Ojinaga Chih.- La vida del profeta Samuel estaba enmarcada por la oración. Su madre oró a Dios por él cuando estaba desesperada, y luego le dio el nombre “lo pedí de Jehová” o “Dios escucha”. Ya de niño “adoró a Jehová” (1 S 1:28), y siendo muy anciano, cuando el pueblo de Israel le rechazó como juez, pidiendo un rey “oró a Jehová” (1 S 8:6).
El Pastor Álvaro Vázquez, de la Iglesia “El Restaurador Adicciones” ayer durante su sermón hizo mención de los hombres que se distinguieron por platicar con Dios en oración; Moisés, Abraham, Pablo, Noé, además el estilo de vida de Jesucristo fue la oración dijo.
Existe un paralelo interesante entre las costumbres en la vida de Jesús y una de las personas más impresionantes del Antiguo Testamento: Daniel. Él es uno de los grandes hombres de oración de la Biblia. Tres veces Dios le califica de manera extraordinaria: “Tú eres muy amado” (Dn 9:23) (Dn 10:11,19).
Igual que nuestro Señor, Daniel estaba bajo observación constante de sus enemigos envidiosos. A pesar de una atención intensiva no pudieron descubrir ninguna falta en su vida cotidiana, “porque era fiel” (Dn 6:5).
Por otro lado Es triste, pero también hay que decirlo, que David al menos una vez en su vida se apartó de su buena costumbre de buscar a Dios muy de mañana. En lugar de hacerlo se quedó descansando en su cama hasta la tarde. El resto de esta triste historia es bien conocido: debido a ello David se hizo adúltero y más tarde un asesino (2 S 11).
Parece ser que Pedro también practicó una vida de oración disciplinada después de Pentecostés, a pesar de que por su temperamento posiblemente no le fuera tan fácil.
En (Hch 3:1) leemos que subió al templo con Juan “a la hora novena, la de la oración”.
Unos capítulos más tarde le hallamos de visita en Jope, y posando en la casa de Simón el curtidor “Pedro subió a la azotea para orar cerca de la hora sexta” (Hch 10:9).
Aparentemente Pedro tenía sus tiempos fijos de oración, en los que se iba a algún lugar donde pudiera orar sin ser molestado.