Hace pocos días se estrenó el documental titulado “Las tres muertes de Marisela Escobedo”. Un documental que evidencia contundentemente el nivel de impunidad que puede alcanzarse gracias a la deficiente, negligente, incompetente, oscura y perversa actuación de los encargados de impartir Justicia.
Como tristemente se puede constatar en dicho documental, Marisela Escobedo murió dos veces antes de ser asesinada: la primera fue en el año 2008 cuando, al amparo de la histórica impunidad de los feminicidios en México (particularmente en ciudad Juárez), su hija Rubí Marisol Frayre Escobedo fue asesinada por Sergio Rafael Barraza Bocanegra; la segunda, ocurrió a principios del año 2010 cuando tres jueces del entonces Nuevo Sistema de Justicia Penal absolvieron al homicida confeso de Rubí Marisol; luego, a finales del mismo año 2010, Marisela fue asesinada a las puertas del Palacio de Gobierno de Chihuahua.
Así fue, Marisela Escobedo murió tres veces a causa de la impunidad que, 10 años después de su tercera y última muerte, sigue vigente. Y es que aun y cuando los casos de los asesinatos de Marisol Rubí y la Marisela Escobedo fueron oficialmente cerrados, la impunidad permanece intacta.
Es precisamente por eso, porque la impunidad permanece intacta, que este documental dirigido por Carlos Pérez Osorio era necesario. Doloroso y vergonzoso, pero necesario porque, a través de él, la voz de Marisela Escobedo no solo se ha vuelto a escuchar fuerte y clara, sino que también se ha amplificado y potencializado (“Las tres muertes de Marisela Escobedo” está disponible 190 países y está traducida en 30 idiomas).
Lo doloroso de este documental radica sí en la narración del viacrucis que Marisela Escobedo tuvo que enfrentar y soportar por el “simple” hecho de pedir justicia para su hija, pero también en la pena que causa ver y saber (para quienes no lo sabían ni lo vieron) o ver, recordar y volver a vivir (para quienes sí lo sabíamos, lo vimos y lo vivimos de alguna manera) aquellos momentos de impotencia, frustración y rabia causados por indiferencia, la negligencia, la opacidad, la ilegalidad y el abandono cometidos por el propio sistema de justicia; ese que debía procurar la justicia para Rubí Marisol y, luego, para Marisela Escobedo.
Lo vergonzoso de las “Las tres muertes de Marisela Escobedo” se encuentra entonces en el actuar de las autoridades (perfectamente documentado y referenciado) y, ahora también, en el cinismo con el que ciertos personajes como la exprocuradora de Justicia de Chihuahua, Patricia González Rodríguez, exponen, explican, describen o justifican los hechos.
El asunto es que, en tan solo cien minutos, este documental evidencia de manera magistral y contundente que las tres muertes de Marisela Escobedo fueron resultado de la impunidad que, hasta la fecha, perdura.
En esta ocasión, finalizo parafraseando lo dicho alguna vez por la escritora suiza, Angelica Hopes: Marisela Escobedo murió en la eterna y sangrienta jungla de la impunidad, corrupción desenfrenada y política sucia.
Aída María Holguín Baeza
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