Reflexión semanal
En 1975, las Naciones Unidas estableció el día 8 de marzo como el “Día Internacional de la Mujer“. En esta fecha se recuerda un 8 de marzo de 1908, cuando decenas de mujeres trabajadoras de una fábrica de textil en Nueva York murieron calcinadas después de encerrarse y reclamar el derecho de una mejora de sus condiciones laborales. Tristemente, este es solo un ejemplo de las múltiples injusticias que las mujeres han vivido a lo largo de la historia de la humanidad. Lamentablemente en el plano “espiritual” o “religioso” no ha escapado a esta horrenda manera de tratar a las mujeres, en algunos movimientos religiosos, las mujeres son menospreciadas y humilladas por ser mujeres sin valor alguno. Pero afortunadamente Jesús en Su Palabra nos muestra cómo debemos de tratar a aquellas que son nuestras compañeras, madres, hermanas y amigas. Pero también enseña a las mujeres como deben esperar ser tratadas por parte de los hombres. Esto me enseña que la dignificación de la mujer debe empezar en la misma mujer. Creo que no es necesario que las mujeres trate de demostrar que puede hacer lo mismo, o mejor que los hombres, pues lo que sí es cierto que Dios creo a las mujeres para que ellas hagan todo lo que los hombres no pueden hacer.
Lamentablemente hay miles de historias, muchas de ellas ocultas, de mujeres maltratadas, algunas torturadas por su propia pareja hasta provocarles la muerte. El rosto de muchas mujeres reflejan la tristeza y el desconsuelo que han vivido. Para muchas el pan de cada día son insultos, golpizas y amenazas de muerte. Las sobrevivientes esconden detrás del maquillaje un rostro marchito y sombrío a cusa del flagelo que desdibuja la sonrisa de su rosto dejando ver las pequeñas bolsas pendiendo de sus ojos como testimonio silencioso del llanto que les dejó el quebranto de su alma. Tristemente, la historia no es nueva, en los tiempos bíblicos, la sociedad masculina desvaloraba a las mujeres. Según ellos, eran seres sin importancia, llegaron al extremo de decir que ellas no tenían alma. Algunos lastimosamente valoraban más un semoviente que a la misma mujer. Todas esas tradiciones no detuvieron a Cristo, Él hizo justicia y dignificó a la mujer restaurando su integridad. En Lucas 4:18 y 19 Cristo nos revela su misión en la tierra, dar libertad a los cautivos. La humanidad entera, hombres y mujeres, estaba oprimida, esclavizada, y sin esperanza a causa del pecado; pero Cristo vino a liberarnos a todos, mujeres y hombres. Así, Jesús favoreció la libertad de las mujeres, y restauro su dignidad ante los ojos del mundo entero. Cristo trató de manera diferente a las mujeres. Su ejemplo está muy lejos de estas manifestaciones de soberbia, odio y racismo hacia las mujeres. En la biblia encontramos la historia de mujeres que en su momento fueron sanadas de alguna enfermedad por Jesús. Hoy por hoy, Jesús sana a las mujeres en todos los sentidos, física, espiritual y moralmente, para Él, las mujeres son valiosas y merecedoras de todo respeto, honra y dignidad, y lo debe ser también para nosotros. Po eso Dios busca en cualquier rincón de indignidad donde muchas veces por alguna circunstancia han llevado a muchas mujeres a vivir allí, estoy seguro que no es el lugar donde deben de estar, Dios desea levantarlas de esos lugares y ponerlas en un lugar de dignificación, pues ellas son más preciosas que las joyas (Prov. 31:10)