*“Posmarcha” y el juego de juan pirulero
*Ocultar el acarreo, reto del oficialismo
*Cristina l. ¿hasta dónde llega la hebra?
*Prolegómenos de la justicia contra corral
Por primera vez desde que llegó al poder, el presidente López Obrador ha sido incapaz de fijar agenda pública, sin faltar a la mañanera. No es su primera crisis mediática, están los episodios de Ovidio Guzmán, liberado por “razones humanitarias”, la Casa Gris y el video de su hermano Pío. Son hechos tan grotescos que uno solo de ellos hubiese sido suficiente para desbalancear a cualquiera de los presidentes anteriores y en una democracia avanzada motivo de renuncia. A él ni lo desacomodaron, los manejó con maestría de encantaserpientes hindú.
Sin embargo la marcha del domingo pasado lo trastornó antes incluso de que tuviese lugar, entró en cólera de solo imaginar al “otro” México tomando las calles que considera de su propiedad. Dedicó toda una semana a prodigar insultos a los promotores, sin guardar nada para el después, y cuando pasó la marcha y pudo procesar las consecuencias de la portentosa expresión popular, comprendiendo que el insulso “striptease de los conservadores” era insuficiente para recuperar el aliento y encontrar nuevas ocurrencias que desviasen la atención hacia temas de su interés.
Entonces anunció la “marcha legítima”, como la llamó con sorna Ricardo Monreal. En esa parte estamos ahora, discutiendo obviedades de la “posmarcha” y comparándola con su contraparte, por ahora imaginaria. ¿Cuáles son éstas obviedades? Pues la impertinencia de compararlas en razón de ocupación de espacios públicos, como pretende el oficialismo. Absurdo, son dos eventos diferentes y por lo mismo incomparables; el primero corresponde a una expresión social libre, el segundo es un acto de voluntad presidencial. No hay parámetros validos de referencia entre una y otra.
En la manifestación del domingo 13 no hubo una sola persona acarreada o llevada contra su voluntad; la del domingo 27 tendrá como reto principal ocultar los instrumentos del acarreo. Les será imposible a los responsables de satisfacer el ego presidencial y disimular los camiones, el pase de lista, la entrega de dádivas. Simplemente no existe forma de que la gente acuda por iniciativa propia en altos números, no existe en torno a la Reforma Electoral del presidente motivo social que los haga salir de sus casas por cuenta propia. Defender actos impositivos de gobierno es impopular en cualquier sociedad organizada. En nuestro país el acarreo es por definición la esencia de toda manifestación política partidista y fue el mismo presidente quien la partidizó, al tomar partido contra un sector de mexicanos que desaprueban su Iniciativa.
Ahora mismo cada presidente municipal o gobernador de Morena tienen una cuota de asistencia, lo mismo que sindicatos y organización del Partido. Recibieron o están recibiendo el inapelable “me llevas tanta gente y te haces cargo de ella”. A nadie engañan, es la vieja escuela del PRI sometida al impulso de un hombre con ínfulas de dictador, al que nadie puede rebatir o cuestionar. Con el PRI vivíamos en la política del “yesmen” con Morena en la de “por que lo digo yo”.
Que la retorica no confunda, la primera es una manifestación nutrida en el temor ciudadano, si usted quiere justificado o no, de que el Presidente tome por asalto al INE y volvamos el reloj electoral del país treinta años atrás, cuando los fraudes electorales era frecuentes. La segunda es un acto de desagravio que el Presidente se organiza a sí mismo, poniéndose inadmisiblemente al lado de una parte del país, siendo que por ley es el presidente de todos los mexicanos.
Aquí estamos y aquí estaremos hasta que inicie el “Guadalupe-Reyes”, discutiendo en torno a “las marchas” como en el cuento de “Juan Pirulero” donde cada quien cuenta su cuento primero, cerrando con el provocativo lero, lero. Pero en ésta discusión existe una verdad absoluta, tan innegable como la duda metódica cartesiana: esta vez la oposición impuso el tema de conversación política y López Obrador no tuvo más que seguirlo, se enganchó completito. ¿Alguien habla de otra tema? Que nuestros amigos guindas respondan en conciencia.
Rompeolas
Cristina Licón recibió el beneficio del arresto domiciliario, siendo que los desvíos están bien documentados, como dejándola para que suelte hebra. Antonio Pinedo, presunto beneficiario de la corrupción durante el gobierno de Corral está huyendo. César Jáuregui declara que existen otros expedientes que irán siendo judicializados, según el tiempo de las Fiscalías. La gobernadora Campos recupera el “ni perdón ni olvido” ¿Asistimos a los prolegómenos de trascendentes anuncios en materia judicial? Ay nanita, de pertenecer a la corrupción corralista yo tomaría mis providencias.