Hoy que como mexicanos recordamos nuestra independencia del yugo opresor, es un buen día para darnos cuenta que no solo México, sino que el mundo entero sigue viviendo en esclavitud. Una esclavitud muy sutil, pero dañina hasta la muerte eterna misma.
Cuando echamos un vistazo al panorama de este mundo, vemos un mundo esclavizado y torturado por el señor de la tortura y de las tinieblas. Pero la buena noticia es que sí hay salvación y esperanza para el mundo entero. En tiempo pasado Israel estuvo esclavizado y torturado por el yugo de Egipto, pero del otro lado del mar Rojo encontraron libertad y esperanza. El verdugo del enemigo de nuestras almas ofrece a este mundo pobreza del alma y del espíritu. Ofrece dolor, angustia, desesperación, depresión y amargura. Este señor maligno, le da de comer a sus cautivos raciones venenosas de ilusiones falsas haciéndoles creer que saciará su hambre de justicia. Les sirve en platos de oropel “exquisitos manjares” de placer mundano, de pecado y de maldad, que al digerirlos solo les brida dolor, destrucción y vergüenza. Estos esclavos piensan, segados por el pecado, que por sus obras están trabajando para su propia libertad. Hacen de todo, hasta donde su conocimiento limitado les permite, con el fin de salir de la cárcel en que viven. Cárcel hecha con ladrillos de arcilla del fariseísmo de pecado y de maldad. Sin embargo, ladrillos tras ladrillo edifican sus propias cámaras de tortura de muerte, pues dice la palabra de Dios “que la paga por el pecado es muerte” (Romanos 6:23)
Pero en un monte muy lejano, hace ya más de dos mil años, un León convertido en Cordero descendió a este campamento de muerte derribando las puertas de la cárcel destruyendo toda obra del señor de la tortura y dando “libertad a los cautivos” (Lucas 4:18) Enfrentó al enemigo en la madre de todas las batallas solamente con tres clavos y una corona de espinos, pero que fueron suficientes para derrotar al enemigo, y dar libertad a los cautivos. El pecado no pudo tentarlo, la muerte no pudo vencerlo, la tumba no pudo detenerlo. Con su muerte la tierra tembló y los grilletes de la esclavitud cayeron dejando libres a sus cautivos. No necesitó fusiles, ni ninguna otra arma, solo su muerte en la cruz y un grito de “Padre perdónalos…” y “Consumado es…” Con su muerte la tierra tembló, lo narran las escrituras, pero al tercer día ¡Él resucitó! y ascendió con poder y gran gloria. Los ángeles anunciaron a gran voz ¡Él ha resucitado…! Con su obra perfecta en la cruz las almas esclavas son libres “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32)
A todos los que pertenecen a este mundo de dolor y sufrimiento, hoy mismo desea rescatarlos y sacarlos de la cárcel donde el enemigo los ha confinado. Él mismo ha dicho “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos” (Lucas 4:18)
Estoy convencido que México necesita ser libre del yugo opresor del enemigo. ¡Por eso, sí gritamos a voz en cuello! ¡VIVA MÉXICO! Pero más que un grito de fiesta es una oración por México. Viva México como el valle de los huesos secos de Ezequiel 37, que los huesos secos por el pecado y la maldad vuelvan a vivir con la vida que Dios da por medio de su Espíritu, que Viva México sí, con la vida que Cristo da. Busquemos esa libertad que solo Cristo da. Levantemos una oración por México, ¡Y que viva Cristo por quien tenemos verdadera libertad! Que viva Cristo, sí, pero en la vida, en el corazón de cada mexicano, y solo entonces seremos un mejor.
Estimado lector, crea en Dios, sea feliz en este mundo, y un día vaya al cielo.