Ojinaga Chih.- Ayer el Pastor. Ventura Bautista Álamos, de la Iglesia Bautista Nueva Jerusalén dio interesantes conceptos durante su sermón dominical basado en Lucas 5:3 y dijo: I- Para qué sirve la barca, II- Porque no hay pesca y III- Que se necesita para que haya pesca.
En el evangelio de Lucas, tenemos una hermosa historia acerca de un pescador quien fue elegido por Cristo para seguir y servirle. Es una historia de personas ordinarias, con problemas y dificultades como usted y yo, que al invitar a Jesús a nuestras barcas e ir más profundo con El, encontramos que Jesús calma nuestras inquietudes y suple toda necesidad, convirtiéndonos en pescadores de hombres.
El esfuerzo y experiencia de Simón rindió una pesca decepcionante.
Hace más de dos mil años en Israel, en una mañana como esta, en el lago de Genesaret, (aka el mar de Galilea), un experto pescador llamado Simón se levanta a las tres de la mañana. Abre la ventana; siente el aire fresco y escucha el sonido de las pequeñas olas que golpean suavemente contra su barca. Presiente que hoy no habrá lluvia y se alegra. Su esperanza de una buena pesca acrecienta y piensa: “A lo mejor hoy puedo comprar pan, llevar unos peces a casa y pagar los impuestos.”
Apresuradamente pide que Dios le dé éxito en este día. “Señor, Tú conoces la condición de mi familia. Acuérdate de este humilde siervo.” Al instante, se viste, levanta a su hermano Andrés y salen en su barca, en busca de una buena pesca.
Son las 4 de la madrugada, echan sus redes y el reflejo de la luna sobre las aguas alumbra su trayectoria mar adentro. Simón disfruta de la pesca, no lo ve como trabajo; pero hoy está preocupado porque el fin del mes se acerca y tiene que pagar los impuestos al ladrón Mateo; un judío de su propia tribu quien se vendió a los romanos. Ya han pasado más de 5 horas, el sol comienza a arder sobre sus hombros, y no ha pescado absolutamente nada. El esfuerzo y experiencia de Simón rindió una pesca decepcionante.
Muy triste, sudado y cabizbajo, regresa a tierra. Su esperanza de una buena pesca se convirtió en temor: “¿Y ahora cómo voy a pagar los impuestos?” “¡Si no pago, estos romanos me meten preso!” ¿Quién me ayudará?
De pronto, comienza a crecer el sonido de una multitud que se acerca hacia él. ¿Será la ayuda que se acerca en forma desconocida? La Palabra de Dios nos dice:
“Y aconteció que mientras la multitud se agolpaba sobre El para oír la palabra de Dios, estando Jesús junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban a la orilla del lago”. (Lucas 5:1-2)
Una de las barcas era de Simón, quien lavaba sus redes y preocupado por el futuro de su familia, en su mente repetía; ¿Quién me ayudará?
De pronto, nota que Jesús había subido a su barca y le
“pidió que se separara de tierra un poco.” (v3a)
Al instante, Simón sube a su barca, la separa de tierra, mirando hasta que Jesús diga ¨!Ya!”, y echa ancla.
y sentándose, (Jesús) enseñaba a las multitudes desde la barca.” (v3b)
Y ahora, escuchando a Jesús predicando sobre su barca, Simón piensa: “miren para lo que ha quedado mi pobre barca, para púlpito.” Pero el no sabía lo que estaba a punto de suceder con su barca ni con su vida.
Simón urgentemente necesitaba ayuda. Sin embargo, antes de ayudarle, Jesús necesitaba usar su barca como un púlpito para continuar su ministerio: Lucas 4:43 Pero El les dijo: También a las otras ciudades debo anunciar las buenas nuevas del reino de Dios, porque para esto yo he sido enviado.
4Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Sal a la parte más profunda y echad vuestras redes para pescar.
El problema en este texto es que el esfuerzo y experiencia de Simón rindió una pesca decepcionante. Y, agobiado por los problemas que le esperan, no reconoce la presencia ni la ayuda que viene de Dios.
Cegado por la duda y el orgullo de ser un experto pescador Simón contesta “Pero Señor, hemos laborado toda la noche y no hemos logrado nada.”
Al igual que Simón,
Nuestro esfuerzo humano resulta inútil y decepcionante.
A menudo, nosotros también nos levantamos muy temprano, cansados y adoloridos, hacemos una breve oración pidiendo que Dios se acuerde de nuestros hijos, y entramos directamente al trabajo, dejando a nuestro huésped Jesús encerrado en el cuarto hasta regresar. Y por la tarde, tristes y cabizbajos, regresamos a casa luego de un día decepcionante. Nuestra esperanza de una buena cosecha se convierte en preocupación: “¿Y ahora cómo voy a pagar el arriendo?” “¡Si no pago, me botan de la casa!” ¿Quién me ayudará?
Simón tuvo graves problemas, pero alguien puede pensar hoy: “¡eso no es nada comparado a mis problemas!”
Cómo cristianos, somos responsables ante Dios por el crecimiento y desarrollo espiritual de nuestros hijos hasta que ellos formen su propio hogar y vayan a vivir en sus propias casitas y criar a sus hijos.