*¿Qué hacer con Alito y el cascarón del viejo PRI?
El PAN de Marko Cortés está frente a uno de los grandes dilemas antes de la elección: ¿Qué hacer con el impresentable y traidor presidente nacional del PRI, Alejandro Moreno y las siglas de su desprestigiado partido?. Probablemente Cortés y muchos panistas empoderados están convencidos de que, si deshacen la alianza, Moreno y los despojos del viejo PRI salgan corriendo a tirarse sobre los brazos de Morena, en cuyo caso estarían contribuyendo al establecimiento del autoritarismo populista y en consecuencia socavando las esperanzas opositoras. Quién se da un tiro en un pié antes de iniciar la carrera, se preguntarán.
Desde luego que visto así no hay nada que pensar, mejor seguir con este matrimonio de conveniencia por muchos que nos odiemos, pero mantenemos las apariencias en beneficio del interés común, sobre el entendido de que el PRI aporta el 14 o 16 por ciento de los votos a la Alianza, un porcentaje importante para prescindir de él. Restado ese porcentaje a la oposición y entregado al oficialismo firmamos nuestra sentencia de muerte, concluirán.
Puede ser, el riesgo de un mal cálculo existe, quizás los que observamos desde afura no concedemos la importancia electoral que realmente tiene. Pero éste razonamiento es de quien construye escenarios en la política tradicional, efectivos hasta antes del autoritarismo, cuando las dirigencias nacionales de PRI y PAN negociaban acuerdos fácticos contra el avance de la izquierda, época de la que se ganaron el mote de “PRIAN”. Desde que llegó López Obrador y polarizó al país partiendo a la sociedad en buenos y malos, los paradigmas de la política electoral cambiaron, ahora es impresindible involucrar a la sociedad en los proyectos políticos, pues las siglas de los partidos significan poco, ¿Cómo ganó MC Nuevo León?.
La otra forma de aproximarse al dilema es precisamente viéndolo desde una perspectiva ciudadana, plantéandose dos preguntas muy racionales: ¿Cómo reaccionarían los votantes independientes, millones, renuentes a tener por asociado al partido de la corrupción y frivolidad de Peña Nieto y muchos de los exgobernadores?, ¿Cuantos de los votos que presume el PRI de “alito” son realmente del CEN y de los comités estatales?. Si responden esas preguntas apoyados con herramientas demoscópicas bien realizadas, tal vez encuentren que son más los ciudadanos que le hacen ascos al PRI y comprueben que el CEN y los directivos estatales carecen de significancia electoral.
Veamos en corto, aquí en Chihuahua. La fortaleza del PRI está en alrededor de viente municipios, la mayoría serranos, pero los votos de esos municipios no son del CDE, son de los presidentes municipales y líderes regionales que durante años han trabajado en tierra. Sin esos alcaldes y sin esos liderazgos reales el PRI de Chihuahua sería un partido que perdería el registro en una elección estatal. Se acabaron, se chuparon ese partido hasta convertirlo en gabazo. Otro ejemplo de la decadencia lo tenemos en los tres gobernadores presentables, exalcaldes y políticos destacados, cientos de priistas -algunos operadores de priemera-, miles y miles de antiguos simpatizantes no quieren nada con el PRI de alito. Algunos ya están con el PAN, se refugiaron en Morena o, decepcionados, ingresaron al abstencionismo. Entiendan, el PRI es una estructura sin gente, un cascarón inestable que caería al primer soplido.
Cortés y quienes toman las decisiones en el CEN del PAN no deben temer a la ruptura con el CEN de alito, ni dejarse asustar por el chantaje de irse a Morena. Desde el momento en que perdió el Estado de México, alito empezó a negociar con Morena. Es preferible que se instale públicamente junto al autoritarismo a seguir fingiendose opositor, sólo quiere obtener las mayores posiciones posibles, diputados y senadores, en la Alianza opositora para traicionar andando la campaña y conseguir nuevas canongías del oficialismo. A eso juegan alito y Rubén Moreira, esperan recibir las migajas del poder que les permita conservar el registro y repartir a sus aliados internos las migajas de las migajas. Es muy claro ¿En serio no se ha dado cuenta Marko Cortés?.
La alianza que Cortés debe hacer, ahí si, es con los activos del PRI. Siguiendo con el ejemplo de Chihuahua, establecer acuerdos directos con alcaldes, líderes con base social, diputados, los gobernadores presentables, sindicatos cuyos liderazgos ejerzan control real, empresarios que usualmente financiaron al PRI. Realizan ese trabajo político en todo el país, dejen que “alito” se quede con las siglas de su partido y salga corriendo a los brazos de Morena, a ver si lo reciben con fanfarrias. Ni allá lo quieren como aliado público, el hombre y las siglas lastran, aceptarían un amaciato en la oscuridad, acostones furtivos, pero ningún beso en público, tu allá y nostros acá.¿Hay tiempo para construir esos acuerdos regionales en todo el país? Desde luego, es cuestión de operación politica permanente, priorizando los estados donde tengan mayores posibilidades de entusiasmar a la gente que nada quiere con Morena, pero tampoco con la corrupción priista. No tengan miedo, dan el paso y sentirán que les quitan un peso muerto sobre la espalda.