Imagínese que un día cualquiera va usted paseando con su familia en su auto, mientras ellos platican usted escucha el noticiero. De repente el comunicador da la noticia que allá en el lejano continente asiático ha surgido un “extraño virus” que está afectando a cientos de personas y que muchos de ellos están muriendo repentinamente. A los pocos días escucha que el “virus” se ha extendido al continente europeo y que amenaza con extenderse por el mundo entero. Y más pronto de lo usted cree, el virus ha tocado tierra en américa y ha llegado a su ciudad. Los gobiernos del mundo toman medidas extremas. Cierran negocios, fábricas, escuelas y todo lugar público con el fin de evitar más contagios. Se declara una emergencia sanitaria a nivel global y el mundo entero entra en recesión. Los noticieros dicen que no se puede encontrar la cura contra el “virus” mientras que miles de personas mueren cada día por todos los rincones de la tierra.
Un buen día anuncian que sí se puede encontrar la cura, pero que se necesita de sangre limpia que no se ha contaminado. Piden a los ciudadanos el mundo entero que acudan a los laboratorios para hacerse la prueba. Usted, junto con su familia acude al llamado. Llega el turno de su hijo, él pasa mientras le dicen a usted que espere afuera. De repente la puerta del laboratorio se abre entre gritos de euforia y júbilo. Uno de los médicos dice con gran entusiasmo “hemos encontrado la sangre que necesitamos, sí hay cura” Usted sonríe y pregunta ¿Cuánta sangre necesitan? Ellos le dicen, ¡TODA! Entonces usted titubea y dice ¿pero cómo? Sí señor, es la respuesta, ¡TODA! Es la cura para el mundo entero, usted entiende ¿verdad? Después de mucho pensar usted accede y pide que solo le dejen despedirse de su hijo. Entra donde él pequeño está, le da un fuerte abrazo y empieza a retirarse lentamente, mientras a sus espaldas escucha la voz de su hijo que entere lagrimas que dice “mamá, papá, no me dejen aquí por favor” ¿Podría seguir caminando sin volver por él? Pasados los meses el sector salud anuncia que a nivel mundial el virus ha sido erradicado. Usted, entre lágrimas y risas lo celebra con el mundo entero.
Las autoridades anuncian que habrá una gran celebración en honor a su hijo y fijan lugar, día y hora para el gran evento. Llegado el momento usted acude muy emocionado, pero, nadie acude. Todo mundo se ocupa en sus cosas. Unos con los amigos se van de fiesta. Otros se organizan para ir a alguna playa. Otros, se juntan en familia para irse al campo a “festejar” Y muchos más solo se quedan en casa a descansar o se van de compras.
¿Cómo se sentiría usted? ¿Qué haría? Tal vez pensaría que no valió la pena el sacrificio de su hijo. O quizá diría, mal agradecidos. Posiblemente lloraría de impotencia.
Pues está historia, mi estima lector, se parece a la historia que hemos vivido en los últimos meses el mundo entero. Un virus comenzó en China, se propagó por el mundo, ha afectado a miles y muchos más han muerto.
Y ¿sabe? sí hay cura. Dios un día nos dio a Su Hijo Jesucristo, y en la cruz del calvario no dio solo una muestra de su sangre, la derramó toda por el mundo el entero, para que por su sangre, y sus llagas, todos seamos sanados, y no solo de COBID 19, sino también de un virus llamado pecado, que dicho sea de paso, también ha infectado el mundo entero, y ha matado a millones de personas. En Isaías 53:4-5 “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.
Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”
¡Aleluya! ¡Urra, Urra! ¡Sí hay cura, sí hay vacuna! Es una vacuna que no se inyecta, sino que se recibe por fe. Y también se ha planeado una gran celebración para dar gracias a Dios, son los días y hora que se ha fiado de servicio de adoración al Cordero de Dios.
La pregunta ahora es ¿Cómo lo celebrará usted? ¿Será agradecido o desagradecido?
Estimado lector crea en Dios, sea feliz en este mundo y un día vaya al cielo.