*Atrevida observación a la compañía de Jesús
*El chueco ya compareció ante dios
*¿Cuál es el desenlace que sí querían?
Desde que velaron sus cuerpos en el templo del Sagrado Corazón de Jesús y, puntual, cada mes luego de los horribles asesinatos, ha pedido justicia para sus hermanos caídos, lo mismo que paz y tranquilidad en las regiones secuestradas por el crimen. En su exigencia, la Compañía de Jesús encontró sincera solidaridad en los mexicanos y la comunidad Internacional, estrujada por los infames crímenes.
Tardó nueve meses, pero ésta llegó y lo hizo en forma de justicia divina; el chueco, cuyo nombre de pila me niego a escribir, ha sido juzgado en la misericordia y bondad infinita de Dios, garantía de una sentencia justa e inapelable. Lo mataron sus antiguos aliados de Sinaloa, pero según aprendí en el catecismo que nos daba Doña Chole, lo juzgó Dios. El hombre ya no pertenece a éste mundo, su alma está donde decidió ponerla el Tribunal infalible de Dios nuestro Señor.
Sin embargo la Compañía, según comunicado difundido ayer, confiesa que “¡esto no es lo que nosotros esperábamos y menos queríamos”, porque “la violencia no se frena con violencia!”. Imposible estar en desacuerdo con los jesuitas, nadie y supongo los gobiernos menos que cualquiera, querría un desenlace así. Lo deseable hubiese sido que las autoridades detuviesen al homicida y lo presentasen ante la justicia de los hombres.
No sucedió porque en él se cumplió otra sentencia famosa de los Evangelios; “el que a hierro mata, a hierro muere”. El chueco fue víctima de la misma violencia que generó, como víctimas son los sacerdotes de la orden, el guía de turistas y miles de mexicanos inocentes. Si la Compañía de Jesús está inconforme con la voluntad de Dios, es decir inconforme de la manera en que sucedieron los hechos, debería expresar objetivamente con que sí estaría conforme, manifestar qué necesita de las autoridades para que la paz llegue a su comunidad.
El mismo comunicado proporciona una idea de sus necesidades, lo ha dicho antes y repitió ayer: “el desastre que hay no fue ni es provocado por una persona, sino desgraciadamente existe toda una estructura de extorsión, soborno, cobro de piso, levantamientos, venta de alcohol clandestinamente, tala ilegal”. Pues otra vez, cómo estar en contra, es lo que todos los mexicanos de bien deseamos y exigimos del gobierno en sus tres niveles, que haga valer el Estado Mexicano, que cumpla con su obligación de proveer seguridad recuperando el control de los territorios gobernados por el crimen.
Todos queremos paz, es una tragedia lo que nos sucede como país. Según el Comando Norte del Ejército de los Estados Unidos, reiterado en éstos días por el Departamento de Estado, un tercio del territorio nacional está gobernado por criminales y lo peor es que siguen ganando territorio. Las autoridades del poderoso vecino tienen documentada la tragedia, los mexicanos la padecemos diario, conocemos la triste realidad por experiencia propia.
Es inadmisible una situación así en cualquier país medianamente civilizado, más en uno que frente al mundo presume su Estado de Derecho. En su presunción subyace la contradictoria realidad de que, faltando a sus deberes, el Presidente profesa una política amorosa hacia los criminales, sustentada en lo que podría ser una jaculatoria; contra los criminales, señor, abrazos y no balazos. Mientras prevalezca esa política a la que tengo por criminal, desde que favorece las actividades del crimen, será imposible rescatar los territorios secuestrados y en consecuencia seguirán extorsiones, asesinatos y el largo etcétera de que los jesuitas son testigo.
Esa parte, debo decirlo, la Compañía de Jesús está en deuda con los mexicanos. Teniendo una voz tan potente como la tiene, nunca la ha levantado enfática e inequívocamente para condenar o al menos lamentar la política demencial del Presidente en materia de seguridad, como sí lo han hecho muchos medios y columnistas, obispos y sacerdotes de manera particular, prominentes líderes de la Iniciativa Privada, académicos y hasta columnistas internacionales.
Si queremos recuperar la paz en nuestras comunidades, lo primero que debemos hacer es obligar al gobierno que cumpla con su deber de preservarla, pues en cuatro años hemos visto suficientemente claro que abrazarlos no es el camino. Teniendo la certeza de que el asesino ya está juzgado por Dios, me desconcierta que la Compañía de Jesús traslade los infames asesinatos de sus hermanos, hacia la crisis de valores morales y ausencia de gobierno en nuestro país.
Al mostrar su insatisfacción por que el desenlace haya sido mortal y ante la imposibilidad de que sea juzgado en ésta tierra, uno pensaría que en sus exigencias subsiste la pretensión de regresar a la era de las comunidades eclesiales de base, desaprobadas por Juan Pablo Segundo. ¿Hacia allá quieren volver? Nos guste o no, la justicia para el chueco llegó como tenía que llegar, son los designios inescrutables del Señor, ahora lo que tenemos que ver es para delante, el doloroso episodio debe quedar cerrado.