Fue inevitable que viera la serie que Netflix le dedica a este caso. Me había negado con mucha insistencia, la mayoría de los personajes que ahí aparecen me repugnan e inevitablemente me asquean.
Hay por lo menos tres nombres que me repelen profundamente: Arturo Zaldívar, Olga Sánchez Cordero y, obviamente, la fulana francesa; y otro que me turba con un resabio de pena, Jorge Volpi, quien escribió ese bodrio (que no novela) que ganó el premio Alfaguara 2018 y sirve de pretexto para la docuserie: Una novela criminal.[1]
La excusa para excarcelar a la francesa se basó en una aborrecible entelequia jurídica a cargo del primero de los mencionados: el llamado “Efecto corruptor”, conforme al cual, las violaciones al procedimiento realizadas durante la detención de la pareja Israel Vallarta y Florence Cassez lo viciaron por completo. Todo quedó contaminado por los yerros en que incurrió la autoridad investigadora cuando tuvo la genial ocurrencia de hacer un montaje mediático. ¿Y el resto de las pruebas?
El actual ministro presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación fue el responsable de redactar el primer proyecto de resolución con el que se inició el camino para liberar a la francesa, pero fue rechazado; la actual senadora fue la directa responsable del proyecto que la excarceló. La francesa, recibida poco menos que como heroína en su país de origen, en un alarde de desprecio a la Ley, de escarnio para México, de burla para sus víctimas, se victimiza ella misma con escándalo soez, bajo la luz de reflectores propicios, al amparo de sus múltiples aliados.
Todos se olvidan de las, ellas sí, auténticas víctimas: los secuestrados, los mutilados, los torturados, los extorsionados y, obvio, sus familiares. Familias destrozadas por la desgracia que llegó de la mano de un grupo de delincuentes, de quienes la señora Cassez era cómplice; y quien actuó como verdugo junto a su novio Israel Vallarta.
Todos se olvidan del testimonio de Cristina Ríos Valladares, quien identifica en la francesa a la mujer cuya voz escuchó en innumerables ocasiones durante su cautiverio: “la misma voz de origen francés que me taladra hasta hoy los oídos, la misma voz que mi hijo reconoce como la de la mujer que le sacó sangre para enviarla a mi esposo, junto a una oreja (…) en sus gritos escucho la voz de la mujer que, celosa e iracunda, gritó a Israel Vallarta, su novio y líder de la banda, que si volvía a meterse conmigo (…) se desquitaría en mi persona”.[2]
Se olvidan de Ezequiel Yahir Elizalde Flores quién identificó a su verdugo por la voz y por las manos: “Después me subieron por una escaleras, abren un cerrojo y me meten al cuarto de seguridad, donde no había más que un escusado, un colchón y una televisión, y ahí veo por primera vez a Florence Cassez, quien me acerca un plato y me dijo que no intentara hacerme el héroe, o ella misma me iba a matar. Cassez ella me anestesió un dedo y me dijo qué parte de mi cuerpo quería que le enviaran a mi familia”.[3]
Quizá la única pregunta inteligente que se formula en el transcurso del documental, por más aberrante que nos pueda parecer la misma, es la relativa a, si la francesa salió en libertad, ¿por qué Israel continúa en prisión, sin recibir sentencia, después de dieciséis años? Absurdo.
Si puede ahorrársela, hágalo; no vea la serie, es basura. Como lo son también la novela que le dio origen o la acusación a destiempo de un ministro que, en su oportunidad, no tuvo los pantalones ni la decencia para denunciar las supuestas presiones ejercidas en su contra por el entonces Presidente de la República, Felipe Calderón. El único que actuó con dignidad y carácter durante el estropicio.
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[1] VOLPI, Jorge. Una novela criminal, Alfaguara, México, 2018.
[2] Visible en el sitio: https://www.sinembargo.mx/12-03-2012/3005555 Consultado el 4 de agosto de 2022, a las 13.00 hrs.
[3] Ídem.