“El like nos apacigua, nos reconforta, nos da placer, dilata nuestras pupilas y redobla el latido de nuestro corazón como podrían hacerlo una caricia o un beso”
Javier Moreno
A finales del siglo antepasado, apareció en París el libro Psicología de las Masas, escrito por el sociólogo y psicólogo social Gustavo Le Bon, que, al pasado de los años y con las convulsiones del mundo y protagonismo de varios personajes se convirtió en libro de cabecera y obra clásica de estadistas, dictadores y estudiosos de la comunicación de masas, por la descripción quirúrgica y cruda del comportamiento de las multitudes. La era de las grandes ideologías, guerras calientes y frías, y ahora, la nueva etapa de las masas electrónicas conectadas en la red de internet, confirman esa visión profética.
Fue muy claro al señalar que las masas no tienen jamás sed de la verdad, que ante las evidencias que les desagradan, se apartan, prefiriendo divinizar al error, si el error las seduce. Quien sabe ilusionarlas se convierte fácilmente en su amo y quien intenta desilusionarlas es siempre su víctima.
A las masas ni les interesa ni buscan la verdad, por lo general la desprecian o ignoran. Su alimento es la fascinación de personajes emergentes que con carisma llenan sus expectativas y les crean mitos e ilusiones falsas. El francés Le Bon fue demostrando su teoría en la historia y hasta nuestros días.
La era de internet y redes sociales, entre otras cosas, se caracteriza por lo masivo de los usuarios, que como nunca, ningún medio de comunicación o dispositivo habían logrado en la historia de la humanidad. De medios de masas hemos pasado a redes de multitudes que interactúan, suben, bajan, producen y consumen mensajes y contenidos, sin límites de fronteras o distancias.
Le Bon destacó que en las multitudes hay impulsividad, irritabilidad e incapacidad asi como exaltación de sentimientos para razonar debido a la ausencia total de espíritu crítico para hacer juicios de situaciones o personas a las que siguen de manera fanática.
Para él, un individuo inmerso por determinado tiempo en un grupo o multitud se integra en mente colectiva como consecuencia del magnetismo del grupo, entrando en un estado de fascinación: el individuo hipnotizado se encuentra a sí mismo en manos del hipnotizador, algo similar a lo que sucede ahora con las redes sociales como encantadoras de serpientes. Las ideas de Le Bon influyeron en Adolfo Hitler, Sigmund Freud, Lenin, Roosevelt, Winston Churchill y José Ortega y Gasset, entre otros.
Lo que debemos de captar es que con el fenómeno de las redes de masas o redes socio-digitales no se trata de una simple transformación -política o tecnológica- sino que ha sufrido una verdadera mutación en el conocimiento humano y ahora presumimos desarrollar una inteligencia alterna o artificial con el riesgo que se vuelva contra la propia naturaleza humana.
La tecnología digital de nuestros días se alimenta de datos que son la materia prima. Hemos creado máquinas que acumulan miles de millones de datos en archivos de procesamiento de proporciones incalculables que se les conoce como big data, término usado para describir volúmenes impresionantes de datos que circulan en las redes, y sirven para tomar decisiones en gobiernos, empresas y organizaciones. Es como una especie del nuevo oro: el oro digital.
Y ¿cómo se producen estos datos por el humano?
Por ejemplo, el caso de las redes sociales, donde ahora producimos y consumimos datos o contenidos de manera simultánea: subimos y bajamos, compartimos y eliminamos, creamos y borramos, bloqueamos o hackeamos lo que nos ha convertido en prosumidores, palabra que conjunta las dos acciones de producir y consumir. Antes de la era digital, las grandes mayorías eran consumidoras de datos, y unos pocos, productores de datos. Ahora la masa es prosumidora.
Produce un video y lo sube a Youtube, produce un texto y los sube a Facebook o Twitter, produce sus propias fotos y las sube. Otras personas consumen esos datos, pero al mismo tiempo también envían sus productos y nosotros los consumimos. Somos entrada y salida, al mismo tiempo.
Moreno[i] recurre a una observación de Marshal McLuhan, autor de La Aldea Global, que decía que el hombre tiende a adorar las extensiones de sí mismo como una forma de divinidad, hasta el extremo de convertirse en una “criatura de su propia maquinaria”. Una de su metáforas era que la ropa es extensión de nuestra piel, razón por la cual, la moda siempre será una fascinación humana.
Y al uso de las redes sociales se incorporó el narcisismo para enamorarnos de nosotros mismos, vernos permanentemente en el espejo del celular y con un click del me gusta iniciar la ceremonia del contagio o difusión viral. Las redes sociales, para Moreno, pueden verse asi como un vasto sistema social donde se crean y contagian afecciones. Más que pandemias o epidemias sanitarias, enfrentamos el contagio de las redes porque hasta la afección en las redes es una infección, son los afectos que infectan.
El motor de un contagio es el virus. Los virus destruyen y las redes sociales funcionan de manera viral, por los virus y contagios y obvio que el contagio enardece a las masas. Apenas aparece una novedad comercial y ya quieren tenerla, un peinado, ropa y tenis y se desviven por tenerlos y luego lo presumen en las redes.
Debido a la viralidad de que somos víctimas por las redes sociales, las innovaciones tecnológicas tienen gran éxito. Cómo si fuera la siguiente fase de hacernos primero adictos a las redes y ahora sigue que las máquinas nos controlen, con la envoltura de la inteligencia artificial.
En un interesante artículo publicado el pasado 21 de mayo en El País, Juan Arnau[ii] es contundente al afirmar que las máquinas no saben hacer el amor y reproducirse, sin embargo, para ello utilizan a la especie humana, prometiendo el dominio militar, político y económico. La máquina, que no sabe desear, es capaz de hacer desear. Desde entonces, ingenieros y tecnócratas han logrado una aceleración inédita en la evolución de las máquinas, mientras la especie humana queda rezagada.
Al cuestionar y reflexionar sobre la tecnología e inteligencia artificial no significa la desclasificación a priori como desconfiar del utopismo tecnológico no significa demonizar la técnica. La técnica ha existido desde el Neolítico y nuestra historia no puede entenderse sin ella. Sólo recientemente, la técnica se ha plegado al mito mecanicista, tomando una deriva que afecta al ejercicio mismo de la libertad. Va en busca de su perfección, y nos hace creer que la manejamos a ella, cuando es ella la que, sigilosamente, va configurando nuestra forma de vida y de trabajar. Eso acepta Arnau y a cambio, nos facilita la vida.
El cuestionamiento es que mientras tanto, las redes sociales a que los somos afectos y adictos, a los que grandes masas han adoptado como sus gurús, se encargan de configurar mentes infantilizadas, narcisistas y sometidas al fetiche de la popularidad. Estos dos vectores, tanto “la cultura de la distracción y una inteligencia mecánica que configura los deseos de las masas, trazan una deriva siniestra”.
Tecnología que maneja las redes sociales, redes sociales que manejan a las masas, masas que están fascinadas en evadir la verdad y solo crear nuevos mitos y ritos es el panorama preocupante, porque los conocimientos mecanizados tienden a homogenizar a las personas, al monopolio de los dueños de grandes empresas que viven una era dorada de capitalismo tecnológico, explotando las aplicaciones de las redes para que los ciudadanos del mundo tengamos nuevos centros de consumo, entretenidos con un like, una selfie y grupos de seguidores.
Así las cosas, las preguntas serian ¿cómo desenamorarnos de los likes?, ¿cómo dejar de depender de máquinas?, ¿cómo liberarnos de redes que están al servicio de las masas que no razonan, ni analizan, sino siguen el canto de las sirenas y nos convierten en víctimas y victimarios?
1.- # MORENO, Javier (2022) El hombre transparente. Cómo el “mundo real” acabó convertido en big data, ed. Akai, España
2.- ARNAU, Juan (2023), Máquinas de pensar; máquinas de matar: ¿es inteligente fabricar artefactos más inteligentes que nosotros? , 21 de mayo de 2023, El País, España.
“El like nos apacigua, nos reconforta, nos da placer, dilata nuestras pupilas y redobla el latido de nuestro corazón como podrían hacerlo una caricia o un beso”
Javier Moreno
A finales del siglo antepasado, apareció en París el libro Psicología de las Masas, escrito por el sociólogo y psicólogo social Gustavo Le Bon, que, al pasado de los años y con las convulsiones del mundo y protagonismo de varios personajes se convirtió en libro de cabecera y obra clásica de estadistas, dictadores y estudiosos de la comunicación de masas, por la descripción quirúrgica y cruda del comportamiento de las multitudes. La era de las grandes ideologías, guerras calientes y frías, y ahora, la nueva etapa de las masas electrónicas conectadas en la red de internet, confirman esa visión profética.
Fue muy claro al señalar que las masas no tienen jamás sed de la verdad, que ante las evidencias que les desagradan, se apartan, prefiriendo divinizar al error, si el error las seduce. Quien sabe ilusionarlas se convierte fácilmente en su amo y quien intenta desilusionarlas es siempre su víctima.
A las masas ni les interesa ni buscan la verdad, por lo general la desprecian o ignoran. Su alimento es la fascinación de personajes emergentes que con carisma llenan sus expectativas y les crean mitos e ilusiones falsas. El francés Le Bon fue demostrando su teoría en la historia y hasta nuestros días.
La era de internet y redes sociales, entre otras cosas, se caracteriza por lo masivo de los usuarios, que como nunca, ningún medio de comunicación o dispositivo habían logrado en la historia de la humanidad. De medios de masas hemos pasado a redes de multitudes que interactúan, suben, bajan, producen y consumen mensajes y contenidos, sin límites de fronteras o distancias.
Le Bon destacó que en las multitudes hay impulsividad, irritabilidad e incapacidad asi como exaltación de sentimientos para razonar debido a la ausencia total de espíritu crítico para hacer juicios de situaciones o personas a las que siguen de manera fanática.
Para él, un individuo inmerso por determinado tiempo en un grupo o multitud se integra en mente colectiva como consecuencia del magnetismo del grupo, entrando en un estado de fascinación: el individuo hipnotizado se encuentra a sí mismo en manos del hipnotizador, algo similar a lo que sucede ahora con las redes sociales como encantadoras de serpientes. Las ideas de Le Bon influyeron en Adolfo Hitler, Sigmund Freud, Lenin, Roosevelt, Winston Churchill y José Ortega y Gasset, entre otros.
Lo que debemos de captar es que con el fenómeno de las redes de masas o redes socio-digitales no se trata de una simple transformación -política o tecnológica- sino que ha sufrido una verdadera mutación en el conocimiento humano y ahora presumimos desarrollar una inteligencia alterna o artificial con el riesgo que se vuelva contra la propia naturaleza humana.
La tecnología digital de nuestros días se alimenta de datos que son la materia prima. Hemos creado máquinas que acumulan miles de millones de datos en archivos de procesamiento de proporciones incalculables que se les conoce como big data, término usado para describir volúmenes impresionantes de datos que circulan en las redes, y sirven para tomar decisiones en gobiernos, empresas y organizaciones. Es como una especie del nuevo oro: el oro digital.
Y ¿cómo se producen estos datos por el humano?
Por ejemplo, el caso de las redes sociales, donde ahora producimos y consumimos datos o contenidos de manera simultánea: subimos y bajamos, compartimos y eliminamos, creamos y borramos, bloqueamos o hackeamos lo que nos ha convertido en prosumidores, palabra que conjunta las dos acciones de producir y consumir. Antes de la era digital, las grandes mayorías eran consumidoras de datos, y unos pocos, productores de datos. Ahora la masa es prosumidora.
Produce un video y lo sube a Youtube, produce un texto y los sube a Facebook o Twitter, produce sus propias fotos y las sube. Otras personas consumen esos datos, pero al mismo tiempo también envían sus productos y nosotros los consumimos. Somos entrada y salida, al mismo tiempo.
Moreno[i] recurre a una observación de Marshal McLuhan, autor de La Aldea Global, que decía que el hombre tiende a adorar las extensiones de sí mismo como una forma de divinidad, hasta el extremo de convertirse en una “criatura de su propia maquinaria”. Una de su metáforas era que la ropa es extensión de nuestra piel, razón por la cual, la moda siempre será una fascinación humana.
Y al uso de las redes sociales se incorporó el narcisismo para enamorarnos de nosotros mismos, vernos permanentemente en el espejo del celular y con un click del me gusta iniciar la ceremonia del contagio o difusión viral. Las redes sociales, para Moreno, pueden verse asi como un vasto sistema social donde se crean y contagian afecciones. Más que pandemias o epidemias sanitarias, enfrentamos el contagio de las redes porque hasta la afección en las redes es una infección, son los afectos que infectan.
El motor de un contagio es el virus. Los virus destruyen y las redes sociales funcionan de manera viral, por los virus y contagios y obvio que el contagio enardece a las masas. Apenas aparece una novedad comercial y ya quieren tenerla, un peinado, ropa y tenis y se desviven por tenerlos y luego lo presumen en las redes.
Debido a la viralidad de que somos víctimas por las redes sociales, las innovaciones tecnológicas tienen gran éxito. Cómo si fuera la siguiente fase de hacernos primero adictos a las redes y ahora sigue que las máquinas nos controlen, con la envoltura de la inteligencia artificial.
En un interesante artículo publicado el pasado 21 de mayo en El País, Juan Arnau[ii] es contundente al afirmar que las máquinas no saben hacer el amor y reproducirse, sin embargo, para ello utilizan a la especie humana, prometiendo el dominio militar, político y económico. La máquina, que no sabe desear, es capaz de hacer desear. Desde entonces, ingenieros y tecnócratas han logrado una aceleración inédita en la evolución de las máquinas, mientras la especie humana queda rezagada.
Al cuestionar y reflexionar sobre la tecnología e inteligencia artificial no significa la desclasificación a priori como desconfiar del utopismo tecnológico no significa demonizar la técnica. La técnica ha existido desde el Neolítico y nuestra historia no puede entenderse sin ella. Sólo recientemente, la técnica se ha plegado al mito mecanicista, tomando una deriva que afecta al ejercicio mismo de la libertad. Va en busca de su perfección, y nos hace creer que la manejamos a ella, cuando es ella la que, sigilosamente, va configurando nuestra forma de vida y de trabajar. Eso acepta Arnau y a cambio, nos facilita la vida.
El cuestionamiento es que mientras tanto, las redes sociales a que los somos afectos y adictos, a los que grandes masas han adoptado como sus gurús, se encargan de configurar mentes infantilizadas, narcisistas y sometidas al fetiche de la popularidad. Estos dos vectores, tanto “la cultura de la distracción y una inteligencia mecánica que configura los deseos de las masas, trazan una deriva siniestra”.
Tecnología que maneja las redes sociales, redes sociales que manejan a las masas, masas que están fascinadas en evadir la verdad y solo crear nuevos mitos y ritos es el panorama preocupante, porque los conocimientos mecanizados tienden a homogenizar a las personas, al monopolio de los dueños de grandes empresas que viven una era dorada de capitalismo tecnológico, explotando las aplicaciones de las redes para que los ciudadanos del mundo tengamos nuevos centros de consumo, entretenidos con un like, una selfie y grupos de seguidores.
Así las cosas, las preguntas serian ¿cómo desenamorarnos de los likes?, ¿cómo dejar de depender de máquinas?, ¿cómo liberarnos de redes que están al servicio de las masas que no razonan, ni analizan, sino siguen el canto de las sirenas y nos convierten en víctimas y victimarios?
1.- # MORENO, Javier (2022) El hombre transparente. Cómo el “mundo real” acabó convertido en big data, ed. Akai, España
2.- ARNAU, Juan (2023), Máquinas de pensar; máquinas de matar: ¿es inteligente fabricar artefactos más inteligentes que nosotros? , 21 de mayo de 2023, El País, España.