Reflexión semanal
Las guerras no son un tema nuevo, lamentablemente existen prácticamente desde el inicio de la humanidad. Tienen como origen múltiples causas, entre las que suelen estar disputas económicas, ideológicas, territoriales, religiosas etc. Podemos hablar de guerra de nación contra nación, pueblos contra pueblos “guerras” en el matrimonio, entre familia, “guerras” internas, personales, “guerras” por el poder, etc. Santiago 4:1 dice “¿De dónde vienen las aguerras y los pleitos entre vosotros? ¿No vienen de vuestros deseos desordenados, las cuales combaten en vuestros miembros?
Cualquiera que sea la causa y el territorio de las mismas, todas las guerras dejan tras de sí daños colaterales. A su paso siembran tragedia y sufrimiento regados con lágrimas de dolor e impotencia. Toda guerra, tiene al menos, imponerse de manera violenta sobre el otro sin importar el daño que puedan causar, ni los métodos que puedan usar. Entiendo entonces que los verdaderos responsables de la guerra son el egoísmo y ambición desbordantes en el corazón del ser humano. Lamentablemente el ser humano tiene una inclinación natural hacia el mal. “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? (Jer. 17:9)
La negociación y la conciliación son de las principales estrategias con que cuenta la diplomacia para intentar que las disputas en conflictos terminen. En Salmo 34:14 dice Dios “Apártate del mal y haz el bien; busca la paz y síguela” Es necesario un cambio en el corazón del ser humano para que los conflictos en realidad puedan llegar a su fin de la mejor manera posible. No podemos orar por unos y condenar a otros. Necesitamos orar y apoyar la paz, condenar y rechazar la guerra de todo tipo y en todos los niveles, Romano 14:19 dice “Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación”
Somos llamados a seguir el ejemplo de no violencia de Jesús y amar a nuestro prójimo. Necesitamos promover la paz y trabajar, en la medida posible de cada quien, hacia la reconciliación. Debemos orar por las partes involucradas en un conflicto y orar por su seguridad.
¿Dónde empieza el orar por la paz y seguirla? En mi entendimiento empieza en el segundo y más grande mandamiento “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mat. 22:19) En el concepto de amor al prójimo se engloba la empatía por otro ser humano sin importar su credo, su raza, su lengua, su condición socio económica, etc. es un llamado a la consideración, la compasión, y a buscar el bienestar del prójimo.
El amar al prójimo es el resultado de tener el amor de Dios en el corazón. Es comenzamos a ver a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Dios ama a tu prójimo tanto como te ama a ti, infinitamente. Dios ama a Israel como ama a palestina. Dios ama a un ser humano como ama a otro. Dios ama a rusos como a ucranianos. “Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?” (1 Juan 4:20) Si podemos darnos cuenta, esto es algo muy serio. ¡No amar al prójimo es lo mismo que no amar a Dios! El que no ama a su prójimo, todavía no ha dejado que Dios obre en su corazón. “Porque toda la ley se cumple en esta sola palabra: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Gálatas 5:14) Sin amor, nada de lo que hacemos tiene valor. Todos los mandamientos de Dios para una vida buena, santa y pacifica dependen del amor al prójimo. Obedecer los otros mandamientos sin amar al prójimo, creo que no agrada a Dios.
No se puede amar a nuestro prójimo si no amamos a Dios, el Creador de todos, y no se puede amar a Dios verdaderamente sin amar al prójimo.
Pablo nos dice en Romano 13:9-10 “No cometerás adulterio; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; no codiciarás; y si hay algún otro mandamiento, en estas palabras se resume: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo; así que el cumplimento de la ley es el amor”
Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.