La derrota electoral de los partidos dominantes hasta el 2018 ha precipitado una crisis política, fruto de la desarticulación de aquel viejo régimen, dirán unos; prevalencia del autoritarismo, dirán otros, y seguramente a causa de una combinación de ambos, y de otros factores, pues la articulación institucional del Estado mexicano es para ejercer de manera autoritaria el gobierno.
Lo cierto es que la actual transición, que no necesariamente es la democrática por la que distintos protagonistas del pasado pugnaban -de la derecha y la izquierda mexicanas- sino, mejor dicho, la alternancia entre los gobiernos emanados de los partidos del pasado y el gobernante Morena, ha provocado una situación política y social extremadamente crítica, agravada por la profundización de la económica por la pandemia y las medidas adoptadas para enfrentarla.
En medio de todo ello, las fuerzas políticas -incluido el presidente, por supuesto- ya están inmersas en el proceso político-electoral del próximo año.
Se juega mucho en esa elección.
AMLO buscará mantener la mayoría en la Cámara de Diputados -si, además, caen algunas gubernaturas, legislaturas y alcaldías importantes, qué bueno- para desde ahí elevar el control político y tratar de colocar a Morena, sus aliados y sus candidatos en la posibilidad de darle continuidad a su gobierno.
A su vez, los principales partidos y fuerzas opositoras desplegarán todos sus esfuerzos con el fin de arrebatarle la mayoría legislativa a Morena, mantener sus gubernaturas y ganar la mayor parte de las alcaldías y legislaturas en juego.
Lo que ahora ha propuesto el dirigente estatal del PRI en Chihuahua es, apenas, el esbozo de lo que están dispuestos a realizar, “podemos aceptar que el candidato a gobernador sea del PAN, con tal de evitar que gane Morena, para que no siga haciéndole daño a México”, sostiene Omar Bazán.
Por supuesto no le conviene al PAN.
No es lo mismo arrastrar el desprestigio del PRI a lo largo de décadas, que enfrentar el riesgo que representa el elevado desprestigio del gobierno de Javier Corral. Probablemente este último sí lo puedan superar, pero el primero es harto difícil.
De darse la alianza, sería la primera ocasión en que ambos partidos participaran juntos en una elección.
De ese tamaño es la crisis de los partidos del régimen anterior.
Coincidieron, panistas y priistas, una y otra vez en múltiples temas, especialmente en el diseño de la actual política económica, pero siempre habían mantenido la diferencia al momento de ir a las urnas.
Claro, antes no enfrentaban los problemas existenciales de hoy. Podían sus candidatos ir a las contiendas y enfrentarse furiosamente.
Pero ahora es distinto, si no ganan la mayoría parlamentaria, el gobierno de AMLO se fortalecerá y se abre la posibilidad, no de la reelección, sino de la continuidad de Morena en la conducción del país.
Y eso sí que no están dispuestos a aceptarlo.
A su vez, la diversa y plural composición de las fuerzas políticas que llevaron a López Obrador a la presidencia -a la que insiste el presidente en denominarla 4T-; a cada paso, en cada coyuntura importante, en cada momento de definición de la ruta del mediano y largo plazo, entra en una crisis, mayor o menor, según la dimensión e influencia de los actores de la misma.
A diferencia de la mayoría de los episodios anteriores procedentes del interior del gobierno, la crítica, punzante y dolorida descripción del todavía Secretario del Medio Ambiente, Víctor Toledo, es, quizá, la que en muy pocas palabras describe lo que desde la izquierda, en pocas ocasiones, probablemente apagadas o encubiertas por el “ruido” generado por las estridentes voces de la oposición, de los partidos y fuerzas de la derecha mexicana, no dejaban apreciar.
Aún no renuncia, o no se la piden, se sumaría a las renuncias de Carlos Urzúa, Germán Martínez Cázares, Javier Jiménez Espriú, María Candelaria Ochoa Ávalos (Conavim); Mara Gómez Pérez (CEAV); Mónica Maccise Duayhe (Conapred) y de Asa Cristina Laurell (Subscretaria de Integración y Desarrollo del Sistema de Salud).
Son muchas, y trascendentes.
El equipo de gobierno debiera tener una muy amplia coincidencia en lo que van a hacer; no se trata de un parlamento, debiera ser un equipo con una muy grande uniformidad en los objetivos y rutas para alcanzarlos. Lo sostenido por Toledo confirma lo dicho por el ex secretario de Hacienda, Carlos Urzúa, “hay puntos de vista encontrados”; y refuerzan los argumentos de Jiménez Spriú, quien renunció por oponerse a que las fuerzas armadas controlaran los puertos.
Tales diferendos son estratégicos, no son problemas de la “pluralidad” existente en el gobierno, o al “respeto” a las diversas formas de pensar, como dijo el presidente, implican dos encontradas formas de afrontar los problemas abordados.
No se puede conceder a unos o a otros, en la decisión van implícita las concepciones reales del presidente.
No se puede tener un secretario ambientalista y otro promotor de los transgénicos.
Las críticas del Secretario del Medio Ambiente son de fondo. Efectúa señalamientos muy severos acerca de la pretensión de favorecer a determinados intereses empresariales. Critica, en realidad, la composición del gabinete presidencial pues afirma que “no podemos idealizar a la 4T, es un gobierno lleno de contradicciones brutal (es)”.
En el audio de una supuesta reunión con sus colaboradores, Toledo describe a la 4T: “(pues) como un conjunto claro y acabado de objetivos, no existe. El gobierno está lleno de contradicciones, se expresa concretamente en luchas de poder al interior del gabinete”.
Y señala claramente al secretario de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), Víctor Manuel Villalobos, así como al jefe del gabinete, Alfonso Romo, de estar en favor de los intereses de los negocios; de Villalobos señala que “la Sader está dirigida fundamentalmente a los agronegocios, está en contra de la agroecología y trata de imponer toda la visión que impera en el mundo con las grandes corporaciones”.
De Alfonso Romo que “es el principal operador para bloquear lo ambiental, la transición energética y la agroecología” y que, además, le pidió fuera “más accesible con Grupo México” pues a esta empresa se le estaba exigiendo mucho a causa del derrame de 40 millones de litros de residuos peligrosos en el río Sonora.
Desilusionado, debido a que es un reconocido activista ambiental, les dijo a sus compañeros que “la visión a favor del ambiente, la agroecología y la transición energética no está para nada en el resto del gabinete, y me temo que tampoco está en la cabeza del presidente”.
Probablemente las disensiones en el gabinete no tengan mayor repercusión política -por ahora-, pero lo que se avecina en Morena, a causa de las elecciones, con un partido seriamente fragmentado y sin una vida institucional estable, puede convertirse en una de las peores tragedias de quienes impulsaron a López Obrador a la Presidencia.
El partido del presidente está prácticamente desaparecido de la escena social, sus dirigentes y liderazgos principales no tienen más ocupaciones que la próxima elección y en darle seguimiento a las polémicas del mandatario, pero su incorporación a los grandes asuntos de los mexicanos, es asunto lejano.
Viven para las elecciones y el aplauso a la entrega de los programas gubernamentales. Como una fuerza política, que incida en la sociedad más allá de lo anterior, no existe.
Y hay una enorme diferencia en el panorama electoral, respecto del 2018.
En ese año se sabía que le “caerían” muchos votos a Morena, muchos más de los esperados; pero en 2021 habrá notables diferencias, no será lo mismo esperar las altas votaciones que se dieron por AMLO, a esperar que los ciudadanos voten de manera automáticamente por Morena y sus candidatos por gratitud a los bienes recibidos; habrá, como es lógico, una buena cantidad de votos por ello, pero será una diferencia abismal.
Hoy, este gobierno cuenta con una oposición y un buen número de ciudadanos molestos con él en algún asunto, de alguna manera. Todo lo anterior se reflejará en las votaciones y no calificarán igual al presidente que a su partido.
El voto de castigo será muy importante y las designaciones de candidatos influirán determinantemente.
Las historias previas de las encuestas en Chihuahua son similares.
Antes de las elecciones mostraban un panorama, cuando aparecieron los nombres de los candidatos cambiaron.
Como antes, las de ahora muestran claramente las preferencias por los partidos.
La diferencia en los resultados electorales, probablemente, serán los porcentajes de rechazo que sufran candidatos y partidos.
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