Nunca he estado más de acuerdo con una denominación. “Inteligencia artificial” (IA).
Por “artificial”, la RAE entiende: “hecho por mano o arte del hombre”, “no natural, falso”, “producido por el ingenio humano”.[1] Hablar de inteligencia artificial, como yo lo entiendo, no es hablar de una inteligencia hecha por la mano o el arte del hombre, en lo absoluto; inteligencia artificial es hablar de algo falso, de algo que no existe. En este asunto de la guerra entre Israel y Hamás hay de todo, menos inteligencia.
Este enfrentamiento es la constatación de que el ser humano, en los miles de años de historia que nos preceden y nos han llevado a este punto de la “evolución”, hemos aprendido un carajo y somos, cada día que pasa, más imbéciles.
Una sencilla búsqueda en Google nos revela que desde hace un buen rato Israel ha incorporado sistemas de IA para operaciones militares. Para los promotores de tamaña estupidez, los algoritmos avanzados “pueden superar las capacidades humanas y podrían ayudar a los militares a minimizar las bajas”;[2] las bajas propias, obvio, porque el asunto es que la masacre ocurra, sí, por supuesto, pero en las filas del adversario. El sistema, subrayan los oficiales, “está diseñado para la guerra total”.[3]
Robots y drones. Las implicaciones éticas de esta mortal combinación son inasequibles para nuestras entendederas. Sólo es verdad que esta realidad nos sitúa en la antesala de la ficción catastrofística de un Apocalipsis de tipo Terminator.
Al tiempo que Israel destaca en esta guerra modélica por su impersonalidad e inhumanidad, así como por su sofisticación, llama la atención cómo fue incapaz de prever el ataque masivo contra su territorio. Campea la sospecha de que estaba advertido (por Egipto), diez días atrás, y que simplemente no le importó[4] o, peor aún, que la crisis política interna que cerca al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se vería minimizada. Algo así como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, cuando los Estados Unidos decidieron ignorar la advertencia del ataque de Pearl Harbor y sacrificaron a sus ciudadanos,[5] con tal de poder hacerse con la excusa para meterse de lleno en una contienda que le era del todo ajena. Lo cierto es que cómo logró prosperar el ataque de Hamás continúa siendo una incógnita. Israel tiene un potente Ejército y cuenta, además, con tres agencias de Inteligencia: La Shin Bet(inteligencia interior), el Mossad(inteligencia exterior) y la Aman (inteligencia de las fuerzas armadas), que controla, indiscutiblemente (por tierra, mar y aire) cuanto ocurre en Gaza; y resulta que el ataque en su contra más importante en los últimos cincuenta años les pasó de noche. Absurdo.
Como sea, esta realidad, las de las máquinas autónomas que matan gente, me recuerda, ¡cómo no!, a un autor clásico en su género, Isaac Asimov, quien escribió una serie de relatos (cuentos, novelas, etc.), que después se convirtieron en una célebre saga que consagró un código de normas de conducta aplicables a los robots, conocido como las “tres leyes de la robótica”; a saber: Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por su inacción, permitir que un ser humano sufra daño; un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley; y un robot debe proteger la existencia para no autodestruirse en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
Pues ya estamos aquí. Instalados en la más sangrienta postmodernidad posible de concebir y lejos, muy lejos, de esa realidad virtual que protegía la vida humana por sobre todas las cosas. Lo cierto es que la fría y ciega voluntad de un artefacto se enseñorea en los campos de batalla del siglo XXI y no se ve la orilla a tamaña calamidad.
Al hecho indiscutible de que los seres humanos somos capaces de perpetrar por propia mano horrores indecibles, se suma ahora para nuestro mal, la posibilidad de que una serie de artilugios (me niego a llamarles “ingenios”) cada vez más siniestros, siembren el pánico y la muerte con una voluntad inflexible e inexorable.
En estricto sentido, no es posible, ni lícito, tomar partido en esta contienda, hay demasiada culpa y excesos de por medio; lo único cierto, lo trascendente, es cómo hemos llegado a deshumanizar, incluso, el asesinato. Algo que desde los tiempos de Caín y Abel había llegado a ser algo tan íntimo, tan propio, tan personal… tan humano. Somos bestias. Estúpidas bestias y poco más.
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[1] Visible en el sitio: https://dle.rae.es/artificial Consultado el 12 de octubre de 2023 a las 21.00 hrs.
[2] Visible en el sitio: https://www.bloomberglinea.com/2023/10/08/israel-incorpora-silenciosamente-sistemas-de-ia-para-operaciones-militares/ Consultado el 12 de octubre de 2023 a las 21.20 hrs.
[3] Ibídem.
[4] Visible en el sitio: https://as.com/actualidad/politica/egipto-advirtio-a-israel-diez-dias-antes-del-ataque-una-operacion-terrible-n/ Consultado el 12 de octubre de 2023 a las 21.40 hrs.
[5] Visible en el sitio: https://fee.org.es/articulos/el-d%C3%ADa-del-enga%C3%B1o-la-verdad-sobre-fdr-y-pearl-harbor/ Consultado el 12 de octubre de 2023 a las 21.45 hrs.