Entre redes
Aprendimos a conocer por la vista, sin leer, solo con ver y esa función nos la activó la televisión al estar conectados a imágenes, colores y movimientos, pero sin pensar”
“El concepto de verdad iba siendo secuestrado por los sentidos, despojándole de la racionalidad. El reinado de la imagen, bajo la premisa que una imagen dice más que mil palabras, terminó cancelando el uso de la razón y del lenguaje”
¿Cuál es la brújula que portamos en la vida?, ¿conocemos por los sentidos o por la razón?, ¿podemos combinar fe, razón y sentidos?, ¿pensamos por lo vemos o actuamos por lo que oímos?
¿Hasta qué punto hemos variado nuestra conducta de votar o decidir por los sentidos y no por la razón? Pasamos de manera rápida de una sociedad visual, que piensa por la vista, a una sociedad auditiva que va por la vida con grandes audífonos, discretos o como grandes orejeras, conectados a los celulares, pero desconectados y desconcertados con la realidad.
Cuando vamos por la calle ya vemos a un número importante de personas que caminan o conducen con audífonos. En parques y gimnasios vemos corredores, casi invariablemente, con sus audífonos discretos como pequeños chícharos o grandes orejeras que cubren casi media cara. También personas que parece que van hablando solas, pero en realidad van conectadas a un celular.
Todavía hace poco, estábamos estacionados en la sociedad visual o de la imagen, donde las pantallas eran las reinas de la comunicación. Aprendimos a conocer por la vista, sin leer, solo con ver y esa función nos la activó la televisión al estar conectados a imágenes, colores y movimientos, pero sin pensar. Es más, ejercimos la democracia a través de los sentidos[i], con la irrupción de la mercadotecnia política que cambió la razón por la emoción y la política se mercantilizó convirtiéndola en un espectáculo: las campañas se convirtieron en circo de tres pistas donde, destacaba más quién tuviera la capacidad de impresionar con su imagen usando recursos de fuegos artificiales disfrazados de retórica.
En la década de los 90 tomó auge el juego democrático donde los medios de comunicación jugaban un papel esencial en la era de la imagen. Los mensajes lanzados con una gran carga de estímulos visuales y emocionales con la finalidad de incorporarnos a nuevas formas de ver, conocer y asimilar la realidad.
El concepto de verdad iba siendo secuestrado por los sentidos, despojándole de la racionalidad. El reinado de la imagen, bajo la premisa que una imagen dice más que mil palabras, terminó cancelando el uso de la razón y del lenguaje. Nos hizo remontarnos a la edad de las cavernas cuando utilizaban jeroglíficos o ideogramas, que eran “dibujitos” a falta de lenguaje para describir la realidad o expresar nuestros sentimientos.
Ahí están de testigo esos pictogramas que al paso de los siglos la transformaríamos en pensamiento visual que sería el producto final de la televisión. La TV se convirtió en la ampliación de nuestra vista, como la radio la ampliación del oído. Los sentidos fueron sustituidos por medios de comunicación de tal manera que empezamos a ver por la televisión, a oír por la radio, a conocer la realidad a través de los periódicos en esa época.
La disrupción de internet daría un nuevo giro porque agruparía a los sentidos. En esa primera etapa conocido como internet 1.0, frente a una computadora vemos, oímos, escribimos, leemos, tecleamos. El siguiente paso fue el llamado internet 2.0 donde empezamos a interactuar entre nosotros a través de aplicaciones de las redes sociales en sus diferentes versiones y formas de enlace: Facebook, Twitter, Instagram, Messenger, Meet, Zoom y WhatsApp.
En esas redes se fue adaptando un lenguaje minimizado, encriptado, a base de señales e iniciales. Del pensamiento amplio y extendido pasamos a un lenguaje breve, telegráfico a veces, por la rapidez e inmediatez que era la nueva condición de estas redes sociales.
Ahora arribamos al internet 3.0 y esta nueva versión es también conocida como el “internet de las cosas” aplicado en cosas materiales e inanimadas. Es el época del “edificio inteligente”, “teléfono inteligente”, “casa inteligente”, “auto inteligente” donde se programan las “cosas” como si fueran seres humanos. Por eso se le llama inteligencia artificial.
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El primer acto de comunicación en la vida se da al momento de nacer, cuando el niño es entregado a su madre y en el regazo se establece un acto de amor al hacer contacto las pieles. Siempre he considerado que es el primer evento de comunicación de los seres humanos, quienes -madre e hijo- sin verse ni hablarse hacen el primer contacto de vida al juntar sus pieles. La carne creada reconoce a la carne creadora, donde la comunicación es un acto de amor.
Hacen contacto con la piel y se comunican amor y afinidad. El calor, textura y roce de la piel es el primer sentido que se activa, antes que la vista. Luego, entra en acción el olfato cuando el niño reconoce a su madre por el aroma y la madre respira el vaho tibio de su hijo.
Los seres humanos estamos dotados de cinco sentidos básicos para conocer el mundo que nos rodea. Por ellos captamos datos que son imágenes, sonidos, aromas, texturas y sabores para alimentar al cerebro de información que va almacenando y clasificando. Esos elementos los usa para elaborar ideas, expresiones y argumentos que lógicamente la razón los procesa y es como configuramos el conocimiento.
Los sentidos son el primer contacto con la realidad por lo cual no debemos minimizarlos asumiendo actitudes intelectuales ni maximizarlos al convertirnos en empíricos que, como el apóstol Tomás, caemos en la incredulidad o desconfianza queriendo demostrar todo en base a los sentidos. Si no lo veo, no lo creo; pecamos de escépticos incapaces de ver más allá de nuestra nariz.
El proceso de conocer empieza con los sentidos y nos lleva a la razón. La razón nos lleva a entender y comprender la realidad. También la razón nos conduce a la fe. Pero lo importante no es depender de uno solo de estos conocimientos, sino complementarlos.
Los sentidos están sujetos al funcionamiento correcto de ellos. No podemos confiar del todo porque muchas veces algún sentido puede estar deteriorado y nos otorga los datos incorrectos, como en el caso de una persona con debilidad visual o problemas auditivos. No es confiable lo que ve u oye porque esos sentidos funcionan mal. Pero, de cualquier forma, son nuestras redes de conocimiento elemental que proporcionan datos al cerebro, a diferencia de los animales que esos mismos sentidos alimentan datos, pero a su instinto para la sobrevivencia o defensa, más no a constituyen una razón.
Nuestro desarrollo humano, entonces también ha sido pautado por nuestros sentidos. El tacto es el primer sentido con el que arribamos a la vida, pero al paso del tiempo perdemos la sensibilidad, no tan solo de la piel, sino de la razón y la emoción y nuestra epidermis se convierte dura como la del elefante, lo terso se transforma en áspero que arrasa al corazón.
Vivimos una ceguera de taller, que de tanto vivir en una sociedad visual ya no distinguimos la verdad de la mentira. El mundo de las pantallas nos atrofió el cerebro porque ya solo vemos y no pensamos. Bueno, pensamos con la vista, que es la esencia de la era de la imagen: votamos por lo que vemos, compramos por lo que vemos, nos enamoramos por la vista, no por el corazón y -absurdo- “razonamos” con los ojos. Ese fue el resultado de la sociedad visual.
Los celulares inauguraron otra era de los sentidos, que fue la auditiva. Al dispositivo del teléfono que ya siempre cargamos, le agregamos los audífonos que sirven para conectarnos con música, con podcast o hablamos mientras manejamos o caminamos por la calle, pero nos desconectamos de nuestro entorno. O sea, oímos, pero no entendemos que es un síntoma de la sordera.
El sentido del gusto es prioritario en una sociedad hedonista, que privilegia el placer por el placer, la comodidad y el confort. La tecnología nos ha facilitado todo, disfrutamos más, gozamos y nos divertimos más, aunque relajamos más el carácter. Vamos del tingo al tango, en una sociedad del espectáculo y entretenimiento.
Y el ultimo sentido, el del olfato nos fue arrebatado por el covid19. Hay una sociedad sin olfato como consecuencia de la pandemia.
Nos hemos quedamos sin olfato político, económico y social, lo que pone en riesgo el rumbo que debemos seguir, la brújula que debe guiarnos para no extraviarnos en este mundo real y virtual.
Después de la crisis de los cinco sentidos, aunque quedan esperanzas en el sentido común, que es el menos común de los sentidos y por supuesto, está el sexto sentido, que distingue a los mujeres como su GPS íntimo y sabio, con el que centran a los hombres y a las sociedades.
1 Contreras, Javier. (2002) La democracia de los sentidos, Conaculta, ICHC, colección Solar, Chihuahua, México