Se hizo viral
Se volvió viral, efectivamente. El SARS-CoV-2 es un nuevo coronavirus cuya existencia apenas se reportó a la Organización Mundial de la Salud el 31 de diciembre de 2019. Provoca una enfermedad respiratoria llamada Covid-19 que se aisló en China en enero de 2020. El 11 de marzo la OMS la declaró pandemia.
La velocidad de propagación ha sido impresionante. Este 6 de abril por la mañana la Universidad Johns Hopkins de los Estados Unidos reportaba ya un millón 309 mil 439 casos confirmados y 72 mil 637 muertes en el mundo. Es muy probable que los casos sean mucho mayores, ya que las confirmaciones requieren pruebas costosas y escasas.
Las autoridades están aplicando medidas de aislamiento en buena parte del mundo. Estas no detienen completamente los contagios (la historia y la OMS nos dicen que las pandemias son incontenibles), pero sí pueden reducir la tasa de contagio, “aplanar la curva”, y disminuir la saturación de las instalaciones de salud.
El problema es que algunas de estas medidas también detienen la economía y los costos pueden ser más altos que la enfermedad. En estos momentos una tercera parte de la población del planeta se encuentra sometida a algún tipo de aislamiento. El desplome de la economía, en consecuencia, también se está viralizando. Ya sabemos que tendremos una recesión mundial más fuerte que la de 2008-2009, cuando la economía global cayó 1.7%, pero puede ser incluso mayor que la Gran Depresión, cuando hubo un derrumbe global de 15% entre 1929 y 1932.
Es imposible evitar una contracción de la economía mexicana porque el desplome es mundial, pero podemos evitar destruir más de lo necesario. El propósito del aislamiento es asegurar una sana distancia entre personas, no castigar a la gente. Prohibir la producción de cerveza por razones moralistas, o de ciertas actividades no esenciales que no requieren aglomeraciones, no solo no aporta nada a la sanidad, sino que pega un innecesario golpe a la economía.
Aun es mucho lo que no conocemos sobre el nuevo coronavirus, pero no hemos visto una correlación entre las medidas más rígidas de aislamiento y la velocidad de propagación o la mortalidad. Italia y España establecieron drásticas medidas de aislamiento hace semanas, pero tienen altos números de casos y mortalidades.
Japón, Corea del sur, Singapur y Taiwán no pararon sus actividades económicas, pero sí disminuyeron rápidamente el contagio. Al parecer el uso generalizado de cubrebocas, tan común en esos países y que la OMS todavía desaconseja, fue una de las razones.
Las tasas de mortalidad sobre casos confirmados, por otra parte, varían enormemente desde el 12.3% de Italia hasta el 0.5% de Singapur, el 0.6% de Israel o el 0.8% de Chile. La distinta calidad de los servicios de salud sí importa.
Los países más exitosos usaron pruebas para identificar casos, incluso asintomáticos, y aislaron a los contagiados en vez de a toda la sociedad. La disponibilidad de mascarillas y equipos médicos ayudaron también.
México no debe simplemente cerrar su economía, sino utilizar todos los recursos disponibles para aplicar pruebas, aislar a contagiados y comprar cubrebocas y respiradores. El esfuerzo será más difícil si asfixiamos la economía.
Hay quien piensa que el paciente debe sufrir, que hay que ponerle sanguijuelas y sangrarlo. Yo opino lo contrario. Necesitamos lucidez para evitar hacer más daño a la sociedad que el que causa la enfermedad.