No hace mucho tiempo, Claudia Sheinbaum reafirmó su lealtad al presidente López Obrador, encomiando la política de austeridad de la 4T.
Que en cuatro años la austeridad permitió ahorros en la CDMX por 80 mil millones de pesos, mismos que “se han destinado a inversión pública y programas para el Bienestar”, se jactó la jefa de Gobierno.
Y así, para no variar, es como el discurso amloísta-morenista-cuatroteísta usa la narrativa populista; o sea, falsa o engañosa, manipuladora, cínica y vil, para seguir socavando la voluntad unitaria del pueblo y, con ello, ahora en nombre de la austeridad, perpetuarse en el poder.
El asunto es que, como bien lo dijo Ash Sarkar, la austeridad no solo corroe el pensamiento político, también diezma los servicios públicos. O como diría Dawn Foster: la austeridad drena la sangre de los servicios públicos y los servicios preventivos son los primeros en sufrir. Y el caso es que, tal y como lo advirtió John Lanchester, “austeridad” es una verdadera palabra de comadreja, un intento de hacer algo abstracto y basado en valores a partir de algo que, en realidad, consiste simplemente en recortes de gastos.
Con ese y en ese contexto es que resulta imprescindible analizar y reflexionar en torno a los trágicos acontecimientos que, de un tiempo a la fecha, han venido ocurriendo en el Metro de la Ciudad de México: marzo del 2020, choque de dos trenes de la Línea 1, 41 heridos y un muerto; enero del 2021, incendio en el Puesto Central de Control, más de 30 lesionados y un muerto; mayo del 2021, colapso una trabe del tramo elevado de la Línea 12, más de 100 heridos y 26 muertos; y este sábado 7 de enero del 2023, choque de trenes de la Línea 3, al menos 59 lesionados y un muerto.
Es decir, de los seis accidentes trágicos que, a lo largo de 53 años de servicio, han ocurrido en el Metro CDMX, cuatro de ellos han sucedido en los últimos cuatro años; o sea, en el periodo en el que, “gracias a la austeridad republicana”, el gobierno Claudia Sheinbaum ha recortado -aunque lo niegue- el presupuesto destinado al mantenimiento -preventivo y correctivo- del Sistema de Transporte Colectivo (STC) Metro.
Y así, con “simples” recortes de gastos, es como la austeridad mata. Hecho que, en su libro “El cuerpo económico: por qué mata la austeridad”, David Stuckler explica a profundidad, resaltando que si los experimentos de austeridad se rigieran por los mismos estándares rigurosos que los ensayos clínicos, habrían sido descontinuados hace mucho tiempo por una junta de ética médica; esto, considerando que los efectos secundarios del tratamiento de austeridad han sido graves y, a menudo, mortales. Y lo peor del caso es que, como señala Dawn Foster, el costo humano de la austeridad va mucho más allá del período en el que la economía de un país soporta esos métodos.
A modo de advertencia concientizadora, finalizo parafraseando lo dicho por el escritor y periodista inglés, Owen Jones: La austeridad es literalmente una cuestión de vida o muerte. A menos que se detenga, las vidas seguirán acortándose innecesariamente.
Aída María Holguín Baeza
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