*AMLO y otros subproductos de la decadencia
*Va mi apuesta personal por la sociedad
Con frecuencia olvidamos que López Obrador es un subproducto de la decadencia política nacional, torcido resultado de un sistema corrompido hasta lo más alto del poder: políticos frívolos y ambiciosos enriquecidos en cargos públicos, empresarios rentistas negados a generar mejores condiciones laborales, medios disimulados a cambio de su parte en el saqueo. Ese putrefacto estado propició la generación de aberraciones sociales como los maestros de la CNTE, el negocio de las manifestaciones, las tomas de casetas, la corrupción sindical, normales como la de Ayotzinapa, el negocio de los partidos políticos, el terror del crimen organizado y un largo etcétera.
Si en los sexenios de López Mateos y Díaz Ordaz, con Ortiz Mena como ideólogo, el crecimiento económico del país fue reconocido internacionalmente como “El Milagro Mexicano” ¿en qué punto inició la decadencia que hoy nos permite atisbar el fondo del precipicio? Esta pregunta deberán responderla los historiadores, hablar de un punto de quiebre es difícil, más bien ha sido un proceso continuo hacia la decadencia. Pero tenemos que reconocer dos obviedades; el populismo de los setentas que cerró con la quiebra financiera del país en los tempranos ochentas y la corrupción del neoliberalismo con los errores de diciembre y el Fobaproa como insulto y atraco a los contribuyentes. Ambos son hitos históricos que siguen desgarrando al país.
Sólo por desahogo, propongo imaginar un país diferente al que hoy se derrumba frente a nuestros ojos. Voy al odioso “que hubiese pasado si”. Pensemos un momento en Ortiz Mena como presidente en lugar de Echeverría ¿hubiese continuado el Desarrollo Estabilizado? ¿En lugar de López Portillo hubiese sido presidente alguien responsable como Jesús Silva Herzog, quitando el detalle de la nacionalidad? ¿Qué hubiese sucedido si en vez de Carlos Salinas llega Cárdenas, un progresista democrático? ¿O si Salinas se aplica con la misma decisión a combatir la corrupción como se aplicó a resolver los problemas económicos? ¿Y si no matan a Colosio? ¿Y si Calderón en vez de rendirse ante la DEA, con su guerra absurda, atiende la crisis del narco con perspectiva nacionalista? ¿O si Peña no hubiese sido tan frívolo y corrupto?.
Puedo seguir así hasta preguntar qué pasaría si en vez de mexicanos fuésemos nórdicos o japoneses, es catarsis. Las presentó con el propósito de apuntar que si, éste país pudo ser diferente con la clase política que tenemos, el problema es que habitualmente han predominado los peores. La realidad es que llegaron Echeverría y López Portillo, Salinas consumó el fraude sobre Cárdenas, en Lomas Taurinas asesinaron a Colosio y Peña resultó tan frívolo y corrupto como los peores dictadorzuelos tropicales.
Esa decadencia creciente nos llevó hasta López Obrador, producto que concentra lo peor de cada momento trágico: populista e iluminado como Echeverría, demagogo e irresponsable con los bienes de la Nación como López Portillo, antidemocrático y burlón como Salinas, corrupto como Peña Nieto. Con un agravante que le viene de origen, terco como una mula manchega ¡presume su contumacia como si fuese virtud!.
¿Qué tenemos como resultado de un subproducto así? La entrega de un tercio del territorio nacional al crimen, el desmantelamiento o cooptación de las instituciones, sistema de Salud decadente, educación básica ideologizada, chantaje como instrumento de presión política, uso electoral del presupuesto, la peor crisis económica desde López Portillo, subordinación abyecta de los poderes Judicial y Legislativo, uso de las instituciones de seguridad contra enemigos políticos, el rendimiento de las Fuerzas Armadas ante los grupos criminales y, paradójicamente, la militarización del país y otro largo etcétera que cerraría con la pérdida del Estado de Derecho.
Así es México donde hoy vivimos y, efectivamente, antes no éramos Suiza, pero hubo una época de crecimiento económico sostenido, construcción de grandes obras, un país donde los señores del crimen se rendían ante jefes regionales de policía, donde el salario mínimo rendía. Ese país lo destruyeron el populismo de los setentas y la corrupción del neoliberalismo feroz, pero el país que hoy aplaude una partida de bribones oportunistas atados a la izquierda radical y millones de ignorantes en oficio de tontos útiles, es el México de mendigantes esperando en largas filas el apoyo de “López Obrador”, por que es “su” apoyo, no el de los programas financiados con el dinero de todos los mexicanos.
Y también, otros subproductos de la decadencia son una clase empresarial que habla mucho en restaurantes y oficinas privadas, pero en público se rinde al poderoso. Humilló públicamente a los más acaudalados dándoles tamales a cambio de 20 millones de dólares y son incapaces de acompañar los legítimos esfuerzo ciudadanos por detener las locuras del populismo que amenaza sus fortunas, y una oposición política igualmente corrupta y frívola que se deja atemorizar a la menor insinuación matutina, de la que Alejandro Moreno y Ricardo Anaya, impresentables ambos, son sus mejores representan. En esta parte hago un paréntesis para reconocer a grandes profesionales del periodismo, intelectuales, artistas y analistas políticos, a viejos como Diego, Porfirio, Catón e importantes liderazgos regionales como Fernando Baeza en Chihuahua que han mantenido una crítica firme y valiente frente al régimen destructivo.
Cerrado el paréntesis pregunto: ¿Hay esperanza con los políticos opositores de la decadencia? Jamás, llegamos acá por sus excesos, ellos instalaron al esbozo de dictador en Palacio Nacional. Sin embargo la esperanza existe, está en la sociedad, en los millones de mexicanos de clase media ofendidos por “ser aspiracionistas”, en los científicos denigrados por arbitrarios apoderados del Conacyt y otras instituciones del ramo, en los intelectuales cuya mente ofensa cada vez que dice tener otros datos, en exponentes de la cultura a los que cancelaron el presupuesto para desarrollarse, en las madres solteras que dejaron sin guarderías, a micros y pequeños empresarios que luchan por mantenerse sin apoyo gubernamental, mientras ven como los holgazanes reciben su mesada.
Es él, López Obrador quien nos ha unido en su narrativa ofensiva contra todo grupo social o persona que se interpone en su siniestro propósito de establecer un régimen pensando en la subsistencia del asistencialismo como instrumento de control social y político. Su diatriba punzante y cínica galvaniza una oposición social natural. Ahí está la esperanza del país. Por la sociedad apuesto. Silente pero decidida en su momento llegará puntual a la cita con la historia.