Entre redes
– Con la lengua hacemos y deshacemos realidades…
– “Si coincide con nuestro pensamiento lo ensalzamos y le justificamos cualquier estupidez; si discrepa de nuestra forma de pensar lo difamamos, calificamos y condenamos a la hoguera”
Se supone que cuando hablamos usamos la lengua y ésta debemos conectarla con el cerebro o con el corazón y de ahí afloran nuestros razonamientos y sentimientos, envueltos en palabras e ideas….
Sin embargo, también cuando accionamos la lengua, y ya muy a menudo, convocamos el odio y la ira, articulamos una ideología y la polarización, descalificando a quienes piensan diferente a nosotros y les soltamos expresiones cargadas de sarcasmo e ironía, burla y reto.
Lo que hacemos es una regulación lingüística, esto es, aplicamos las palabras según de quien se trate y le damos uso e intención según nos convenga. Hemos convertido las redes sociales en reinas de esta regulación. Si coincide con nuestro pensamiento lo ensalzamos y le justificamos cualquier estupidez; si discrepa de nuestra forma de pensar lo difamamos, calificamos y condenamos a la hoguera.
La lengua en las redes sociales se ha desatado sin control ni comedimiento. Injuriamos, alabamos, condenamos, enjuiciamos, felicitamos, amamos y odiamos ahora por las redes porque son plataformas sin ninguna regulación, con libre acceso donde cada quien puede darle rienda suelta a su lengua.
Por otro lado, ahora resulta que para no incomodar a algunas personas hemos estado cambiando las palabras dañando o confundiendo el lenguaje. Somos lo que nuestra lengua habla y cómo lo hablamos, por eso los conquistadores ejercían su dominación por medio del discurso y el lenguaje. George Orwell en su novela 1984 donde describe con gran visión la vigilancia total que hoy vivimos por la tecnología mencionaba que el Gobierno Supremo diseñó un “neolenguaje” para cambiar el sentido de las palabras y adjudicarles otro significado, afín a su ideología o intereses. Toda conquista implica dominación por el lenguaje, para empezar.
En Italia, Leo luca Orlando, exalcalde de Palermo, capital de Sicilia, en dos períodos de su gestión como político, enfrentó a los poderosos grupos de narcotraficantes italianos y lo primero que sugirió e hizo fue llamar las cosas por su nombre sin dar vueltas ni modificar el significado de las palabras para empezar a resolver el problema. Y por supuesto, lo difundió en diferentes partes del mundo entre ellos en México. Aquí no se aplicó nada, para variar.
A los “delincuentes” o integrantes del “crimen organizado” fue enfático en señalarlos como integrantes de la mafia, y por lo tanto eran mafiosos para que la sociedad italiana no se confundiera y los identificara que su labor es nociva a la comunidad. Aquí, a los mafiosos se les otorga el título de “don”, “patrón”, “jefe” y hasta “jefe de jefes” lo que a los niños no les dice nada sobre su verdadera actividad de traficar, vender y envenenar con drogas. Al contrario, empiezan a modificar valores, al cambiarles el lenguaje y los buenos resultan ser los malos y los malos son los héroes.
Existe alarma porque algunos niños dicen que de grandes quieren ser “sicarios”, cuando nosotros mismos les enseñamos esa palabra y por supuesto mal aplicada. Creen que los “halcones” o “halconear” son un trabajo que pueden desarrollar a corta edad, pero no se les dice que es el inicio para incorporarse a la mafia. Los pequeños halcones ya son pequeños mafiosos.
El hampa es un grupo de maleantes que viven fuera de la ley, con lenguajes y conductas particulares entre ellos. Resulta que ahora nosotros hablamos como hampones, al incorporar a nuestro lenguaje sus términos.
Se les nombra respetuosamente como “crimen organizado”, casi en contra parte con la sociedad que es víctima de ellos, porque es una sociedad desorganizada. Y a los delincuentes o hampones la autoridad se refiere a ellos como grupo de civiles armados. Aunque sean detenidos infraganti o con las manos en la masa, son protegidos y al poco tiempo liberados.
Entonces, lejos de llamar a las cosas por su nombre, hemos incorporado a nuestro lenguaje etiquetas, apodos y palabras de los mafiosos de manera natural. Somos incapaces, para no ofenderlos, llamar asesinos a los sicarios porque es lo que corresponde cuando una persona priva de su vida a otra. Además, ahora se les cantan loas a sus acciones fuera de la ley como si fueran actos de heroísmo. Coreamos sus corridos, lo que nos convierte en cómplices al hacer apología de mafiosos.
Es perversión, cuando cambiamos el significado de las palabras. Corrompemos las palabras al querer darle otro sentido. El lenguaje es la principal herramienta de los humanos para comunicarnos y para comunicarnos conectamos el cerebro con la lengua. Al pervertir las palabras y cambiarles significados, refleja que algo mal anda en el cerebro.
El cambiar las palabras es ocultar o disfrazar la realidad. Para ello tenemos a nuestra disposición las redes sociales. Por un lado, nos rasgamos las vestiduras porque cada mañana nos despertamos con las noticias de varios asesinatos o masacres en diferentes sectores de la ciudad, el estado o en regiones del país y nos indignamos, pero nuestra capacidad de asombro que está por los suelos porque en cuanto se presenta un grupo musical o cantante que son beneficiados por un grupo mafioso para que les cante corridos a su favor se congestiona el lugar de la presentación. Y si no es del gusto de un delincuente las canciones, mandan secuestrar o matar al cantante como escarmiento. O sea, hasta en los gustos de las personas ya ordena la mafia.
Hemos perdido la capacidad y gusto de llamar al pan, pan, y al vino, vino lo que nos lleva a imprecisiones. Estamos vencidos ante el hecho de llamar a las cosas por su nombre sacrificando la verdad. En un relativismo del siglo XXI afirmamos que verdad es lo que cada uno quiere que sea verdad y así no nos complicamos la vida ni las relaciones con amistades y familiares.
Y con ello, hemos cedido a los gobiernos autoritarios y mafias. Nos han dominado imponiendo su lenguaje. Aceptamos sin chistar términos y figuras que nos imponen. Incorporamos hasta palabras corrientes y vulgares para sentirnos que estamos a tono y actualizados. Usan las redes, los narcocorridos y las series.
Y cuando se empieza a cambiar el lenguaje, empieza a cambiar la cultura y los valores. Se empieza a transformar la realidad y la verdad y luego la realidad no es realidad ni la verdad es verdad.
El principio de quien domina el lenguaje, domina la sociedad tiene plena validez, y ahora con las redes sociales tiene mayor accesibilidad y velocidad.
Las palabras son nuestra principal herramienta para comunicarnos y el lenguaje le da sentido y significado a las palabras e ideas, por lo cual deberíamos ser sumamente celosos de su uso y abuso. Destruir las palabras y el lenguaje es destruir nuestra cultura. Cada vez vamos reduciendo las palabras y las vamos sustituyendo por reducciones, argumentando que ahora la vida es más rápida, inmediata y ágil, sin tomar en cuenta que cuando reducimos palabras reducimos también el cerebro.
El fondo es que nos ha dado, por pereza o banalidad, la moda de rebautizar las cosas y las acciones y lo que hemos logrado es desvalorizar el significado de las palabras. Por ejemplo, cuando los mafiosos se encuentran con un grupo de criminales contrario o con un grupo de policías le llaman “topón” para referirse a que se “toparon”, los medios de comunicación asi lo publican y el colmo es que en los propios boletines oficiales de las autoridades refieren el hecho también con la palabra “topón”.
Cuando cometen un secuestro, acudimos al término mafioso de “levantón”. Y hasta los mismos policías están impregnados de ese lenguaje que también reportan un “levantón” en lugar de un secuestro o privación ilegal de la libertad. Cuando asesinan, lo calificamos, tanto ciudadano como policías, como “ejecución”, dando la razón a un acto de justicia o un ordenamiento de una autoridad que emite ejecutan una orden de aprehensión.
En lugar de mejorar y usarlo correctamente, hemos cedido a cambiar términos imitando lo vulgar o brutal del crimen organizado. Hemos tenido miedo llamar mafia, como le hicieron en Italia, para referirse a quienes trafican drogas, personas, vehículos, migrantes, órganos. Son mafiosos que portan armas, roban, asesinan, trafican drogas, envenenan con lo que venden, secuestran, roban autos, han saturado cementerios, cárceles y hospitales, destrozado hogares y familia…y todavía vamos a cantarles sus corridos.
Con esa actitud, creo que los “locos” somos nosotros y no los mafiosos.
Y todo empezó cuando iniciamos a cambiar el nombre de las cosas y dejar de decir pan y vino al pan y vino. Hasta el momento y conforme la naturaleza, un perro es un perro y un gato es un gato. El perro ladra y el gato maúlla. Solo los seres humanos insistimos en cambiar la naturaleza de las cosas y de las personas. O salvo que tenemos miedo o somos timoratos en intentar cambiar la realidad, adjudicando otros nombres.
O aún más, tenemos miedo a ser calificados de trasnochados, análogos y ajenos a los nuevos tiempos.