Este lunes comenzaron las precampañas rumbo a las elecciones presidenciales del 2024 y, con ellas, las campañas de desinformación electoral estarán a la orden del día.
Y no, no es que la estrategia de desinformar sea algo nuevo, aislado o desconocido en el contexto político y electoral; al contrario, es una estrategia que siempre ha estado presente. Sin embargo, como bien lo señalan los expertos en la materia, el hecho de que ahora la desinformación -asociada con el fenómeno de la posverdad- se propague con una velocidad, amplitud y magnitud inauditas por plataformas digitales es realmente preocupante.
Tan preocupante es el hecho que, recientemente, durante la tercera edición de la Cumbre Global sobre Desinformación, se abordó la temática “Desinformación electoral: una amenaza para la democracia”, panel en el que expertos internacionales examinaron cómo la propagación de desinformación en procesos electorales pone en riesgo los fundamentos democráticos.
De acuerdo con los ponentes de dicho panel, la desinformación toma fuerza en los contextos electorales y los países latinoamericanos no escapan a este fenómeno global que, indiscutiblemente, se muestra como una clara amenaza a la democracia con narrativas que impulsan a la polarización, el odio y la desconfianza al sistema democrático.
Por ejemplo, dice Sergio Lüdtke, en países como Brasil, Argentina, Guatemala, Ecuador y Colombia (con procesos electorales más recientes), se han visto oleadas de desinformación peligrosísimas para la democracia porque, cuando las opiniones electorales se forman a partir de información errónea y cuando las decisiones se toman basándose en información sesgada o engañosa, y en reacciones emocionales provocadas por contenidos inventados, el efecto puede perdurar y perpetuarse en varios sectores de la sociedad (“La desinformación destruye la confianza. Cuando se destruye la confianza, se destruyen los vínculos que mantienen unida a la sociedad”, diría Laurence Overmire).
El asunto es pues que, tal como lo advierte el Instituto Nacional Demócrata, las elecciones democráticas dependen de un proceso competitivo, confianza en las instituciones electorales y en la participación informada. De ahí la importancia de priorizar los esfuerzos conjuntos para analizar, monitorear y mitigar el impacto de la desinformación en la integridad electoral.
Entonces, dado que en México ya comenzaron precampañas presidenciales y, con ello, las campañas de desinformación y desprestigio estarán a la orden del día, lo que procede es que, cada quien, desde su trinchera, asumamos el reto de identificar, rechazar y contrarrestar la desinformación electoral; de lo contrario, estaremos contribuyendo a alimentar el fenómeno de la desinformación y, por ende, afectando el desempeño nuestra ya de por sí debilitada democracia.
A manera de exhorto reflexivo, concluyo citando lo dicho por la Agencia de Seguridad de Infraestructura y Ciberseguridad de los Estados Unidos: La información errónea, la desinformación y la información maliciosa se detienen con usted.
Aída María Holguín Baeza
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