Mamá:
Conste que lo de “mamá” es porque a ti no te gusta eso de “Lola”. Total, ¿quién lo iba a decir?, a la vejez viruelas y henos aquí, comunicándonos por carta.
Me imagino que tampoco estarás muy de acuerdo en que haga pública estas líneas (te conozco), pero ni modo, te aguantas (me conoces). Habrá alguien allá afuera, uno solo aunque sea, que caiga en la cuenta de lo indispensable que es estar comunicado, a través del medio que sea, con los seres queridos y hacerles saber, por cualquier vía, que el mundo no se acaba mientras dure esa cosa que además de la fuerza de gravedad ayuda a que se mueva: el amor. Y el amor, Lola, se nutre de la frecuentación desinteresada, de palabras dulces, de pequeños gestos.
Pues bien, con ésta ya irían varias semanas de no vernos (nos vimos hoy y te veías estupenda en tus bssbss años); y por cierto, hoy cumpleaños Irlanda, la hija mayor de Luis, a quien le llamé y no me respondió, pero desde aquí le mando un abrazo inmenso.
Como bien sabes, parece que el mundo se está cayendo a pedazos. Tú no te das cuenta, me imagino —guardadita ahí donde estás—, pero, créemelo, estás mejor ahí: llevando lo que muchos quisiéramos en esta hora: una vida normal. Literalmente, madre, el mundo sin ti es un desmadre.
Las novedades, visto el alcance y la naturaleza de la crisis, son más bien pocas; y esas pocas son malas. La única buena noticia, creo, es que el idiota de Andrés Manuel, el Presidente de la República, cada día cae más en las encuestas —iba a describirlo como “viejito” pero pues como que el horno no está para bollos y no es cosa de que te vayas a dar por aludida—.
La idea de esta carta fue de Patricia. Me dijo que la última vez que se vieron te pusiste muy contenta. Yo, la verdad, no había ido porque se supone que sólo puede ir un familiar por persona —y eso desde afuerita— y tú ya sabes que la más responsable de nosotros dos es ella. Así que sin esa posibilidad de vernos, pues éste era el mejor medio de hacerte saber que estando acá, de algún modo extraño tan cerca pero tan lejos, te pienso.
Confío en que estés bien y que, más temprano que tarde, estemos en posibilidades de regresar a la Cervecería. Tú no te das cuenta, pero cuando vamos a otros sitios te limitas a comer poco y mal. En cambio, en la Cerve, no te paran los ojos y le das unos recortones de miedo a cuanto incauto se cruza por tu camino; y, a veces, hasta un vasito de cerveza bebes. Espero que pronto estemos de vuelta oyendo esa estridencia, que tan gorda te cae, a la que no sé quién le llamó “música”. Me refiero, obvio, a la banda.
Acá, todo tranquilo. No te preocupes, como tú, todo mundo encerrado, por lo menos la gente sensata. Claro, hay personas que por sus ocupaciones no tienen alternativas; nuestras mejores intenciones para ellos y sus seres queridos. Que esta crisis termine pronto y de la mejor manera para ellos y sus familias.
No quiero fatigarte. La carta es breve y está escrita con letra grande para que la leas sin dificultad. Espero que estés bien y que, ya saliendo de este relajo, podamos convivir como lo veníamos haciendo: entre semana en tu casa, que te aguarda, y los domingos, en algún lugar donde puedas comerte ese caldito que siempre pides, aunque al final le entres a las costillitas o a la carne asada sin remilgos.
Tu hijo que te quiere, siempre, mucho,
Luis.
P.D. Periódicamente te voy a estar escribiendo. Besos.