Con los curas y con los gatos pocos tratos
.”Con los curas y los gatos pocos tratos”. Así reza -así dice, mejor dicho- un proverbio jacobino, volteriano, anticlerical. No comparto esa expresión. A los gatos, es cierto, les guardo su distancia. Son fieras que simulan estar domesticadas, y eso me hace temerles un poquito. Por lo que hace a los curas, aunque con pocos tengo relación, conozco a algunos cuyo trato me edifica, como antes se decía. Uno de ellos es don Hilario González, obispo de Saltillo, quien da ejemplo de entrega y dedicación a su labor, de sencillez que llega a la humildad. Eso contrasta con la postura de muchos profesionales de la religión que se creen amigos personales del Señor, y asumen entonces una actitud soberbia que los lleva a sentirse por encima de su prójimo. Con más de uno de esos entes me he topado, eclesiásticos y laicos por igual, y su pedantería celeste me ha acercado en forma peligrosa al ateísmo. En la iglesia a la cual pertenezco, la católica, el celibato hace que en algunos sacerdotes se acentúe tal sentimiento de superioridad. No se ponen a considerar que el dicho celibato transgrede las leyes que la naturaleza -o sea, para los creyentes, Dios- impuso a sus criaturas a fin de perpetuar el don supremo de la vida. Por causa del miedo de los hombres al rayo o a la muerte -ese otro rayo- el mundo está lleno de religiones, lo cual muchas veces ha hecho de él un sitio peligroso para vivir. La religión ofrece a los humanos bienes muy valiosos, como la fe y la esperanza, pero la soberbia que antes dije lleva a algunos administradores de Dios a incurrir en aberraciones inauditas. La acción cometida por el Dalai Lama, quien hizo que un niño lo besara en la boca, tras de lo cual le pidió que le lamiera la lengua, constituye una abominación que bien puede ser calificada de asquerosa, no sólo por su contenido físico, sino por la extremada falta de humanidad que entraña dicho acto. La fotografía que muestra a ese jerarca religioso con la lengua de fuera para que el niño cumpla su deseo es una de las más nauseabundas imágenes de nuestro tiempo. La idea de Dios, mal entendida, lleva a los hombres que se sienten cerca de la divinidad a incurrir en atrocidades incalificables. Más ciencia y menos mala religión harán que nuestro mundo sea mejor. Oír -y leer- otras palabras a más de “la Palabra” hará de nosotros seres humanos más humanos. Trataré ahora de atemperar esa soberbia perorata con algunas historietas de humor lene. El marido de Tabu Larrasa le comentó a un amigo: “A mi esposa le van a hacer un busto”. Preguntó el amigo: “¿Un escultor?”. “No -precisó el marido-. Un cirujano plástico”. En la Estación Victoria le dijo Sherlock Holmes a su inseparable compañero, el doctor Watson: “¿Ve usted a aquella mujer del vestido verde? Es compradora compulsiva; fuma a escondidas cigarrillos egipcios; sufre de ventosidades; presenta rasgos de histeria; usa corsé; jamás ha leído un libro, y en la cama es frígida”. “By Jove! -exclamó Watson con admiración-. ¿Cómo puede usted saber tantas cosas de esa mujer con sólo verla?”. Explicó el gran detective: “Estuve casado con ella”. Babalucas fue a una granja. Le pidió al granjero: “Deme 5 litros de leche de vaca”. Objetó el hombre: “El recipiente que trae usted es demasiado pequeño”. “Ah -replicó Babalucas-. Entonces deme 5 litros de leche de cabra”. La mujer de don Acisclo se apuró: “Me dicen que en la empresa donde trabajas están despidiendo empleados”. “No te preocupes -la tranquilizó él-. Nada más están corriendo a los pendejos”. Al día siguiente llegó don Acisclo a su casa y le dijo a su esposa, compungido: “Ahora sí ya agarraron parejo”. FIN.
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE.
VARIACIONES OPUS 33 SOBRE EL TEMA DE DON JUAN
Los recuerdos de Don Juan, igual que sus pecados, son todos femeninos.
Nada olvida de las mujeres a las que amó una noche, o sea una eternidad. Aquella hermosa dama que rezó antes de entregársele. La otra que en el momento del amor le reclamó: “¿Por qué no me hiciste esto antes?”. La que después de alcanzar el culmen del deliquio le dijo: “Este cielo es mejor que cualquier otro cielo”.
Don Juan no olvida sus amores, y anhela que sus amores no lo olviden a él. Bien sabe que muchas veces fue ingrato, pero confía en ser perdonado. Piensa que el perdón es oficio divino y de mujer. Quizá se equivoca al pensar así, pero su pensamiento se funda en la esperanza.
Don Juan vivió la vida intensamente, por eso ahora tiene mucho que recordar. Eso, los recuerdos, son un bien que ayuda a soportar los males que vienen con la edad. Don Juan es viejo ya, pero cuando recuerda se hace joven.
En este momento está recordando.
Dejémoslo solo. En este momento está viviendo.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
Por AFA.
“. AMLO culpa a China por el fentanilo.”.
Veo con admiración
-por eso ofrezco disculpa-
que de esa droga no culpa
a Felipe Calderón.