El sábado por la noche, una querida amiga mía, Angélica Mendoza, fue a cenar con su marido; como un lindo gesto de pareja, Héctor intentó regalarle a Angie un anillo de… no sé qué. Me imagino que por buena onda, pues más detalles no tengo, así que si están como yo, intrigados, se quedan con su curiosidad insatisfecha y las ganas de saber los motivos.
Digo que Héctor “intentó” hacer el obsequio pues resulta que, para hacerla más de emoción y como detalle sorpresa, Héctor le dio el anillo a un mesero para que fuera él el que hiciera la entrega material de la sortija a su mujer en el postre (yo creo); no obstante, resulta que el mesero se equivocó y entregó el anillo en otra mesa.
¿Qué habría hecho usted si estuviera en la mesa equivocada? Caben un montón de posibilidades. Esbozo unas cuantas:
- La más sencilla: haberle dicho al mesero: “oiga, joven, yo creo que aquí hay un error, resulta que el postre nos llegó con un anillo para una tal ‘Angélica’ y mi pareja se llama Torcuata; hágame el favor de devolverlo o, si sí es para la Torcu, cambiar la tarjetita”.La épica: “Dime, Andrómaca (la mujer se llama “Torcuata”, pero Ifigenio de la Garza —así se llama el anónimo galán— es más bien dado a la tragedia), ¿quién es? ¿Quién es ese tal Héctor que osa infligirme tamaña afrenta? ‘Orita voy y lo mato a espadazos… p’a ahorrar balas”.
La regia: “¡Ay! ¡qué lindo! ¡Qué detalle de tu parte! Desde que te di la ‘prueba de amor’ no me habías vuelto a mandar ni flores. Adió, ¿de qué hablas despistada? De este anillo. No es mío ni es p’a ti, ámonos al monte. ¿Detrás de los matorrales? No, zonza, al de Piedad”.
- La de Otelo: “óigame, tal por cual, ¿con qué derecho le hace usté la corte, y en mi presencia, a la Torcu? Véngase para acá fuera que ahorita mismo nos vamos a arreglar”.La de Otela: “Óyeme reca…, ¿quién es la tal Angélica a quien le ibas a regalar este anillo?”.
La de la vida real: “¡ay, Ifigenio! ¡Qué lindo detalle de tu parte! ¿Pos de qué hablas mujer? Del anillo. ¿Cuál anillo? El que me regalastes (Torcu le agrega una “s” a los verbos conjugados en la segunda persona del singular, como el Presidente Andrés Manuel)”. En este punto, Ifigenio mira a Torcu como se mira a una loca. Ella lo mira a los ojos y levanta el dedo de en medio. Confundido, Ifigenio la mira y empieza a enca…nijarse pues piensa que Torcu le está recordando a su jefecita. “Éste, mira (ella le pone el dedo frente a los ojos, él bizquea). Yo no te regalé nada. ¡Ahhh! ¿No? Pos no. Y vámonos, antes de que se den cuenta; ya te rayates (Ifigenio también habla como el Cabeza de Pañal sin usar)”. Después excusarse con el capitán de meseros: “no, qué, pus qué o qué, ya se lo di a mi ruca, adiós”. Ran, raaaan, ambos huyen, raudos, en una camioneta blanca.
Casualmente, la semana pasada hablaba de la impunidad y la profunda descomposición social que, por los cuatro costados, asuela a los hombres y mujeres de bien en nuestro país. Ya ven, una parejita que sale a cenar y, sin motivo alguno ni aparente justificación, salvo la de esa podredumbre que nos circunda y hace florecer los peor de nosotros mismos, decide convertirse en un par de delincuentes.
Sólo espero que si Torcu e Ifigenio tienen el más mínimo sentido de decencia, hagan lo correcto… no, no es borrar su Feis, es devolver el anillo robado.
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Luis Villegas Montes.