– Cuando el teléfono estaba atado a un cable… los humanos éramos libres
Anónimo
Marshall Mcluhan, uno de los teólogos de la información, decía que vivimos en una pecera mediática, utilizando la metáfora del pez que nada tranquilamente en una pecera de agua cristalina sin ninguna preocupación o angustia, y por supuesto sin la “conciencia” de estar mojado, en un hábitat natural a su especie. La pregunta sería ¿cuándo se percataría que está mojado?
Su reacción de aleteo y sensación de agonía sería cuando lo sacáramos de la pecera porque sus branquias no respiran del aire fuera del agua.
Algo similar nos sucede. Vivimos en una gran pecera mediática, que se llama ecosistema mediático en un entorno digital. De manera natural hemos ido adquiriendo nuevos hábitos, costumbres, manías y obsesiones. Ciertamente que ya no somos los mismos seres humanos de hace 2 décadas porque el entorno digital es la pecera en que nos desplazamos como algo natural. Algo asi como el proceso de la rana que se le pone en una olla con agua en el quemador de una estufa. El agua se irá calentando gradualmente, pero la rana no lo sentirá hasta que muere quemada.
¿Estamos en una pecera sin darnos cuenta que estamos empapados en un nuevo ecosistema digital o en una olla sin percatarnos que el agua nos ha ido calentando poco a poco y ya cuando queremos reaccionar o salirnos no podemos?
Entorno, ecosistema o burbuja nos hacen la vida cómoda y nos adaptamos a un ambiente o naturaleza. Hoy estamos dentro del entorno digital en un ecosistema que nos envuelve, fascina, pervierte o atrapa.
Estamos acostumbrados a utilizar el término de burbuja para referirnos a un estado ambiental satisfactorio y que nos brinda seguridad y confianza. Lo aplicamos también para describir un aislamiento que nos separa de la realidad, y al mismo tiempo nos hace felices por tener una membrana cómoda. Podríamos decir que las burbujas son como una agradable cárcel que al mismo tiempo nos libera de los problemas cotidianos.
El entorno digital que vivimos nos ha creado una burbuja que nos incapacita para ver más allá. La podemos llamar burbuja digital o mediática para poder entender que la revolución digital ha cambiado radicalmente la producción escrita y su recepción[i] y más allá ha impactado de manera alarmante la formación de percepciones que sustituyen la realidad. Creo que la percepción no existe per se, sino nosotros la creamos como distorsión para acomodar nuestras ideas y visiones y que, efectivamente, en el tiempo de la revolución digital toma fuerza por los dispositivos electrónicos de dispersión. Esa percepción, como nunca, se ha multiplicado por las redes sociales, tecnología digital o teléfonos inteligentes que han desplazado a los sentidos y razón humana para entronizarse como creadora de la verdad.
Esto lo entendemos porque los seres humanos hemos creado sistemas como forma de organizarnos, convivir y ordenar nuestras relaciones. El mejor ejemplo son los sistemas políticos o sistemas económicos que funcionan como los órganos en un ser vivo. Participan varios actores y cada uno cumple con una función. A medida que los órganos hacen su tarea y se interconectan con otros órganos, decimos que el sistema funciona.
Asi funciona el organismo humano. Tenemos un sistema óseo, donde los huesos cumplen su función de articular movimientos, sostenernos y hacer actividades físicas. Si nos fracturamos seriamente un hueso, se afecta el organismo. El sistema circulatorio transporta la sangre, bombeada por el corazón, hacia todo el cuerpo y la obstrucción de una arteria, pone en riesgo la vida o la falla de los riñones o el hígado comprometen el funcionamiento de todo el organismo y perdemos la salud. Asi son los sistemas: están relacionados y comprometidos unos con otros.
La naturaleza asi también funciona por medio de sistemas que generan armonía y sobrevivencia. Eso lo identificamos como ecología, que se compone de las palabras griegas oikos, que significa casa y logos que es estudio. La naturaleza es nuestra casa y ecología sería el estudio o conocimiento del entorno natural y las relaciones entre los organismos que lo habitan. Por eso identificamos como parte de la ecología la flora y fauna que cohabitan con nosotros.
El equilibrio ecológico es que todos los organismos que ahí viven cumplan con funciones específicas, por lo cual, cada uno responde a una función. Un león será y se comportará como un león, una planta será planta con funciones de fotosíntesis, un árbol dará frutos y asi cada ser vivo del ecosistema se desarrolla conforme su esencia que lo distingue de los demás.
La revolución digital, iniciada a finales del siglo pasado, fue conformando lo que se llama ecosistema mediático o ecología de los medios para describir que vivimos una nueva realidad comunicacional porque los medios son factores o intermediarios para conocer la realidad. La razón ya no es suficiente y en muchos casos, paulatinamente, ha sido desplazada. Ahora el principio es tomar en cuenta lo que parece ser, no lo que es.
El ecosistema mediático que vivimos es la nueva burbuja que sostiene cómo pensar, qué pensar, qué sentir, nuevos valores y sentimientos en un ambiente creado por todo el entorno digital.
Rosental Calmon Alves[ii], reconocido periodista brasileño dice que después de un relativo equilibrio en los ecosistemas, la aparición de internet cambió el ecosistema mediático, compuesto anteriormente por los medios convencionales como prensa, radio y televisión, incidiendo en la forma de relacionarnos con los mismos medios de comunicación. Cambió la estructura de conocer y ver la realidad. Por eso “estamos pasando de los medios de masas a la masa de medios”.
El nuevo ecosistema mediático que vivimos lo podemos distinguir por dos componentes: internet y teléfonos celulares. Primero, con la red de internet, se inició la individualización del consumo, dejando atrás los medios de masas o consumismo masivo. Ya no tenemos que ir, necesariamente, a un centro comercial a comprar ropa o zapatos; ya no tenemos que ir a un restaurante para conocer el menú o consumir lo que se nos antoje. Ya lo podemos hacer de manera individual y sin salir de casa o movernos de donde queremos estar, desde un dispositivo de manera individual.
Y el factor de los teléfonos celulares o inteligentes, generó la movilidad que significa que nos podemos desplazar en el ecosistema mediático y en cualquier momento traemos un aparato desde donde podemos producir y consumir contenidos o mensajes.
La conjunción de internet y la movilidad de los teléfonos, entonces, son los pilares de las redes sociales, que constituyen la burbuja digital en la que vivimos.
Esa burbuja o ecosistema mediático funciona de manera horizontal porque ya nos comunicamos de igual a igual. Antes, la estructura de los medios tradicionales era la comunicación de uno a muchos; ahora es de muchos a muchos, como la polarización o confrontación en las redes; de uno a uno, como en las nuevas relaciones sentimentales a través de las redes; o de muchos a uno, cuando se dan los linchamientos digitales como en Facebook, Twitter o Instagram.
Ese ecosistema mediático, tiene también movilidad, porque se puede uno desplazar a cualquier lugar con la señal de internet siempre activa; globalidad porque es una red extendida a todo el mundo; continua, porque no descansa a ninguna hora; instantánea por la rapidez y fluidez de los mensajes e individual porque lo masivo ha dejado de tener vigencia.
Si diéramos un repaso rápido a la concepción del ser humano a la largo de siglos, hay un cambio abismal en el enfoque del sentido de la vida.
Pasamos por una etapa conocida como teocentrismo, (teo, de divino) donde Dios era el centro de la naturaleza humana. Las actividades estaban encaminadas a agradar a Dios, a considerar la trascendencia del mal allá, de practicar una vida más contemplativa y espiritual y sobre todo la consideración de ser criaturas, hombres mortales e imperfectos.
Del teocentrismo se pasó al antropocentrismo donde el centro de atención fue el ser humano, y en lugar de levantar la vista al cielo, se centró la mirada en el prójimo o seres semejantes. Brotó la soberbia racional, despojando del alma a la sociedad.
Y ahora, el nuevo ecosistema mediático nos ha transportado a un egocentrismo o yocentrismo, donde el mundo de las selfies, de la idolatría de nosotros mismos por medio de dispositivos electrónicos y teléfonos inteligentes nos colocan en seres ensimismados en nosotros mismos, que nos vemos, como nunca, muchas veces al día en el espejo portátil que no dejamos ni para ir al baño.
Por eso cuando el teléfono estaba atado a un cable, los humanos éramos libres… y ahora estamos atados a un teléfono sin cable, en una burbuja digital que nos provoca felicidad o nos hace infelices. Una burbuja donde reina el yocentrismo.
[i] BENHAMOU, Francoise (2015) El libro en la era digital. Papel, pantallas y otras derivas, ed. Paidós, Entornos 28, Argentina
[ii] Conectas.org/labs/el-guru-del-periodismo-del-nuevo-milenio