El que siembra odios, cosecha
tempestades…ya basta de
dividirnos en adversarios y “buenos”.
Sigue creando sorpresa la ocurrencia de festejar el tercer lunes del mes de enero como el día más triste del año que comercialmente bautizaron como “blue monday”.
Resulta absurdo y sin ningún fundamento serio que ese día de enero se nos viene encima el sentido de la vida, la alegría y la felicidad y lo sorprendente es que reúnen una supuesta serie de factores como el temporal invernal, las deudas contraídas por gastos de fiestas navideñas y el no concretar las promesas y propósito del año nuevo para conformar un “coctel” o tormenta perfecta de frustraciones y fracasos. Y todavía le añaden el color azul, en lugar del gris.
Extraño lo del color porque el azul ya estaba designado para la campaña contra la diabetes y del autismo.
La gran trampa y falsedad de ese supuesto “día azul o triste” es que en las redes sociales radica la promoción con un trasfondo comercial de ofrecer regalos y artículos para las amistades que “sufren” de tristeza ese día.
Esa fecha tiene un gran significado porque pretenden tener un día para festejar la depresión. Sería el colmo del consumismo de que ahora, la tristeza tenga un día, como el día del árbol, del niño, el caballo o del policía.
Y el engaño está en que precisamente las redes sociales están diseñadas para producir tristeza y ansiedad de manera permanente y no solo un día. El escritor holandés Geert Lovink, argumenta en su libro Tristes por diseño, que internet, de hacernos felices pasó a deprimirnos por su estructura invasiva, de grandes volúmenes de datos, controles por algoritmos e hipervelocidad que detonaron agotamiento mental, ansiedad, tristeza, apatía, distracción y aislamiento.
Con los algoritmos han querido hacer matemática, aleatoria o al azar los momentos de felicidad. Han diseñado “perfiles” de personas con ciertos gustos, tendencias y filias para saturarlos comercialmente de productos que les pueden interesar. El mercado electrónico ya está posicionado y redireccionado a los que han detectado en nuestras redes. Por lo pronto, nos han aislado hasta para comprar desde nuestro celular y eso ha provocado soledad y depresión.
Ahí radica nuestro problema del siglo XXI. La depresión es para muchos, una de las grandes plagas de nuestro tiempo. Según el doctor Rojas, la depresión antiguamente era considerada como una forma de locura, sin precisar el origen y sin diagnóstico seguro con la complicación de que se conjuntaban melancolía, tristeza, pena, desencanto, desilusión y hasta abatimiento moral.
En nuestros días, la depre, baja autoestima, soledad y ansiedad son expresiones cotidianas que se han ido apropiando de la mente y del cuerpo. Son las enfermedades del alma del siglo XXI. Ciertamente, cada día hay más vacíos en la medida en que van desapareciendo razones para vivir. La vida tan apurada, sin reflexión y con un celular en la mano nos impide concentrarnos en motivos trascendentales y prioritarios. Vivimos al día, sin metas ni temas, solo pendientes del celular a cualquier hora del día y de la noche.
Esa nueva dependencia o codependencia tecnológica de las redes sociales es una de las principales razones de la depresión y tristeza sin necesidad o pretexto de inventar un día de supuesta tristeza acumulada de todo el año. El “blue monday” extrañamente pasa por alto esa dependencia obsesiva digital.
Generaciones que nacieron a la par de internet son rehenes y cautivas de trastornos alimenticios como anorexia y bulimia, crisis depresivas que desatan intentos de suicidios y las redes sociales son los vehículos principales de promoción de estas conductas, pero el “blue monday” no alerta de eso. Y esos trastornos no son días azules, sino infiernos de soledad, angustia, ansiedad y muerte. Ahí está la soledad y días grises, el sufrimiento delante de los demás, pero con una gran incomprensión y falta de solidaridad. Las redes sociales acallan los gritos de auxilio y al contrario, alimentan las adicciones y trastornos dando espacio sin control de personas que animan con “recetas” y consejos cómo dejarse morir abandonando la comida o trucos y trampas para esconder y todo alimento. Y nadie las detiene a pesar de que están convocando a una muerte gradual y depresiva.
Antes se etiquetaban a los llamados “nativos digitales” como devoradores de pantallas, pero el contagio ya alcanzó a los padres y abuelos de esos nativos y se convirtió en una pandemia digital que abarca todos los estratos y clases sociales, edades y niveles socioculturales, como corresponde a toda adicción que no reconoce ni respeta profesiones, actividades y cultura.
Como devoradores de pantallas, éstas provocan el aislamiento en lugar de conectar, nos encierran en un mundo virtual y lejano y luego viene la soledad. Para el holandés Lovink, el problema de internet es más un problema de adicción que de privacidad y la tristeza de hoy se desarrolla por medio de interacciones en entornos digitales. Asume que las redes sociales no están diseñadas como herramientas para que la gente haga cosas conjuntamente ni para crear vínculos, sino que están pensadas para no dejarlas.
Según Maria José Cayuela las redes sociales aíslan y conectan al mismo tiempo. Sirven para extender la cultura del narcisismo y vanidad y del proceso de escribir en blog para generar opinión y conocimiento, ahora nadie quiere aprender nada ni leer nada. Nos llega una artículo y da flojera leer. Se cree que con solo poner “me gusta” cumplimos y aprendemos, pero la pereza por la lectura nos mantiene inmóviles e ignorantes. Hacemos como que “leemos” abriendo el mensaje para que se marquen el par de palomitas azules, pero si solo es texto, qué flojera pues hay que leer, reflexionar y terminar.
Preferimos una imagen de Facebook o de Instagram para el protagonismo y autopromoción para ver modas, fotos y videos de lugares, vacaciones, comidas, entretenimientos, cosas raras o íntimas, pero hasta ahí limitamos nuestra cultura de la imagen y del ojo. Los sentidos han desplazado a la razón y hasta votamos por la imagen que nos imponen todos los días desde la televisión.
Los abuelos decían que la ociosidad es la madre de todos los vicios, ahora en las redes sociales está ampliamente la dedicación al tiempo libre y por lo tanto, generan adicción.
El sufrimiento y dolor se da ahora por la abstinencia digital, cuando no podemos conectarnos, no tenemos datos, por la pérdida del celular o el robo de la lap top son las causas de angustia porque ahí concentramos parte de nuestra vida. Es absurdo pensar que un lunes de enero, por decreto, debamos estar tristes.
La tristeza y depresión viene de más fondo. Aida María Holguín Baeza en su articulo “El mito del blue monday” lo dice de manera clara que se trata solamente de un mito ilusorio, que gracias al poder de internet y las redes sociales, han trascendido en el tiempo.
La depresión en México ha crecido 33 por ciento y la padecen 20 de cada 100 personas desde el encierro por la pandemia, el abandono en las redes sociales, las nuevas dependencias de la tecnología y de las personas.
¿Qué tiene qué ver un lunes de cada enero…? Nada.
CAYUELA, María José (2021) Las redes sociales están diseñadas para producir tristeza y ansiedad, https://mamitech.com/las-redes-sociales-estan-disenadas-para-producir-tristeza-y-ansiedad/
LOVINK, Geert (2019) Tristes por diseño: las redes sociales como ideología, ed. Consonni, Bilbao
ROJAS, Enrique, (2013) Adiós depresión, ed. Temas, España
CONTRERAS, Javier (2002) La Democracia de los Sentidos, Premio Chihuahua, ed. Solar, México
ARELLANO, Claudia, (2024) Hace 3 años se presentaba en 15 de cada 100; experto, 14 de enero, p. 9, La Razón, México.