Se acerca el Día Internacional para la Tolerancia y, ante las distintas perspectivas de lo que supone la tolerancia, hay un dilema que puede presentarse: ¿Tolerar o no tolerar?
Si bien la cuestión en torno a la tolerancia no es algo nuevo ni desconocido, al contrastar lo dicho por algunos personajes reconocidos, resolver dicho dilema puede resultar -para algunos- complicado.
Por un lado, tenemos -por ejemplo- al Dalai Lama afirmando que la tolerancia es mucho más profunda y efectiva que la indiferencia; y contrariamente, a William Somerset asegurando que la tolerancia es sinónimo de indiferencia.
Por otro lado, están los que conciben la tolerancia como una virtud, cosa que no tendría por qué causar alguna “crisis existencial”; no obstante, sus diferentes planteamientos bien podrían provocarlas. Y es que, por ejemplo, Edmund Burke dice que hay un límite donde la tolerancia deja de ser virtud; Jules Lemaître, que la tolerancia es una virtud difícil porque nuestro primer impulso (y el segundo también) es odiar a los que no piensan como nosotros; y el marqués de Sade, que la tolerancia es la virtud del débil.
Por su puesto que también hay quienes exhiben los ‘asegunes’ de la tolerancia. Por ejemplo, Arthur Schnitzler expone que la tolerancia frente a la intolerancia es el peor de todos los crímenes; José Vasconcelos, que la excesiva tolerancia debilita y corrompe a la bondad; Antonio Machado, que benevolencia no quiere decir tolerancia de lo ruin o conformidad con lo inepto; Thomas Mann, que la tolerancia es un crimen cuando lo que se tolera es la maldad; y Karl Popper, que en nombre de la tolerancia debemos reclamar el derecho a no tolerar a los intolerantes.
En definitiva, son muchas y muy variadas las ideas en torno a la tolerancia. Y es precisamente por eso que resulta imprescindible considerar lo expresado por Mahatma Gandhi, personaje que inspiró a la ONU a proclamar (el 16 de noviembre) como del Día Internacional de la Tolerancia: “No me gusta la palabra tolerancia, pero no encuentro otra mejor. El amor empuja a tener, hacia la fe de los demás, el mismo respeto que se tiene por la propia.”
Con ese pensamiento de Gandhi es más fácil comprender lo que la UNESCO buscaba al aprobar y adoptar la Declaración de Principios sobre la Tolerancia: consagrar -entre otras cosas- que en la tolerancia se reconocen los derechos humanos universales, las libertades fundamentales de los demás y la diversidad de los pueblos; describiéndola no solo como un deber moral, sino como un requerimiento político y legal para los individuos, los grupos y los estados.
Así, en el marco de la Declaración de Principios sobre la Tolerancia, y con la premisa de ser respetuosos y no indulgentes ni indiferentes, es que “tolerar o no tolerar” no debe ser un dilema.
En esta ocasión, concluyo citando dicho alguna vez también por Mahatma Gandhi: “Puesto que yo soy imperfecto y necesito la tolerancia y la bondad de los demás, también he de tolerar los defectos del mundo hasta que pueda encontrar el secreto que me permita ponerles remedio”.
Aída María Holguín Baeza
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