y varios saqueos perdió gran parte de su contenido y esplendor. Algunas hipótesis han apuntado a que Jeff Bezos decidió hacer un guiño a esta fuente de sabiduría, ya que la intención de Alexa era recoger todo el saber posible para ponerlo a disposición de los usuarios. Una teoría que tiene bastante sentido, ya que Alexa es capaz de responder a casi cualquier pregunta, aunque ese no fue el motivo”.
Pero Alexa es ahora una realidad (triste o afortunada), una aplicación robotizada en una bocina, que nos ha tocado vivir en este siglo.
[i] VINCK, Dominique (2018) Humanidades digitales. La cultura frente a las nuevas tecnologías, ed. Gedisa, Barcelona
[ii] https://www.adslzone.net/noticias/productos/origen-nombre-alexa-asistente-voz-amazon/